Las pretemporadas están para lo que están. Coger ritmo, realizar distintas probaturas, tomar buena nota de lo que ha funcionado y corregir aquello que no, ir poco a poco cogiendo sensaciones… y poco más. Pero quizá por aquello de que ahora, en este mundo digital, los bolos veraniegos están al alcance de algo tan sencillo como un par de clics en internet, todo se tiende a maximizar. Las victorias, cuando resultan copiosas, y más aún las derrotas, especialmente como cuando en el caso del Athletic, estas han sido seis y todas ellas de manera consecutiva además. Lo importante sucede desde el mismo momento en el que los encuentros, como fue el caso del de ayer, reparten puntos. Dicen que la competición pone a cada uno en su lugar y, aunque con sufrimiento y una dosis de emoción excesiva, incluso innecesaria, los bilbainos se llevaron los tres primeros puntos del curso para llenar su zurrón a costa de un Sevilla que vendió cara su derrota.
Ahora bien, por mucho que las pretemporadas dibujen una realidad que en ocasiones está muy distorsionada, los milagros tampoco existen y si uno, en este caso el Athletic, ha acabado la misma con varias asignaturas pendientes, estas no se aprueban como por arte de magia de una semana para otra. Así, aunque la victoria sea sinónimo de alegría, más aún en plena Aste Nagusia y con la canción de la Marijaia animando la previa del choque, ese show previo en el que aguanta estoica la txalaparta, los bilbainos volvieron a pecar de aquello que ya les faltó en los amistosos, un exceso de fragilidad defensiva que fue especialmente preocupante en la segunda mitad.
Puede dar gracias el equipo de que a Nico Williams le dio por ofrecer una de las mejores tardes que se le recuerdan, que se espera que sean muchas más si, como se entiende, quiere seguir haciendo historia en el Athletic. El extremo fue un quebradero de cabeza para un Sevilla que bastante tiene con sus problemas económicos, como para encima tener que frenar a un futbolista con la inspiración del navarro.
Marcó de penalti, provocado por él mismo, y asistió a Maroan Sannadi antes de llegar al descanso. El 2-0 parecía suficiente renta para administrarla con calma a la vuelta de vestuarios. Pero un bajón físico notable, que llegó quizá muy pronto, en torno al minuto 50, y un golazo de Lukebakio a la hora de juego emborronaron la tarde festiva.
Dani Vivian disputó su partido número 150 con el Athletic. El central, indiscutible para Ernesto Valverde, afronta su sexta temporada como león después de debutar en 2021 a las órdenes de Marcelino García Toral. Desde entonces ha jugado 119 encuentros de liga, 19 de Copa, 11 de Europa League y 1 de Supercopa.
Nada hacía presagiar que el Athletic se desinflaría como lo hizo en el segundo acto, más aún tras una primera mitad en la que si bien le faltó algo de claridad, ofreció un destacado nivel de intensidad, un hecho que durante muchos minutos le hizo tener al Sevilla encerrado en su propio campo. Y ese bajón físico provocó que el equipo se viera desbordado en defensa ante un Sevilla que se vino arriba y encontró en los extremos muchas facilidades para acercarse a la portería defendida por Unai Simón.
Nico, clave en el partido
Si Nico fue clave en el triunfo, pues suya fue también la asistencia a Robert Navarro con la que el Athletic amarró los tres puntos –qué manera de debutar la suya...– qué decir de Simón, que tuvo una actuación destacadísima para no tener que lamentar la pérdida de puntos. Eso sí, ni su solvencia bajo palos fue suficiente para evitar que el conjunto andaluz se metiera en el partido con dos auténticos golazos para poner la igualada momentánea.
Logrado el triunfo, que es lo importante, la base más agradable para crecer y ganar en confianza, tiene trabajo por delante un Valverde al que le costó atreverse a hacer cambios. Que vio cómo el equipo se le iba cayendo y tardó en reaccionar, hasta el punto de que el Athletic le dio una emoción excesiva a un partido que tenía muy bien encarrilado y que ganó gracias a la inspiración y el atino de Nico Willilams y Robert Navarro y la solvencia de Unai Simón.