Lorenzo Gaztelumendi Bilbao, natural de Durango , fue uno de los miles de republicanos españoles deportados a campos de concentración nazis tras la Guerra Civil. Su historia, documentada por investigadores y reconstruida a partir de fuentes familiares y archivos, reflejó el itinerario de un militante antifascista comunista que terminó como víctima del sistema represivo del Tercer Reich.

Nació el 3 o el 5 de enero de 1909 —las fuentes varían— y fue hijo de Lorenzo Gaztelumendi Renteria –natural de Donostia- y Juliana Bilbao. Esa pareja se casó en la entonces parroquia y hoy basílica de Santa Maria de Uribarri el 10 de septiembre de 1896. En enero de 1936, medio año antes del golpe de Estado contra la Segunda República, Lorenzo hijo contrajo matrimonio con Paz Ruiz. Su entorno familiar, de tradición farmacéutica, aún residía en Durango, desde donde se intentaba establecer contacto con posibles descendientes del matrimonio.

Durante la contienda, Gaztelumendi se incorporó al Batallón Jean Jaurès, vinculado a las Milicias del Partido Socialista y la UGT. Según Kepa Ganuza, miembro de Euskal Prospekzio Taldea, más tarde fue ascendido a capitán del Ejército Republicano, con chapa de identificación 50.586. Figuró en las nóminas de diciembre de 1936 y de los primeros meses de 1937. En marzo, participó como alumno en cursos de la Sección de Guerra Química —especialmente en Defensa Antigás— en un cuartel de Portugalete, bajo la dirección de Juan Manuel Epalza. En abril, ya apareció como capitán del Departamento Antigás del batallón, aunque regresó temporalmente al Jean Jaurès. En mayo dejó de constar en las nóminas del batallón y pasó a las del servicio antigás, en el que permaneció al menos hasta julio. A pesar de esta especialización, Euskadi no fue escenario de ataques con armas químicas.

Al finalizar la guerra, como tantos otros combatientes republicanos, se exilió en Francia, donde fue internado en varios campos de refugiados, entre ellos el de Gurs, donde en su ficha se le registraba como “practicante de farmacia” de 29 años. Para entonces ya militaba en el Partido Comunista de España (PCE), una afiliación política que, sumada a su trayectoria militar, lo marcó como objetivo del aparato represivo nazi.

A finales de 1943, se integró en la red clandestina conocida como “Deportistas”, activa en Bretaña. Esta organización estuvo compuesta por republicanos vascos y españoles, muchos de ellos comunistas, cuyo objetivo era sabotear infraestructuras estratégicas del régimen nazi, como centrales eléctricas.

“Muchos de los integrantes de esta red participaron en actos de sabotaje en condiciones de altísimo riesgo”, explica Ana García Santamaría, autora del estudio Republicanos de Navarra, Gipuzkoa, Álava y Bizkaia en campos de concentración nazis. La red operó hasta comienzos de 1944, cuando una delación provocó numerosas detenciones.

Gaztelumendi fue arrestado por la Gestapo el 4 de marzo de 1944 en Rennes, donde residía entonces. Fue trasladado a la prisión de Jacques Cartier y, poco después, desde Compiègne en un convoy con destino al campo de concentración de Neuengamme, cerca de Hamburgo. Su número de prisionero allí fue el 36.417. “Como queda registrado en la ficha identificada como suya del propio archivo Arolsen iba en el convoy del 15 de julio 1944 y llegó el día 18”, apostilla García Santamaría a DEIA. En Neuengamme fueron ingresados alrededor de 800 deportados y el durangarra aparecía de profesión, pfleger: enfermero o auxiliar de enfermería haciendo referencia, de algún modo, al oficio de la saga farmacéutica.

Tras unos días de “adecuación”, como se denominaban los periodos iniciales en los campos, fue trasladado al subcampo de Farge, en Bremen. Allí trabajó como mano de obra esclava en la construcción de un gigantesco búnker para submarinos, considerado el segundo más grande de Europa y nombrado como Valentin. Según un reportaje del diario Le Télégramme de julio de 1948, la tasa de mortalidad en estas obras fue extremadamente alta, oscilando entre 2.000 y 6.000 fallecidos, aunque solo se pudo documentar la identidad de aproximadamente medio millar.

La familia de Gaztelumendi sostuvo que Lorenzo falleció el 8 de julio de 1944 en el campo, aunque investigadores como Ana García advierten que “no se ha podido confirmar documentalmente la fecha exacta de su fallecimiento”.

En algunos documentos apareció registrado como “Gastelumendi”, lo que dificulta el rastreo de su trayectoria. Sus descendientes, si los hubiera, podrían arrojar luz sobre los últimos días de un combatiente cuyo rastro se perdió en los barracones del nazismo. La familia en Durango, que regentan una farmacia, una óptica y una tienda de moda ya cerrada, conserva viva su memoria, y expresa su deseo de poder contactar con ellos.

El nombre de Lorenzo Gaztelumendi Bilbao –de quien no se ha conseguido fotografía- es actualidad a raíz de que el grupo municipal independiente Herriaren Eskubidea ha propuesto que Durango se sume al proyecto europeo Stolpersteine, que recuerda a víctimas del nazismo mediante pequeños adoquines dorados incrustados en el suelo con sus nombres.

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La formación ha señalado el caso documentado de Gaztelumendi, deportado a Neuengamme –liberado en mayo hace 80 años- tras, como hemos leído, pasar por el campo de Gurs, y ha solicitado al Ayuntamiento que se instale un adoquín en su memoria. “Lo hemos sabido gracias a un estudio del Instituto Gogora”, ha indicado el portavoz Jorge Varela.

El proyecto, impulsado por el artista alemán Gunter Demnig, busca mantener viva la memoria histórica y advertir contra el resurgir del fascismo. En Europa hay más de 50.000 adoquines colocados; en el Estado, alrededor de 500. En Bizkaia, ya hay en Busturia y Barakaldo.