En el momento en el que el investigador Juantxu Zorrilla comenzó a documentar la Memoria del Ferrocarril en las Encartaciones, no sospechaba que entre planos, informes y viejos expedientes emergería la figura de un industrial capaz de desafiar a la guerra, a la represión y al olvido. “Me encontré con la figura de José de los Heros al ser industrial que colaboró activamente en lo tocante al ferrocarril”, recuerda a DEIA el de Zalla.
Lo que descubrió después fue mucho más que un fabricante, un político o un militante: fue el último alcalde republicano de Balmaseda, un hombre que asumió responsabilidades cuando otros optaban por huir, que pagó con exilio fidelidad a aquella su ‘Euzkadi’, que defendió el euskera y la identidad vasca incluso en los momentos más oscuros, que invirtió en su pueblo creando riqueza y modernizando su industria, y que arriesgó la seguridad de su familia al proteger los restos del fundador del PNV, Sabino Arana, antes de volver a Sukarrieta.
José de los Heros Santiago (Balmaseda, 1872-1955) creció entre montes, fútbol –militó en el Zalla- y mostró un interés precoz por la política. Afiliado al PNV desde muy joven, pronto destacó por su talento para la empresa y la construcción. Participó en obras vascas tan significativas como el faro de Matxitxako o el ferrocarril de La Robla, apoyándose en un almacén de materiales y una gran sierra desde la que salían traviesas, vigas, postes de telégrafo y piezas para vagones. Incluso elaboró su propio txakoli, fruto de los viñedos que cultivaba “frente a la actual comisaría de la Ertzaintza”.
En sus talleres se blindó un tren destinado al transporte de batallones del Gobierno de Euzkadi, ejemplo del “compromiso de Heros
Visionario y atento al pulso de la industrialización, supo leer la creciente demanda de energía y fundó dos centrales hidroeléctricas: La Herrera (1907) y Bolunburu (1909). Su nombre quedaría aún más ligado al progreso cuando UMAS, empresa nacida de la cesión de la patente de soldadura eléctrica impulsada por el ingeniero elorriano Alejandro Goicoechea, que acabaría traicionando al bando republicano, revolucionó la fabricación de vagones en Balmaseda a partir de 1929.
El estallido de la guerra militar de 1936 colocó a José de los Heros ante una disyuntiva. El 19 de julio, al constituirse la Junta de Defensa, se le pidió presidirla como alcalde en funciones. A pesar de los riesgos que corría un empresario con bienes, familia e ideas nacionalistas, aceptó la responsabilidad. Para Zorrilla, aquel gesto “dice mucho de su persona y compromiso”. Bajo su dirección se protegió a la población civil, a los refugiados que huían del caos de otras regiones e incluso a la comunidad de un convento.
En sus talleres se blindó un tren destinado al transporte de batallones del Gobierno de Euzkadi, ejemplo del “compromiso industrial y militar” de Heros con la causa nacionalista. Años después, en el juicio sumarísimo del franquismo, sería calificado de “elemento desafecto… furibundo propagandista”. Fue condenado por “rebelión”.
Con la entrada de las tropas franquistas en Balmaseda, el 29 de junio de 1937, Heros marchó primero a Turtzioz y a continuación a Santoña, hasta alcanzar el exilio en Iparralde, en Baiona. Allí estudió euskara, mantuvo su compromiso político y se vinculó a la comunidad. Su mujer, Dolores González Taramona, quedó en la villa fronteriza con sus hijas; falleció al año siguiente, “de pena”, según transmitió el investigador Koldo Gallarreta. La represión económica no tardó en llegar. La Comisión Provincial de Incautación colocó su nombre en primer lugar de la lista de bienes confiscados en Balmaseda, donde fueron requisados incluso documentos relacionados con el Aberri Eguna de 1932 que ilustró Luciano Quintana, ‘NIK’.
Afiliado al PNV desde muy joven, pronto destacó por su talento para la empresa y la construcción. Incluso elaboró su propio txakoli
Uno de los episodios más extraordinarios de su biografía permaneció oculto durante décadas. Ante el riesgo de que los restos del jeltzale Sabino Arana fueran profanados, el presidente del EBB, Doroteo de Ziaurriz, solicitó ayuda a su amigo José de los Heros. Fue él quien propuso trasladarlos discretamente al panteón familiar de los Sainz de Taramona, en el cementerio de La Herrera. Según Koldo Gallarreta, Heros llegó personalmente a construir un tabique interno para ocultarlos. “Lo que hubiera ocurrido a su familia en caso de haberse descubierto —afirma Zorrilla— da idea de su osadía y compromiso”.
Años después, desde el exilio, Ziaurriz le dedicó una fotografía con unos versos en euskara fechados el 23 de febrero de 1943: “Zoina zuzen ta txapela oker… atzekabeak gogo sendoaz dituzu beti garaitu”. De vuelta a Bizkaia, y tras pagar una multa impuesta por la dictadura, su hija Miren Teresa retomó la actividad industrial en UMAS en 1945 tras años de paralización. Para colmo, en 1947 un incendio destruyó la sierra familiar, aunque los bomberos evitaron daños mayores. José de los Heros falleció en 1955, hace 70 años. El epitafio de su tumba permanece en euskara. l