Si el resultado no acompaña es posible que se vea de otra manera, pero el poder de seducción que la Europa League ejerce entre jugadores y aficionados se debe a eventos de este calibre: un partido a cara o cruz frente a un conjunto de renombre y con la necesidad de voltear un marcador adverso. San Mamés se prepara para acoger una cita grande, de máxima exigencia y sin embargo abierta. El desenlace registrado una semana atrás en el Olímpico reclama una versión al alcance del Athletic, que durante la temporada ha demostrado capacidad para gestionar con éxito cruces complicados. En esta oportunidad la diferencia estriba en que el equipo de Ernesto Valverde jugará sin red. Igual que la Roma.
Sus opciones de acceso a la siguiente ronda cotizan al alza por el factor campo. Ha sido en casa donde los rojiblancos han desplegado sus mejores prestaciones tanto en liga como en el torneo continental, como prueba el pleno de victorias de la fase de grupos. Alguna obtenida sin brillo, tirando de pragmatismo, una fórmula que hoy sería perfectamente válida. Claro que también el rival podría preferir abonarse a la misma, augurio en absoluto descabellado conociendo a Claudio Rainieri y considerando que, de inicio, la Roma cuenta con una ventaja mínima.
Desde la perspectiva del Athletic, el asunto no admite medias tintas. Es consciente de que necesita hacer dos goles. O más, pero la clave descansa en marcar el primero, equilibrar la eliminatoria y cuanto antes, mejor. A partir de ahí se abriría un nuevo panorama. Conjugar el afán por neutralizar el 2-1 de la ida con una puesta en escena sólida, equilibrada, que evite concesiones en la retaguardia, es el reto que se impone el Athletic.
Dicho de otra forma, se trata de asimilar adecuadamente el empuje procedente de las gradas siendo fiel a su personalidad. Rentabilizar esa baza a fin de dotar a la iniciativa del ritmo conveniente. Noventa minutos dan muchísimo de sí, como se comprobó la semana pasada sin ir más lejos. Por eso lo interesante sería actuar con diligencia para someter al adversario, que presumiblemente de entrada no discutirá el mando de las operaciones, pero eludiendo las prisas. Hay tiempo de sobra y el gol, llegue más pronto o más tarde, tendría un efecto anímico incomparable en un bando y en el otro.
SIN SANCET
La configuración del once genera expectación. Ayer se confirmó que Sancet, el deseado, causa baja. Ni siquiera participó en la última sesión. Era impensable que no habiendo completado un solo entrenamiento con el grupo figurase en la lista. Se abre un abanico de alternativas arriba. Las dudas no solo se concentran en la posición de enlace, a la que aspirarían Berenguer y Unai. En ese orden si se atiende el hecho de que el primero ha intervenido cuando el equipo ha sido anfitrión, mientras que el segundo ha repetido en los desplazamientos.
La elección definitiva puede estar conectada a la identidad del ariete. Lo previsible es que Maroan y Guruzeta, con perfiles dispares, se repartan los minutos, queda por conocer cómo. Para los costados, los Williams son fijos. En la media reaparecerá Galarreta. A su lado, Jauregizar o Prados. La carga de minutos quizá aconsejaría decantarse por el navarro, más dotado para el trabajo sucio, más complementario para Ruiz de Galarreta, pero por algo el de Bermeo, en teoría más ofensivo, enlaza diez titularidades consecutivas.
La línea de cuatro por delante de Agirrezabala está cantada. Los veteranos De Marcos y Yuri fueron dosificados en la jornada liguera más reciente y las obligadas ausencias de Vivian, lesionado, y Yeray, suspendido, ceden el protagonismo a Nuñez y Paredes. Pareja que apenas ha coincidido en cuatro encuentros. En el segundo, de buen recuerdo por su oportuna asociación en el gol que valió el empate en la visita a la Roma de septiembre, durante diez minutos escasos. Álvaro Djaló, cinco semanas después, vuelve a una lista.