El Athletic se complicó la vida en una noche ingrata. Demasiadas adversidades confluyeron para que no lograse un resultado propicio de cara a la vuelta en San Mamés. Tuvo a raya a la Roma durante muchísimos minutos y fue capaz de adelantarse, pero terminó por caer en un final muy condicionado por la expulsión de Yeray. El adversario, al que le costó un mundo replicar la entereza mostrada por los de Ernesto Valverde, se fue rehaciendo espoleado por el gol de Iñaki Williams, no tardó en igualar, y en última instancia aún tuvo arrestos para volcarse en pos de la remontada. Olió sangre al quedarse el Athletic en inferioridad y obtuvo el gol de la victoria con el tiempo agotado.
Ni la puesta en escena, que anuló por completo al anfitrión, ni el atrevimiento que le valió para tomar ventaja, bastaron para que el Athletic amasara una renta a la que opositó. Y cuando el equilibrio de fuerzas apuntaba a que se repetiría el desenlace del mes de septiembre, llegó la segunda amonestación del central, a lo que siguió, para colmo, que Prados, reubicado como cierre al lado de Paredes, quedó físicamente mermado con los cambios agotados. La Roma apretó entonces y no cejó hasta que Shomurodov deshizo las tablas. El VAR revisó la jugada por si existiera fuera de juego, pero no, el uzbeko recibió en posición legal.
Un colofón frustrante que no refleja lo que realmente deparó el encuentro. En el tramo final, Claudio Rainieri recurrió a piezas que extrañamente no escogió de salida para tratar de enmendar un marcador muy desfavorable para sus intereses y le salió a pedir de boca, aunque esto fuera solo a raíz de la roja a Yeray. Antes se había asistido a una pelea en la que el Athletic si no superior, que también en diversas fases, rindió a la altura de las circunstancias. Estuvo al nivel que exigía un compromiso que se auguraba áspero y del que pudo extraer muchas conclusiones positivas. Los rojiblancos jugaron para no perder, pero en ocasiones los imponderables se revelan determinantes.
De salida, el colorido y el estruendo de las gradas del Olímpico, en grado máximo de excitación por la notable racha de resultados del equipo, no bastaron para intimidar al Athletic. En toda la primera mitad el conjunto de Rainieri sumó muy poco fútbol y desde luego pareció más temeroso que los rojiblancos, fue un grupo inseguro, reservón, mediocre. Claro que en todo ello tuvo mucha culpa la disposición del Athletic, fiel a su librillo, yendo arriba a presionar, ordenado y, con el discurrir de los minutos, con la tranquilidad suficiente para tocar la pelota con mayor gracia. Casi la única faceta en que el anfitrión se mostró superior fue en el reparto de leña.
Favorecido por el errático, por no decir casero, criterio del árbitro, la Roma quiso marcar territorio, siendo Maroan el principal destinatario de una brusquedad que quedó exenta de castigo. No ocurrió lo mismo cuando se penalizó la agresividad del bando visitante, como lo prueba el balance de amonestaciones. Pero el Athletic no se dejó amedrentar, convencido de lo que le convenía, mantuvo la concentración y se fajó en cada disputa.
La escasa ambición mostrada por la Roma facilitó la tarea del Athletic, aunque tampoco como para buscar resquicios en zona de ataque. Hay que considerar que salvo Dybala y Dovbyk, el resto se replegaba sin disimulo alguno en torno a su portero. Las contadas acciones profundas antes del descanso quedaron repartidas, dos por bando. Inauguró este apartado Dovbyk que se fue de Vivian por piernas, recortó y se trastabilló cuando iba a rematar. El lance no fue inocuo, pues el central tuvo que solicitar el cambio aquejado de un problema muscular.
El gran susto llegó un rato más tarde: Yeray despejó corto en vez de dejar que el balón corriese hasta Agirrezabala, Baldanzi sirvió a Dybala y su volea fue repelida por el larguero. Y entonces, por fin, golpeó el Athletic con dos remates en boca de gol a cargo de Yeray y Maroan, que se marcharon desviados. Así, intimidando, se retiraron los rojiblancos al vestuario. Y a la vuelta no tardaron en insistir, ahora con mejor puntería. Unai templó un córner, Paredes peinó e Iñaki Williams irrumpió en el segundo palo para empujar.
El tanto tuvo un efecto inmediato en los italianos, que de repente se lanzaron al abordaje anotando tres llegadas con peligro, dos con Dybala en la génesis que ni Baldanzi ni Pisilli aprovecharon. En la otra, el protagonismo fue de los laterales: centro de Celik y remate de Angeliño, que entró tras golpear en la madera. Había adquirido el partido un vuelo impensable y ya no cesaron de ocurrir cosas. La monotonía del primer acto dio paso a un choque abierto donde cualquier cosa podía suceder.
Pese a que, durante un buen rato, hizo gala de su inconformismo, con Unai desatado, casi todo lo que vino después a partir del minuto 75 fue en detrimento de las opciones del Athletic. Rainieri puso en liza cuatro elementos ofensivos que paulatinamente inclinaron el campo hacia los dominios de Agirrezabala. Sin embargo, la maniobra fue respondida con firmeza hasta que en un envío largo Yeray calculó mal y agarró a su par cuando este se iba. En adelante, el desarrollo del juego fue unidireccional.
Tocaba resistir. La tuvo Saelemaekers, luego Soulé en dos ocasiones y en plena avalancha, Shomurodov recogió de espaldas en el punto de penalti, se giró y con suavidad la puso fuera del alcance del meta. La Roma venció la resistencia de un Athletic que, a pesar de los pesares, comprobó que acceder a la siguiente ronda es viable.