Quien luce el brazalete asume un honor y una responsabilidad. No se limita a encabezar la salida del equipo del vestuario, participar en el sorteo de campos, dialogar con el árbitro o levantar copas con sus brazos. Además, realiza una labor a nivel interno, cuida y promueve los valores del club entre los compañeros y los transmite cada vez que habla en público, así como con su actitud. En síntesis, representa en todo momento a la entidad, no solo en la competición oficial.
Iñaki Williams, acaba de estrenarse como primer capitán a los 31 años, cumplidas once temporadas consecutivas. Tiene motivos para sentirse orgulloso de su itinerario y del reciente nombramiento, aunque se diría que este privilegio no le ha llegado en el mejor contexto. El factor perturbador del debut en su nuevo cargo nace de que lo compagina con la circunstancia de ser hermano de otro miembro del grupo. Y, vaya, su familiar lleva más de un año en boca de la afición, acaparando titulares en los medios y siendo el motivo de millones de mensajes en redes, de todo signo: a favor, en contra, impertinentes, elegantes, ilógicos, sesudos, patéticos, ingeniosos y, con frecuencia, salpicados de faltas de ortografía.
Ayer, Iñaki tuvo que gestionar un papelón. Le cabe el mérito de ser el primero en dar la cara, algo que no han hecho las partes implicadas, o sea, las que han estado en contacto para resolver el caso a lo largo del período señalado y hace casi un mes sellaron un acuerdo. Quizás hubiese sido preferible escuchar antes a Nico Williams, al presidente del Athletic, a los dos juntos, a Mikel González o, por qué no, a Félix Tainta, agente del primero y del capitán y de casi la mitad de los inquilinos del vestuario rojiblanco.
Defensa de Nico
Pero le tocó a Iñaki, buen chaval, que se vio en la tesitura de realizar un tremendo esfuerzo de contención en un acto de naturaleza expositiva. No se escondió. Contestó a todo, sentía la necesidad de defender a Nico. Dijo lo que quiso decir, pero no solo: se excedió en su afán por desmenuzar los acontecimientos y lo único que logró, por si persistía alguna duda, fue confirmar que Nico continúa en el Athletic igual que podría estar militando a estas horas en otro club, no necesariamente el Barcelona.
Aseguró en varias ocasiones que al pequeño de casa le costó tomar una decisión, de ahí su persistente silencio. Como no sabía si hacer o no las maletas, optó por callar, mientras el “ruido exterior” lo invadía todo. Incluso admitió Iñaki que la cláusula que figuraba en el antiguo contrato de Nico era un “caramelito” en el mercado, cláusula que Nico impuso para estampar su firma. No se olvide el detalle.
Vale, una vez ratificado el flirteo de Nico con equipos punteros, fue cuando Iñaki se pasó de frenada, mucho. De acuerdo en que cualquiera está en su derecho de dirigir su carrera, pero de ahí a considerar un comportamiento ejemplar, modélico, del que deberían tomar nota las generaciones futuras de Lezama el hecho de que Nico eligiese finalmente no salir del Athletic, existe un trecho y bien largo.
Julen Guerrero y Nico Williams
La guinda, en tono muy fraternal, la puso al asegurar que “el legado de Guerrero continúa y es el que mi hermano ha tomado”. La reflexión rezuma una osadía ilimitada, pero no es de la cosecha de Iñaki. Esa idea fue promovida por el club. Unas horas después de la firma del contrato lanzó un mensaje con sendas fotos de Julen Guerrero y Nico Williams con los siguientes lemas: “Dos iconos que han marcado a sus generaciones” y “Dos talentos de Lezama que antepusieron el amor por sus colores”. Una lamentable tergiversación que busca ridículamente purificar la imagen de Nico Williams; una falta de respeto a la historia, a la verdad y, de paso, a Guerrero, a quien jamás se le pasó por la cabeza dejar el Athletic.