El pasado 7 de enero no cabía un alfiler en las gradas de la cancha de Belabieta para animar a su equipo, el Lauburu Ibarra, en el partido más espinoso, y el último, de la primera vuelta. Enfrente, el Anaitasuna de Pamplona, líder de la Segunda B del fútbol sala, un coloso de la categoría. El quinteto inicial de los locales estuvo formado por Dani, Chuky, Oscar, Txiki y Uri. Fue un partido muy disputado, nada cómodo para ninguno de los dos rivales, y que estuvo marcado por la igualdad. A falta de siete minutos para el final, los visitantes desequilibraron la balanza a su favor con un gol que les valió para imponerse por la mínima (1-2). 

Fue uno de esos partidos que se deciden por detalles: una falta, un gol de rechace, un despiste. Lo resumió el entrenador del equipo guipuzcoano, Jota Arregui, en unas declaraciones realizadas al final del partido: “Sabíamos que el partido iba a decidirse en las transiciones y estrategias”, afirmó. La segunda derrota de la temporada fue un pequeño tropiezo. La noticia, no obstante, volvía a estar en la entusiasta respuesta del público. La imagen de llenar el pabellón ibartarra una vez más es la envidia de cualquier hincha de fútbol sala. “Gracias a todas las dinámicas que está haciendo el club, el pueblo se está volcando”, dijo Arregui cuando le comentaron que las gradas volvían a estar a rebosar.    

“Juego como delantero punta en fútbol sala y en el último campeonato quedamos terceros”

Ortzi Aramendi - Estudiante

Ese pueblo que anima sin parar a su equipo es Ibarra, un referente gastronómico gracias a sus afamadas guindillas, también conocidas popularmente como ‘langostinos’. El pequeño manjar de color verdoso con el sello de Eusko Label se produce en este municipio del interior de Gipuzkoa de 4325 habitantes que, hasta que logró el título de villa en 1802, fue parte de la vecina Tolosa. El club morado es motivo de orgullo para sus habitantes. Ésta es su historia.

Inicios

Lauburu Kirol Elkartea Ibarra nació en 1990 aunque no se registró oficialmente como club hasta 1994. El proyecto tuvo al principio un crecimiento desigual en las distintas áreas que, según reconocen desde el seno del club, “fue producto principalmente de la inexperiencia y el desconocimiento”. Cuando cumplió 29 años de vida, recopilaron en un dossier la trayectoria de un equipo que “ha alcanzado cotas que nadie se podía imaginar en su comienzo”. Los primeros pasos se dieron de una manera espontánea, totalmente amateur. En diciembre de 1990 un grupo de trabajadores de las empresas de Labayen y Laborde de Tolosa disputaron un partidillo como parte de los actos de la festividad de San Eloy, patrón del sector mecánico. 

“He entrado este año en Lauburu Kirol Ekartea y juego en la categoría de benjamines”

Mattin Aramendi - Estudiante

Durante la comida se les ocurrió montar un equipo para poder jugar en la zona y al que bautizaron como Lauburu. El primer partido de su historia tuvo lugar en un frontón de Andoain con unas camisetas color rosa. Más adelante realizaron los trámites necesarios con el objetivo de “poder jugar sus partidos en el pueblo, aprovechando las instalaciones polideportivas de Belabieta” y ya con el apoyo del ayuntamiento. En sus inicios también fue muy importante el patrocinio de la cristalería Ibarra, una relación que se vio truncada por el “prematuro fallecimiento de su propietario” y que dio pasó al respaldo durante varios años del bar Danon Txokoa. 

Mattin y Ortzi con los trofeos que acaban de ganar.

Mattin y Ortzi con los trofeos que acaban de ganar. Cedida

Consolidación y crisis

Una vez que el club alcanzó la segunda categoría del fútbol sala nacional en la temporada 1997-98, logró una importante subvención municipal. El fútbol sala empezó a ilusionar a todo un pueblo. El hito de mantenerse en la división de plata se mantuvo durante seis temporadas seguidas y aún se recuerdan visitas como las del todopoderoso Barcelona. En 2003-04, el club no pudo hacer frente a una serie de exigencias económicas de la Liga y se vio obligado a renunciar de categoría pese a haber quedado en un “brillante octavo puesto”. El Lauburu Ibarra tuvo que afrontar varios años difíciles sumergido en la Tercera División y con una situación crítica en los despachos que pusieron en peligro su continuidad. 

Remontada

“No me gusta ir a verles jugar porque el público se pone muy nervioso en los partidos”

María José Ruiz - Limpieza

Desde la temporada 2012-13 se le empezó a dar la vuelta a la situación y, tras “sanear su economía e imagen”, arrancó una nueva etapa que dio pie a los actos de celebración del 25 aniversario del club. En las últimas temporadas se le está dando continuidad a un proyecto que, poco a poco y sin hacer mucho ruido, ha vuelto a enganchar a los ibartarras. Además de haber logrado la consolidación del equipo en la Segunda B, su filial juvenil está haciendo un importante trabajo y el proyecto de su escuela de fútbol sala, donde participan niños y niñas de las categorías benjamín y alevín, ha recuperado su velocidad de crucero. En las sesiones de entrenamiento no solo trabajan conceptos técnicos y tácticos, también otras cuestiones relacionadas con la psicomotricidad, la flexibilidad y la coordinación.