Como es habitual en los últimos años, el Zinemaldia reservó su penúltimo día de festival a una serie que, por el momento, sigue sin entrar en competición por la Concha de Oro. En esta ocasión, la elegida ha sido Querer, una producción que dará mucho que hablar en los próximos meses y que apunta a estar entre los principales premios de la temporada. Escrita por la directora barakaldarra Alauda Ruiz de Azúa y protagonizada por la azpeitiarra Nagore Aranburu, la serie se centra en una mujer que, tras 30 años de matrimonio, decide denunciar a su marido por violación continuada.

La historia nace con la premisa de investigar el consentimiento dentro del matrimonio, pero, al escribirla, nos dimos cuenta de que nos iba a servir también para hablar de las violencias invisibles. De cuánta violencia toleramos y cómo se puede llegar a producir en una relación consolidada”, explicó ayer a este periódico la cineasta, que da el salto a las series tras el premio Goya a mejor dirección novel por su ópera prima, Cinco lobitos.

Nagore Aranburu y Pedro Casablanc interpretan en la ficción a un matrimonio con dos hijos (Miguel Bernardeau e Iván Pellicer) que se viene abajo tras el abandono de la madre del domicilio conyugal e interponer una denuncia contra su marido. Comienza entonces un drama judicial por demostrar ese abuso, al tiempo que cada hijo deberá elegir a quién cree.

“La serie habla de violencias invisibles. De la que toleramos y cómo se produce en una relación”

ALAUDA RUIZ DE AZÚA - Directora de ‘Querer’

“Seguramente ese abuso empezó desde el afecto y el amor, pero acabó degradándose a la violencia sexual”, apuntó Ruiz de Azúa, que se entrevistó con víctimas reales para realizar el guion. “Nos dimos cuenta de que una víctima nunca puede deshacerse del miedo, solo aprender a convivir con él. Es algo que se queda en su cabeza”, agregó la creadora, que alabó cómo estas mujeres consiguen salir adelante a pesar de todo. “Te das cuenta de que, aunque quieren romper con el pasado, encuentran la manera de estar presentes. Tienen una fortaleza enorme para vivir así”, añadió.

Carga emocional

En la serie, esta carga emocional recae sobre Aranburu, que trató de abstraerse lo máximo posible del personaje fuera del set. “La tensión emocional no lo puedes sostener en el trabajo o te vuelves loco. Fueron once semanas de rodaje y yo intenté entrar lo más tarde posible en el personaje. Aunque tenía el guion desde tiempo antes, sabía la carga que iba a tener que soportar y quise que fuese temporal, por lo que intenté acotar el tiempo de esa vivencia”, explicó la actriz guipuzcoana, al tiempo que añadió que, aunque consiguió no llevar el personaje a casa, “sus vivencias sí, y es duro”.

Aranburu llegó a la producción tras “un flechazo” de Ruiz de Azúa con ella en el casting. “Cuando vi su primera prueba descubrí que trabajaba desde una verdad tremenda. Fue verla y empezar a visualizar el tono de la serie y de la familia”, indica la directora, que cree que Aranburu “es muy valiente” a la hora de trabajar.

La propia actriz, sin embargo, admitió que cogió el proyecto con cierto miedo e inseguridad, ya que hasta ahora no había sido la protagonista de una producción de este tamaño y encima en castellano. “Tengo algo de complejo porque mi lengua materna es el euskera, pero todo ello desapareció al ponerme en manos de Alauda. Me dio la confianza que yo no tenía. Fuimos probando juntas y cada vez fue creciendo más la cosa y sintiéndome más cómoda”, aseguró Aranburu, que se define como una persona “muy perfeccionista”. “Me juzgo mucho trabajando y eso lo dejé de lado gracias a Alauda. Me sentí muy libre y fuimos por caminos que no sabíamos a dónde nos iban a llevar”, apuntó.

Para la azpeitiarra, una de las claves para entender a su personaje se lo dio una víctima real de abuso. “Me dijo que tú acabas por dejar a tu agresor, pero él nunca lo va a hacer contigo. Esa frase se me quedó grabada en la cabeza”, agregó. Ruiz de Azúa, por su parte, quiso poner el foco en el hijo mayor de ese matrimonio, interpretado por Miguel Bernardeau, alguien que “se da cuenta de que ha podido hacer daño a gente que quería y que, en cambio, pensaba que estaba protegiendo”. “Asumir eso y derribar las estructuras mentales que heredamos es muy complicado”, comentó.