El Athletic llega al tercer paréntesis del campeonato de liga emitiendo síntomas de saturación. En este sentido, no parece casual que cumplidas trece jornadas cuente con cuatro puntos menos que hace un año a estas alturas. Una diferencia asumible que no le impide mantenerse bien colocado en la clasificación, sexto, aunque aparezca integrado en un grupo bastante amplio: del quinto (Osasuna) al décimo (Girona), todos se hallan apiñados en un margen de tres puntos. Por delante figura el trío clásico de favoritos (Barcelona, Madrid y Atlético) y un Villarreal exento de competición europea que, con un partido menos, aventaja a los rojiblancos en cuatro puntos.
En definitiva, resulta innegable que a día de hoy la carrera por asentarse en la zona noble está muy concurrida. Una circunstancia que no debe sorprender, pues solo se ha cubierto un tercio del torneo, trecho insuficiente para conocer las auténticas posibilidades de los equipos. Será más adelante cuando el peso de la temporada y las capacidades de cada cual establezcan tendencias fiables y vayan aclarando el panorama.
En este sentido, merece la pena detenerse por un instante en lo que le aguarda al Athletic cuando se reanude la actividad. Desde el 24 del mes en curso hasta el 22 de diciembre, en su agenda constan los siguientes compromisos: Real Sociedad, Rayo Vallecano, Real Madrid, Villarreal, Alavés y Osasuna. Además, en ese tiempo afrontará dos citas de la Europa League, ante el IF Elfsborg, en casa, y Fenerbahce, a domicilio. Ocho encuentros en apenas treinta días, con la particularidad de que cuatro de liga serán contra rivales directos o que le anteceden en la tabla.
Sobre el papel, un tramo que pudiera arrojar luz como para efectuar una proyección a largo plazo. Cierto es que, en el ámbito continental cuenta el Athletic con una jugosa renta y si vence al cuadro sueco aseguraría el acceso a la siguiente fase. Otra cuestión es calcular el número de puntos que le evitaría la eliminatoria de ajuste, lo probable es que con trece aún necesite añadir alguno más.
Pero el foco se ha de poner sobre LaLiga, lo que realmente da de comer, como recuerdan desde todas las instancias del club. Valverde es uno de los que suele referirse a ello, pero en ocasiones da la impresión de que él mismo se desdice. Un ejemplo práctico sería lo sucedido la pasada semana, que incluyó tres compromisos: Betis, Ludogorets y Valladolid.
Previamente, el Athletic viajó a Mallorca, donde el bloque titular cosechó un triste empate sin goles tras casi ochenta minutos jugando contra diez. Al de seis días, recibió al Betis con cuatro cambios, dos forzosos por las lesiones de Jauregizar y Guruzeta, y devolvió al once a De Marcos y Vivian, dúo de habituales que descansaron en la isla. Frente a los andaluces no se pasó del empate, un marcador muy ingrato con el excelente fútbol de los rojiblancos.
A continuación, desplazamiento a Bulgaria, en teoría el más asequible, y allí solo se registraron dos variaciones, Gorosabel volvió a relevar a De Marcos, y Sancet, con un tobillo lastimado, cedió su lugar a Berenguer. El triunfo, en este caso inmerecido, y por la vía de la remontada conllevó un esfuerzo extra. Era obvio que, de cara al cruce de Valladolid, donde aguardaba un alma en pena, el técnico estaba obligado a transformar la alineación.
Le faltaba Iñaki Williams, víctima del exceso de minutos, y dejó en el banquillo a Vivian, Yuri y Galarreta, tres intocables, con Sancet, otro fijo, indispuesto. Recuperó a tiempo a Jauregizar y, menos mal, a Guruzeta, a quien recurrió a última hora ante el fundado temor a volver de vacío a Bilbao. Seis cambios de golpe que afectaron al funcionamiento colectivo, de por sí condicionado porque, se mire como se mire, no tener a tres de los cuatro titulares en ataque supone un problema.
Más todavía si se repara en que Nico Williams no es inmune al desgaste, como pudo comprobarse, no ya este domingo, pues el tema viene de lejos. En la media, Valverde se decantó por una fórmula inédita (Jauregizar, Prados y Unai) que tampoco debe extrañar que no cuajase, así que el experimento se saldó con un punto caído del cielo y, por tanto, con una oportunidad malgastada de avanzar en la competición prioritaria.