El Athletic concentró en un minuto la gracia y el acierto que le faltaron durante toda la tarde para evitar un descalabro en Bulgaria. En ese puñado de segundos, cuando el partido enfilaba su recta final, Iñaki Williams y Nico Serrano encadenaron sendos remates para compensar con creces una versión menor del equipo de Ernesto Valverde. Así se cumplió el pronóstico, a la tremenda, después de un dominio infructuoso que le puso en evidencia desde el arranque del encuentro. La sombra de la derrota le rondó desde el minuto veinte, cuando el Ludogorets tomó ventaja y se asistió a un ejercicio de impotencia de similares características al vivido hace diez días en Son Moix. En igualdad numérica esta vez, los rojiblancos sufrieron demasiado, más incluso que entonces porque el cuadro local dispuso de alguna situación propicia para incrementar su cuenta mientras el Athletic apenas generaba peligro.
La posibilidad del tropiezo en la Europa League cobró verosimilitud ante el deficiente trabajo desplegado por un Athletic que halló la salida del túnel en una fase que ya nada bueno auguraba. El Ludogorets aguantaba sin sufrir agobios las descafeinadas acometidas que indujeron a Valverde a agitar la formación. Y los cambios, tres de golpe y otro muy seguido, cundieron. Especial mención merece la influencia de un casi inédito Nico Serrano, quien hizo honor a la fama de goleador que le acompaña desde categorías inferiores. También la reubicación de Iñaki Williams resultó eficaz. Negado cuando partía de la banda, tardó casi un cuarto de hora en participar en el juego colocado como ariete, pero la primera que cazó, en un lance casi idéntico a uno de los goles que firmó ante el Espanyol, transformó el panorama.
Sacó de centro el Ludogorets, la perdió tontamente y Unai arrancó como un tiro hacia el área para servir a Serrano, que cogió postura y ángulo para cruzar lejos del alcance de Padt. Dos fogonazos para huir de las sombras por las que transitó el Athletic y garantizar su presencia en la siguiente fase del torneo. Se suponía que era la fecha adecuada para amarrar dicho objetivo, pero la cosa estuvo en el aire ante la ausencia de vigor y el nulo ingenio que presidieron las evoluciones del favorito. Por fortuna, la pegada del más fuerte asistió puntual a la cita para dar carpetazo al choque y condenar definitivamente las opciones del adversario.
Y acaso lo más curioso fue que Valverde no se guardó nada de salida. Quedó claro que desconfiaba de lo que pudiera ocurrir en el desplazamiento sobre el papel más amable de cuantos había deparado el sorteo. De otro modo, no se entiende que pusiera en liza su bloque titular, descontadas las ausencias forzosas, como la del tocado Sancet que cedió su lugar a Berenguer. De Marcos fue el único que pudiendo intervenir pasó al banquillo, el resto de los alineados fueron los mismos que el domingo anterior recibieron al Betis. Nunca se sabrá si el técnico acertó en su previsión de que el asunto podía torcerse porque se supone que de ninguna manera esperaría que el equipo diese un nivel tan bajo.
Lo cierto es que el rendimiento general desde el mismo comienzo permitió al Ludogorets llevar a cabo el plan trazado por Igor Jovicevic: cesión de la iniciativa, repliegue en terreno propio y exprimir la velocidad de sus delanteros a la contra, así de simple. Con otras palabras, asumió sin disimulo la superioridad del rival y actuó en consecuencia, consciente de que no le convenía una pelea frontal. Y los problemas del Athletic afloraron enseguida. Incómodo sobre una superficie que al principio provocó constantes resbalones y desequilibrios, movió la pelota sin precisión y con una lentitud para ganar metros que le impedía percutir en la defensa búlgara.
Así todo, sin proponer nada de fuste, Iñaki Williams se encontró con un par de balones para marcar en el segundo palo, pero empalmó defectuosamente ambos, siendo de lamentar el servido en un córner por Berenguer. Detalles que dieron paso al estreno en el apartado goleador del Ludogorets en la fase de grupos. En principio, el magnífico chut a bote inglés que Marcus agarró en la frontal tras un despeje a la salida de un córner fue invalidado por el linier, pero el VAR advirtió que Iñaki Williams habilitaba a Duarte, que se hallaba en la trayectoria del balón y molestaba a Agirrezabala.
En adelante, con más motivo, el cuadro local perseveró en su apuesta. Para qué cambiar. Ahora ya dependía del Athletic que el partido tomase un cariz distinto. Fue imposible. Las carreras de Nico Williams eran tan vistosas como improductivas, tampoco servían las apariciones de Berenguer. Los demás se embarcaron en una circulación de pelota inoperante que favoreció que el Ludogorets se fuese creciendo e intercalando contras inquietantes. A resaltar una escapada del autor del 1-0 que cerró la primera mitad. En el área contraria, un par de chuts de Berenguer, sencillos para Padt.
La tendencia no varió tras el descanso. Duah forzó una salida al límite de Agirrezabala y a continuación su remate, bien dirigido, lo sacó Paredes de cabeza. Quizá el portero no hubiese llegado. Vamos que el Athletic no despertaba y el entrenador realizó las sustituciones pertinentes. El Ludogorets fue cediendo metros, el cansancio empezaba a pasar su factura, pero seguía sin pasar apuros serios. Y entonces, emergió Iñaki Williams para hacer buena la rosca templada por De Marcos. Serrano se sumó a la fiesta y aunque el anfitrión buscó afanosamente el empate, pudo el Athletic mantener en tipo sin sobresaltos. Incluso sumó dos ocasiones más, una de Herrera respondida con agilidad por el portero. Misión cumplida, pero a costa de pasarlas canutas en el día más inesperado.