NA cojera en Bilbao al bajarse del autobús en el aeropuerto de Loiu antes de embarcar en el avión con destino a Sevilla, una imagen que se repitió un par de horas después a la llegada de la expedición del Athletic a su hotel de concentración en la capital andaluza y la ausencia de un parte médico, porque realmente no se trataban más que de unas molestias provocadas por la fatiga, como así desveló Rafa Alkorta en la mañana del viernes y confirmó por la tarde el propio protagonista, Iker Muniain, hicieron saltar las alarmas en la previa. Conocer el estado físico del capitán del Athletic, saber si estaría disponible para disputar la final de Copa ante el Barcelona, se convirtió en algo así como una cuestión de Estado. Desde el club confiaban en que sí, que este podría ser de la partida en su firme propósito por proclamarse campeón, y la margarita se deshojó una hora antes del inicio del choque. Su nombre figuraba en el once. ¿Cómo perderse una cita de tal enjundia? Quizá lo mejor, visto lo visto, habría sido echarse a un lado y dejar el puesto a algún compañero que sí estuviera al 100%.

Nunca se sintió cómodo el capitán en el terreno de juego. El Barcelona encontró por su banda una autopista por la que hacer muchísimo daño en el arranque del partido. Mikel Balenziaga estuvo solo ante el peligro, con Muniain desubicado, llegando tarde a la presión, incapaz de sostener a Dest, Mingueza y De Jong o cualquier otro futbolista que asomara por allí. Todos olieron sangre y se volcaron por ese costado. Contaron, además, con la inestimable ayuda de Pedri y Messi. Demasiados argumentos para un Athletic de suspenso. Pero de suspenso muy bajo. De cero, vamos.

Solo tocó cuatro balones Muniain, que al menos no falló ningún pase -el que no se consuela es porque no quiere€-, en un partido que exigía su mejor versión, pero como dos semanas atrás en el mismo escenario, el navarro estuvo muy muy lejos de parecerse al futbolista que ha demostrado que es en su carrera.

Tal era la incapacidad de Muniain que en el minuto 34 de partido Marcelino García Toral tuvo que mandar a calentar a Iñigo Lekue. Consultó el técnico el estado del navarro, que negó con su cabeza. Lo sorprendente fue que este pudiera finalizar la primera parte, pero su lento caminar hacia los vestuarios a la conclusión de los primeros 45 minutos, con aparentes síntomas de cojera además, no hicieron presagiar nada bueno. Y así fue, no volvió al terreno de juego en el inicio del segundo acto. Cogió sitio en la grada y desde allí sufrió el descalabro del Athletic con gesto serio, triste, apenado. El mismo que le acompañó durante la larga noche.

La final de Iker Muniain duró solo una parte, como la del Athletic. Algo parecido a lo que sucedió dos semanas atrás ante la Real Sociedad. Entonces, como anoche, el rival del conjunto rojiblanco dio un paso al frente a la vuelta de vestuarios para sentenciar el choque. Son ya cuatro las derrotas sufridas por el capitán rojiblanco en finales de Copa: 2012, 2015 y las dos de 2021. El Barça como denominador común y la Real Sociedad, el peor enemigo posible ante el que caer en la lucha por un título, se han cruzado en el camino de Muniain, al que no le quedó más remedio que recoger el trofeo que acredita que el Athletic es el subcampeón. Dos jarros de agua fría en solo dos semanas.

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La tristeza de los leones tras el desastre en la Copa

LA COPA, NI MIRAR

Anoche, al saltar al campo, el capitán rojiblanco no quiso ni siquiera mirar al trofeo de campeón, el mismo que se le resiste al Athletic desde 1984. Se habló mucho en la previa e incluso se le preguntó por ello al navarro, que tocó la copa en la final frente a la Real Sociedad. Dijo que lo consultaría con la almohada y parece que esta le dijo que no. Que ya fue suficiente con hacerlo una vez. Obviamente, la influencia de un acto inocente poco o nada tuvo que ver en el resultado del derbi frente a la Real, como tampoco lo tuvo anoche.

Muniain sufrió su cuarta derrota en otras tantas finales de Copa, tres de ellas frente al Barça y una contra la Real Sociedad

El navarro se retiró a vestuarios en el descanso medio cojo y siguió desde la grada, con gesto muy serio, la segunda mitad