Las proteínas desempeñan un papel fundamental en el buen funcionamiento del organismo y, en particular, en la salud del corazón. No solo aportan los aminoácidos necesarios para la reparación de tejidos y el desarrollo muscular, sino que también tienen un impacto directo en el sistema circulatorio y en el equilibrio de los niveles de colesterol. Según los cardiólogos, la calidad de la proteína que consumimos es tan importante como la cantidad.
Sustituir las fuentes de proteínas con alto contenido en grasas saturadas por opciones más saludables puede reducir de manera significativa el riesgo de infartos, hipertensión y otros trastornos cardiovasculares.
La recomendación de los expertos
Entre todas las fuentes disponibles, el pescado ocupa un lugar privilegiado en las recomendaciones médicas. Los especialistas coinciden en que se trata de la proteína más beneficiosa para el corazón gracias a su alto contenido en ácidos grasos omega 3, que poseen propiedades antiinflamatorias y ayudan a proteger las arterias.
Además, contiene menos grasas saturadas que la carne roja y es más fácil de digerir, lo que lo convierte en un aliado para quienes buscan mantener una dieta equilibrada.Cardiólogos subrayan que un patrón de alimentación conocido como dieta pescomediterránea, centrada en pescado, verduras, frutas, legumbres y cereales integrales, se considera hoy uno de los modelos más cardiosaludables.
Beneficios comprobados
Las investigaciones avalan la importancia de incluir pescado graso como el salmón, la caballa, las sardinas o el atún en la dieta habitual. Un estudio internacional reveló que consumir alrededor de 20 gramos diarios puede reducir el riesgo de sufrir una enfermedad cardíaca en un 4 %, mientras que quienes incorporan 225 gramos semanales muestran niveles más bajos de triglicéridos y un mejor perfil de colesterol.
Estos resultados se explican porque el pescado favorece el aumento del colesterol HDL o “bueno” y contribuye a reducir el colesterol LDL o “malo”, lo que se traduce en arterias más limpias y un menor riesgo de obstrucciones. Además, es una fuente rica en vitamina D, esencial para el fortalecimiento de huesos y músculos, y que también juega un papel importante en la regulación de la presión arterial y en la salud de los vasos sanguíneos.
Cambiar nuestros hábitos
Para los cardiólogos, la clave está en incorporar al menos dos raciones de pescado graso a la semana dentro de una dieta variada y equilibrada. No se trata de cambios drásticos ni de restricciones extremas, sino de elegir mejor las fuentes de proteínas que llegan al plato. Este pequeño ajuste en los hábitos de consumo puede marcar una gran diferencia a largo plazo, ya que no solo protege el corazón, sino que también mejora la energía, la concentración y la salud general del organismo.
En un contexto en el que las enfermedades cardiovasculares siguen siendo la principal causa de mortalidad en el mundo, adoptar medidas tan simples como incluir pescado con regularidad en la dieta se convierte en una estrategia eficaz, preventiva y al alcance de la mayoría.