Es bien sabido que los jugadores que cultivan una estrecha relación con el gol gozan de un tratamiento distinto, para lo bueno y para lo malo. Cuando los resultados acompañan, como ha sucedido en el Athletic en estas dos últimas temporadas, los delanteros acaparan la atención, llenan titulares, se consideran fundamentales y son los favoritos de una afición que les identifica como los principales artífices del éxito. En realidad, la industria del fútbol está montada para que así sea: el gol es sinónimo de victoria y sobre todo de espectáculo.

La televisión repite cada remate que acaba en la red hasta el aburrimiento. Hay una tendencia cada vez más exagerada a simplificar lo que es el juego, pero la realidad desdice este enfoque. Lo conseguido este año por el Athletic lo demuestra: la fiabilidad defensiva ha compensado sobradamente el descenso de la puntería. También un año antes el balance en área propia fue clave para que la eficacia ofensiva, superior a lo habitual, cundiera como lo hizo.

En definitiva, la defensa y la media, el equipo en su conjunto merece idéntica consideración, a la par de los atacantes. Solo así se entiende el porqué de una trayectoria, positiva o negativa.

La ampliación hasta 2031 del contrato de Jauregizar, que vencía en 2027, encaja con una visión más acorde a lo que es la competición. Dado que el fútbol da muchas vueltas podría parecer desmedida, no en vano se trata de un novato en la categoría, pero está bien aquilatada. Viene a profundizar en la senda abierta un año atrás, cuando Prados, otro que se estrenaba en el equipo, prolongó su vínculo para seis años más, asimismo hasta 2031. Jugadores de sus condiciones, que aúnan despliegue físico, sentido táctico y manejo, constituyen la mejor inversión de futuro para el club, aunque no metan goles.