Confieso sentirme desbordado cuando las boutades de algunas figuras políticas tocan la fibra sensible que da forma a aquello que considero importante. Y sin menoscabo de la indignación que me produjeron las declaraciones de Ayuso sobre el euskera, considero importante responder con mesura y, si ello es posible, con una cierta elegancia. Hay un detalle que da profundidad a este discurso. Mi heredero se llama Jon. Y puedo asegurar que fue una decisión que mi compañera de viaje y yo mismo tomamos de forma natural. Sabíamos que era Jon y no había más alternativas. Como sabíamos también que toda su educación sería en euskera y en la escuela pública vasca. Son elecciones de vida que no espero que entienda una política venida a más que supura mensajes teledirigidos con objetivos espúreos. Cierto es que lo que vende en Madrid se queda en la capital borbónica y tiene muy poco recorrido en Euskadi y Catalunya, que es a lo que vamos. Pero preocupa que sus afines locales, tanto en este terruño como en el catalán, sigan el modelo ayusiano de agitar las aguas en las que ellos se encuentras muy cómodos. Estaremos atentos, la renacionalización que proponen huele a rancio españolismo al que seguiremos enfrentándonos desde una postura que tiene que asumir que están envalentonados y atacan con todo. Y en eso llega Aznar ultramotivado. Que nos esperen que estaremos a la altura.
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