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El sacacorchos

Jon Mujika

Cruceros y un capitán que zarpa

LOScruceros, los barcos en su extensión más amplia, afrontan nuevos retos y desafíos para los tiempos venideros. La digitalización, la irrupción de la inteligencia artificial, la descarbonización del transporte marítimo o la incertidumbre geopolítica son cuestiones que flotan sobre las aguas. Los cambios llegarán, permítanme el juego de palabras, a velocidad de crucero. De momento, permítanme que me detenga en el incremento de los atraques anunciados y en un capitán que zarpa.

Ayer se supo que se prevé una mar bella en el Puerto de Bilbao donde se ha iniciado una nueva temporada de cruceros en la que prevé superar las 90 escalas en sus instalaciones de Getxo, una cifra récord superior a la del año pasado, en el que se recibieron 81 cruceros. Asimismo, se espera recibir en más de 150.000 turistas a bordo, frente a los 137.477 cruceristas de 2024. Como les decía antes, la Autoridad portuaria afrontará la navegación de nuevos desafíos: la arribada de cruceros con esloras comprendidas entre los 104 y 340 metros, la participación en Seatrade Cruise Global, la feria internacional más importante que se celebra en abril en Miami y la segunda fase de la electrificación de muelles, extendida a los muelles de cruceros.

Son buenas e intensas cargas para la última singladura de Ricardo Barkala, un capitán que zarpa tierra adentro. No en vano, ayer anunció su despedida del timón de la Autoridad Portuaria, un adiós que no será inmediato sino a paso sereno, como siempre ha sido Ricardo, un hombre que ya mira la costa con un deje de nostalgia. Echará de menos la mar, lo sabe, pero ha preferido no zarpar en un viaje hacia el futuro del país que anuncia más de una década de travesía. Ricardo, que es un viejo lobo de mar, ha visto que era preferible que se enrolase una tripulación con nuevos bríos. Se quedará por un tiempo para dar el relevo como mandan los cánones, para transmitir sus conocimientos y experiencia, para arrimar el hombro. Lo anunció ayer con un deje, como les dije, de nostalgia y la transmisión, en el gesto, de un indisimulado orgullo. No en vano, seguro que ha superado bravas tempestades e insufribles mares calmas pero su singladura entra en puerto, con el barco sin averías y con la sensación de que el viaje ha sido una hermosa aventura. Se acaban, para él, los Siete Mares que tanta literatura; empiezan los días serenos y el regodeo en un inmenso océano de recuerdos.