La felicidad no se alcanza, por lo general, con grandes golpes de suerte, que suelen ocurrir pocas veces, sino con pequeñas cosas que ocurren todos los días. Cuando no sepas qué ponerte, amigo, ponte feliz. Pega con todo. Visto así, uno diría que es más el camino que el destino. Les hablo sobre esta condición ahora que acaban de anunciarnos que Euskadi avanza en el progreso social colocándose en los puestos nobles de las regiones europeas. El IPS (Índice de Progreso Social) tiene en cuenta cuál es el potencial de crecimiento y desarrollo a nivel humano que tienen los protagonistas de un lugar cualquiera por medio del aprovechamiento de los recursos de que dispone.

¿Qué varas de medir se emplean para realizar estos cálculos? Hablan de 52 indicadores con los que aprecian si están cubiertas las necesidades básicas de la población: su alimento, refugio, seguridad, acceso a la atención sanitaria, educación, y el impacto de un medio ambiente sano en sus vidas. Es como si se pasase la vida por un scaner para ver el estado general de ese cuerpo y se sacase un diagnóstico de ese estudio.

Con suerte alguien estará leyendo esta reflexión, qué sé yo, frente a un desayuno nutritivo bajo el techo de su vivienda, en el transporte público que le lleva a su trabajo, tranquilo y con buena salud –¡ójala!–, con capacidad de comprensión o al aire libre, sin problemas para respirar. Todo ello es posible. Y más de una persona pensará que bueno, que sí, que es un día cualquiera. Discútanselo. No es un día cualquiera, es un día de tu vida, uno de los importantes. ¿Qué pasaría si mañana nos pusiésemos todos contentos sin preguntarnos por qué? Acaban de decirnos que progresamos y de inmediato surge la comparación con otros pueblos. ¿Hace falta algo así? Nos han dicho que tenemos razones para ser felices. ¡Venga, a disfrutarlo!