Entre divertido y estupefacto me he pasado dos días desde que Núñez-Feijóo quiso sacar la pata tras respaldar la insultante arrogancia de Díaz Ayuso hacia el euskera y el catalán. Llegó a Bilbao siguiendo la tradición de Aznar, que pretendió convencernos de que hablaba catalán en la intimidad. Yo le imaginé diciendo cochinadas con acento de l’Empurdá a Ana Botella, pero ni entonces era creíble ni ahora que su sucesor reproche que se hable euskera y a las 24 horas descubra el tesoro de la diversidad cultural. En el rincón oscuro en el que vive el PP cree que la falta de luces la tenemos los demás.
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