"No sé si se valora lo suficiente todo lo que está haciendo Hamilton". Es una reflexión vertida en el contexto del Gran Premio de España por Fernando Alonso, el campeón que sucumbió en la temporada de debut en la Fórmula 1 del piloto británico. El asturiano comprobó antes que ninguno el talento que atesora el ahora heptacampeón, a quien el éxito no le ha cegado. Como dijo Juan Manuel Fangio, "debes siempre esforzarte para ser el mejor, pero nunca debes creer que lo eres". El de Stevenage asegura que a sus 36 años sigue tratando de progresar. Persigue una perfección a la que nadie nunca llegará, pero no se rinde en esa cacería. El ser humano es débil, es vulnerable. El éxito seduce. Enamora a uno de uno mismo. Deforma, relaja y confunde, lo que lleva a empeorar. Admitir imperfecciones y también dejarse asesorar por el criterio ajeno es la única vía hacia el crecimiento. Lewis lo asume.

Hamilton es un virtuoso. Pero su ego no trasciende las fronteras de su responsabilidad. Cuando su equipo tiene una perspectiva global de lo que sucede en una carrera, y ello lleva a una propuesta que el piloto no comparte, sabe aceptar la visión ajena. Acata. Es inteligente. Solo asumiendo esta fragmentación de responsabilidades se entiende el éxito de Lewis Hamilton y de Mercedes. Piloto y escudería respetan sus parcelas. En el Circuit de Catalunya-Barcelona, ante 1.000 espectadores en las gradas, vencieron de la mano. La táctica fue brillante, pero el piloto la hizo funcionar. Una combinación ganadora.

La ventaja de la pole número 100 le duró una recta a Hamilton, que en la primera curva cedió ante la agresividad de Max Verstappen. El bravo líder neerlandés sostuvo una distancia máxima de 1,5 segundos antes de completar su primera parada (vuelta 22 de las 66 pactadas). Hamilton paró cuatro vueltas después y cayó a los 5 segundos de desventaja. La reacción del británico fue inmediata: en cinco giros redujo 4 segundos. Es decir, se colocó a distancia de DRS. Un acoso.

En pleno ecuador de la prueba, Verstappen lideraba con Hamilton como una prolongación del Red Bull. "Es insano. Ellos tienen mucho más grip", reportó Mad Max, que a pesar de padecer de agarre se defendía inexpugnable. El trazado ayudó, porque es una ratonera; ver adelantamientos es como ver unicornios.

Mercedes veía la batalla desde la loma. Hamilton estaba en el fragor del combate proyectando sensaciones positivas. El más mínimo falló del rival le devolvería a la cabeza. Pero su visión era de corta distancia. Mercedes le mandó a realizar un segundo cambio de neumáticos. El británico no lo vio claro. Pero obedeció. A la postre le daría un holgado triunfo.

Red Bull, tardío de reflejos, dejó a Verstappen en pista y con la obligación de completar la carrera tras una única parada en boxes. Una agonía para acabar descalzo. "Al hacer ellos una segunda parada supe que se había acabado", valoró Mad Max. Mientras, Hamilton se vio en la tesitura de tener que recortar 22 segundos en apenas 20 vueltas. Le sobraron prácticamente seis giros. Verstappen cobró forma de caracol. Hamilton se hizo guepardo. Y lo que había sido una carrera tremendamente ajustada terminó siendo algo abrumador. "Fue gracias a una gran apuesta del equipo", resumió Hamilton, que venció por quinta vez consecutiva en Montmeló. La genial táctica, ejecutada con diestras manos al volante, determinó el resultado. Es lo que diferencia a Mercedes, que jamás se acomoda en los laureles del éxito.

A Verstappen, que sumó su tercer segundo puesto en cuatro carreras -la otra la ganó-, le quedó el consuelo de la vuelta rápida. Aprovechó el margen para una parada extra y se llevó el punto. De este modo, Hamilton se escapa a 14 puntos con su tercera victoria de la temporada; la número 98 de su trayectoria. "No estamos donde queremos estar. Ahora mismo somos un poco más lentos", expresó Verstappen, quien admitió que "comparado con el año pasado hemos dado un salto adelante". Es evidente.

Ayer domingo se celebró la cuarta prueba del campeonato y, de nuevo, Hamilton y Mercedes tuvieron que exprimir todas sus virtudes para obtener ventaja. Mad Max sigue pisando los talones. Valtteri Bottas, ayer tercero, con el mismo coche que Hamilton aún no ha logrado batir al neerlandés. Una muestra de que el protagonismo de Hamilton no lo acapara cualquiera. Su hambre y ganas de mejorar no cesan. Cierto es que Verstappen debe rozar la perfección para fabricar opciones de victoria. Pero ahí ha estado, siempre cerca e incluso delante.

Sainz es 7º y Alonso, 17º

En el G.P. de España hubo variedad de decepciones. Los anfitriones Carlos Sainz y Fernando Alonso naufragaron. Fueron séptimo y decimoséptimo, respectivamente. Lejos de sus compañeros: Leclerc fue cuarto con el Ferrari y Ocon, noveno con el Alpine. Justo es decir que la escudería francesa hundió a sus pilotos con planteamientos improcedentes. "Hay mucho trabajo por hacer en la estrategia y en la elección de los neumáticos", dijo Alonso, que a título personal admitió que debe "seguir aprendiendo de la filosofía del coche". "Lo haré mejor y las cosas acabarán saliendo bien. Hay que ir paso a paso. Trabajaré en todo lo que debo mejorar", declaró.

Norris, que venía de sumar tres Top 5, fue octavo; por primera vez fue batido por su compañero en McLaren, Ricciardo, quinto. Aston Martin sigue sin explotar las bondades del motor Mercedes; se quedó fuera de los puntos con Stroll y con Vettel, ambos también condenados por las decisiones de su escudería.