BILBAO - “El odio tiene mala fama, pero no pasa nada por odiar”, explica Ismael Serrano, que lanza en esta entrevista dardos a la izquierda fraticida, a Vox y al machismo, el racismo y el fascismo. El cantautor madrileño presentará su último disco, Todavía (Sony Music), en el Teatro Arriaga, este domingo, en solitario y formato acústico. “A veces, menos es más”, asegura el autor de Papá, cuéntame otra vez.

Van dos discos en directo seguidos, uno muy vestido y este último, en solitario y acústico. ¿Es una reacción al anterior?

-En el anterior era importante hacer una puesta en escena importante con una gran banda, como de musical, para festejar viente años de música. Y este reciente, como nunca había tenido la posibilidad de grabar en vivo solo con voz y guitarra... me apetecía hacerlo.

Y está lejos de ser un concierto convencional.

-Así es, está grabado en una casa, rodeado de amigos y en un espacio muy íntimo. Es como una guitarreada entre amigos.

Ahí deja claro que se grabó en Buenos Aires, en la desembocadura del Guaraná, ¿verdad?

-(Risas). Así es, en Trigre, en la provincia de Buenos Aires. Allí le llaman guitarreada al acto de tocar la guitarra entre amigos. Fue algo muy especial, ya que la naturaleza y los pájaros acabaron siendo parte de la grabación. Se les oye, al igual que a la lluvia. No reparamos en ello, pero imprime magia al concierto.

Más naturalidad, imposible.

-Es que esa naturalidad le da un calor orgánico y real al folk, a la música popular. Queríamos plasmar esa sensación de directo y cercanía. Lo que se oye es lo que pasó en aquella casa, junto a unos 15 o 20 amigos.

¿Le hicieron peticiones o había un guion previo claro?

-Yo tenía claras las canciones, pero grabamos mucho más de lo que se editó finalmente; y en varios pases, desde la mañana hasta la noche. Se podía haber hecho un doble CD, pero quería algo recogido y sencillo.

En el repertorio se ha alejado de las canciones más obvias.

-Es que me apetecía recuperar algunas que no tocaba hace tiempo; y no sé por qué razón. Puede ser una cuestión de hábito, pero grabarlas me ha dejado claro que también son importantes en mi vida aunque solo las cantara en una gira. Me cuesta mucho elegir qué canciones cantar.

¿Se siente culpable de haber arrinconado alguna?

-(Duda). Sí, reconozco que me he preguntado por qué algunas no se tocaban. Es el caso de Sin ti a mi lado, que recuperé tras oírsela cantar a Andrés Suárez.

El listado incluye un tema inédito: ‘Crucé un océano’.

-Para darle un toque de novedad. Es una canción que habla de la distancia y de los viajes que, además, iba bien grabarla en Argentina. Y en ella voseo (risas). Digo vos, en lugar de tú. Incluyo también una versión de Palabras para Julia, que se quedó fuera en el anterior.

La poesía nunca falta en su repertorio, de la de Neruda a Víctor Jara, Gil de Biedma, Goytisolo...

-Y la de Machado, Benedetti y tantos otros. Me alimenta como persona y artista. Hay una conexión entre la canción de autor y la poesía, es algo tradicional y esa canción citada y cantada por Paco Ibáñez es la prueba.

Volviendo al formato acústico y en solitario, el tópico dice que menos es más. ¿Y más difícil también, en ocasiones?

-Sí, es un reto. A veces sí, menos es más por la contención a la guitarra, las dinámicas que estableces, los tiempos son menos rigurosos... Permite más elasticidad e improvisación, aunque estás más expuesto y los errores son más evidentes. Aunque creo que las imperfecciones son también música.

El disco puede verse también como un regreso a sus orígenes.

-Sí, es así, pero para poner sobre la mesa lo que uno ha aprendido como guitarrista, cantante e intérprete. Me expreso de otra manera y quería hacer balance con este reto.

¿Qué destacaría de esas mejoras?

-(Largo silencio). Decir las cosas sin tanta urgencia en el escenario, medir más los tiempos y los silencios, y no ser tan solemne y rotundo. Creo que la contención es importante. De los concursos musicales de televisión me llama la atención cómo se proyecta la voz. Se creen ser mejores cantantes al cantar alto y buscar el alarde vocal.

¿Cómo se traslada el disco al directo, hay una escenografía especial?

-Hay escenografía sí, con una puesta en escena diferente. Nos adecuamos a los espacios escénicos y hay un guión que me permite explicar las canciones... aunque se rompe al adecuarnos a la respuesta del público.

Ha escrito un libro de relatos, ‘El viento me lleva’. Adelántenos algo.

-Es un libro de historias y relatos que, al principio, tendrían que ver con mis viajes como músico. Luego, salieron otros relacionados con viajes de otras personas, viajes pendientes de gente que sueña con viajes. Tienen que ver mucho con mi música y se entrelazan entre ellos. Son como matrioshkas, encierran muchas historias. Estoy contento y expectante.

Se involucró también en el cine... Aquí se pasa a navaja al autor que se atreve con otra disciplina artística. ¿No lo teme?

-Es una cuestión de naturalidad e inquietud; y además, me resulta divertido. Explorar otras vías de expresión artísticas nace de la curiosidad y de la osadía; y más en un lugar como este, donde no se perdona el supuesto instrusismo en territorios que parecen destinados a una élite. De hecho, los relatos del libro tienen un fuerte componente cinematográfico.

¿Irían bien para una serie?

-¡A ver si alguien se anima! Le estoy echando un poco de cara (risas). No dejan de ser historias, y yo soy un contador de historias. Son solo diferentes perspectivas.

Canta “no todo está perdido”. ¿Qué le da más miedo, las guerras fraticidas de la izquierda o el ascenso de Vox?

-Esas guerras no son de ahora y creo que están conectadas con el ascenso de Vox. Tienen que ver con los malos resultados electorales. El problema es que todo el mundo cree tener soluciones, lo que hace que nadie dé un paso al lado o delegue. Somos una generación muy individualista e incapaz de negociar con el colectivo. Y luego está esa tradición conspiratoria que arrastra la izquierda. Me preocupa todo de esta crisis que viene de lejos y que ahora tiene a Vox como síntoma de un sistema que busca enrocarse para mantener el status quo. Es la respuesta a la reacción de la ciudadanía ante un modelo social que no responde a sus inquietudes.

Una respuesta muy bestia y primitiva ¿no cree?

-Los partidos tradicionales deberían preguntarse cómo hemos llegado a normalizar ciertas actitudes y discursos que tienen que ver con machismo, la xenofobia y otras tantas cosas que antes no era normal oír. Daba cierto pudor hablar en esos términos tan reprobables. Pero el votante de Vox es el de la derecha, solo que antes votaba a otras opciones.

Tiene una canción titulada ‘Te odio’. Sin tener nada que ver con lo que estamos hablando, ¿el odio puede ser un revulsivo, un instrumento de cambio?

-El odio tiene mala prensa, pero no pasa nada por odiar. Otra cosa es que sea el motor de tu vida.

¿Hay gente que se merece nuestro odio?

-Yo creo que sí. Yo odio el machismo, el racismo, el fascismo... ¡Y no pasa nada, siempre que no te lleve a cuestiones criminales o reprobables!