El cielo gris y la lluvia que dominaban la mañana parecían poner en duda los planes. Sin embargo, poco antes de las 15:30, el viento cambió, las nubes se abrieron y el sol asomó tímidamente sobre la costa de Getxo. Fue justo en ese momento cuando doce niños con discapacidad intelectual, acompañados por seis personas voluntarias, subieron a bordo de varias embarcaciones para iniciar una salida en vela que terminó siendo mucho más que una actividad de ocio: fue una experiencia de superación, conexión y auténtica alegría.

La jornada había comenzado horas antes. Desde la mañana, el grupo viajó en metro hasta Getxo para disfrutar de un día entero de convivencia, exploración y juegos al aire libre. Pasearon por el puerto, comieron en grupo y se empaparon del ambiente marinero antes de llegar a uno de los momentos más esperados del día: la excursión en vela. La emoción era tal que muchos niños no querían esperar ni un minuto más para subir al barco. Al ponerse los chalecos, los nervios eran evidentes: risas, miradas cómplices y esa energía contenida que solo se libera cuando comienza una aventura.

La actividad se organizó en cuatro grupos mixtos, formados por entre cuatro y cinco personas cada uno, mezclando a los niños con los voluntarios y con personas del club de vela, fomentando así un entorno verdaderamente inclusivo. Durante la travesía, compartieron timón, conversación y silencios, mientras el mar ofrecía un escenario único para que cada participante descubriera algo nuevo de sí mismo y de los demás.

Esta salida forma parte del Programa de Verano de Gorabide, la asociación de familias de personas con discapacidad intelectual de Bizkaia, que desde 1962 trabaja por la inclusión plena y el bienestar de este colectivo. "Lo que pretendemos con nuestros programas de ocio es dar respuesta a las necesidades de ocio y tiempo libre de personas con discapacidad intelectual como un ámbito importante en la vida de todas las personas", explica Laura Cabezas, responsable de ocio de la entidad.

Necesidades personales

El programa se organiza con una clara vocación de adaptar las actividades a cada persona. "Cada actividad que se va a llevar a cabo tiene un trabajo organizativo previo, en el que hay que casar las necesidades y características de las personas participantes con las de la propia actividad y del recurso que se va a utilizar", detalla Cabezas. Y añade, "Nosotros hablamos mucho de accesibilidad cognitiva. A veces pensamos solo en rampas o ascensores, pero también es importante que, por ejemplo, en una visita guiada, el guía conozca las características del grupo y adapte la actividad para que fluya bien".

Durante los meses de julio y agosto, Gorabide impulsa estancias de siete días en diferentes destinos turísticos de Euskadi y otros puntos del Estado, además de salidas de día como la de Getxo. Se trata de propuestas pensadas para romper la rutina, compartir y descubrir. "Intentamos que las actividades sean atractivas para las personas con discapacidad intelectual, que les permitan hacer cosas diferentes a lo habitual. También buscamos que haya un componente de contraste personal: que descubran qué cosas les gusta hacer, cuáles no, y así conocer sus propias preferencias e intereses", destaca Cabezas.

Voluntarios

En la organización participan voluntarios y voluntarias que conviven y se implican en cada grupo, reforzando los vínculos y favoreciendo un ambiente cercano. "El grupo lo conforman tanto personas voluntarias como usuarias, y entre todas se decide qué hacer. Se trata de pasarlo bien, hacer actividades agradables y atractivas para la gente", resume.

Es el caso de Sarai Gámez, que participó en la salida a Getxo. "Empecé hace muchos años, cuando estudiaba la carrera de Educación Social, y lo hice un poco para conocer el colectivo de personas con discapacidad, que no lo conocía de antes", cuenta. Lo que comenzó como una experiencia formativa se convirtió con el tiempo en algo mucho más profundo. "Lo que más me llena de ayudar es conocer a las personas, sobre todo a quienes tienen más necesidades y no se pueden comunicar. Con el tiempo, vas conociéndoles y ya sabes lo que significa cada gesto. Eso es muy bonito".

El voluntariado también le ha enseñado a relativizar y a encontrar recursos personales ante las dificultades. "A veces tenemos problemas y no sabemos cómo afrontarlos, y ellos me han enseñado que se puede", afirma con convicción.

Gámez acompaña a un grupo de adolescentes, una etapa vital en la que muchas veces las relaciones sociales pueden ser más difíciles. "Con el grupo con el que estoy yo, que son más adolescentes, a veces no pueden relacionarse con gente de su edad que no tiene discapacidad. Estos grupos les ofrecen esa oportunidad". Una oportunidad para crear vínculos reales y compartir experiencias en igualdad. "Al final, hacen lo que cualquier persona sin discapacidad puede hacer: disfrutar del ocio como todo el mundo".

Actividades adaptadas

Las actividades se reparten de lunes a domingo, por la mañana y por la tarde, y se agrupan según edades capacidades y gustos. "Un grupo de veinteañeros pueden ir a un centro de colchonetas, mientras que personas de 50 o 60 años quizá prefieren merendar, ir al cine o conocer algún lugar", explica cabezas.

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Gorabide defiende que el ocio no es un lujo, sino un derecho fundamental que forma parte de una vida digna y plena. Por eso además de organizar programas adaptados, trabaja durante todo el año en programas de sensibilización y valoración de accesibilidad. "Queremos que se sepa que también es nuestro derecho disfrutar del ocio y que también estamos aquí", subraya Cabezas.

La actividad en Getxo fue solo una más dentro de un calendario estival repleto de propuestas. Pero dejó huella. Mientras las velas se hinchaban con el viento de la tarde y las embarcaciones se alejaban del puerto, las sonrisas a bordo eran el reflejo perfecto de lo que significa la inclusión cuando se convierte en experiencia real: compartir, disfrutar, pertenecer.