Dos equipos sin chispa, incapaces de brindar alegrías a sus aficiones con un mínimo de regularidad, protagonizan esta tarde un partido que por tradición otorga gran relevancia al factor mental y cuyo desenlace, a diferencia del resto de los compromisos, suele producir un efecto que tarda más en digerirse, aunque este proceso tenga sus particularidades en cada bando. Esto es el derbi vasco por antonomasia, en una edición muy condicionada por la mediocridad que viene caracterizando a Real Sociedad y Athletic Club. Solo la fecha de su celebración contribuye a aligerar la carga dramática de una cita que, sin embargo, como se ha apuntado, puede implicar consecuencias indeseadas, incluso irreversibles.

La escasez de luces se ha convertido en el denominador común de los equipos al cabo de diez jornadas. Lo de la Real sería más preocupante, por puntuación e imagen, pero también más comprensible que la flojera que afecta a un Athletic desconocido porque viene de firmar dos campañas pletóricas. Nadie puede garantizar que imponerse al vecino transforme la realidad que a día de hoy se vive en Zubieta o Lezama, pero seguro que el perdedor acusará el golpe. Son reflexiones elementales que, según las leyes que rigen en el fútbol, afectan de lleno a los entrenadores.

De entrada, la posición de Sergio Francisco no se asemeja a la de Ernesto Valverde. Si las situaciones clasificatorias de sus equipos no son comparables de momento, menos aún lo es la trayectoria y el prestigio. El técnico del Athletic goza de un crédito, si no ilimitado porque tal cosa no existe en la competición de élite, sí amplísimo, labrado en tres etapas en el club y culminado con dos plazas continentales y un título de Copa.

El responsable de la Real acaba de llegar al cargo, su bagaje al completo le vincula a las categorías inferiores y, para qué negarlo, ha heredado una patata caliente. Suceder al técnico que tuvo al equipo en Europa durante un lustro y encima arrebató una Copa precisamente al Athletic, no es broma; menos si ha de gestionar un plantel descapitalizado y con varios teóricos pilares barajando una salida este pasado verano. De nada de esto es culpable Sergio Francisco, pero sumado a lo que le está costando al equipo conectarse al campeonato compromete su continuidad.

En mentideros próximos a la Real se menciona sin recato una iniciativa activada para asegurar un relevo de prestigio en el banquillo. Una derrota esta tarde puede ser interpretada por el presidente como la excusa ideal. Ahora bien, la victoria otorgaría a Francisco un sólido refuerzo moral por la pasión que el derbi enciende en el entorno txuriurdin.

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Un nuevo tropiezo del Athletic trasladaría el marrón a toda velocidad al otro lado de la autopista, donde se percibe una tensa calma y un innegable desagrado por la imagen del equipo. En la rueda de prensa que ayer ofreció Valverde salieron temas poco habituales: la reunión en el vestuario de principio de semana, las críticas hacia diversos estamentos, una dinámica de resultados que ha de atajarse de inmediato… El míster llegó a admitir el bajón anímico experimentado tras el deficiente nivel dado ante el Getafe o que puntuar de tres en tres se ha convertido ya en algo urgente.

Nada que no se sepa o se pueda imaginar sin que lo mencione Valverde, la diferencia estriba en que hasta ahora se dedicaba a hablar de cuestiones menos inquietantes. Y el problema es el mismo desde septiembre: la plantilla no emite señales que inviten a confiar en una reacción, más bien sucede al revés. En la Real se masca la preocupación, pero en el Athletic el horno tampoco está para bollos. De ahí que, pese a que el miércoles juegue en Newcastle, no parece el día indicado para que Valverde se guarde nada ante el vecino. Areso y Paredes pueden ser las novedades de salida en lugar del lesionado Lekue y Laporte, quien ha enlazado cuatro titularidades y tenido alguna molestia.