Sufrida victoria de un Athletic que se complicó la existencia de mala manera cuando tenía todo a su favor para zanjar su pulso con la UD Las Palmas. La tarde tuvo de todo, una mala noticia después del arranque ofrecido por los rojiblancos, que se adelantaron con dos goles y una exhibición de suficiencia que no auguraba las angustias posteriores. La expulsión de Jauregizar, con más de media hora por delante, complicó en exceso la empresa y pudo haber costado cara. El anfitrión renació y apuró unas opciones que ni olió en la primera mitad. No anduvo lejos de equilibrar la contienda, marcó dos goles que dejaron en mal lugar a Agirrezabala, pero el Athletic aguantó el tipo merced a un lance aislado, en su única llegada al área canaria tras el descanso, culminado por Paredes.

Demasiada intriga en un encuentro que demostró con nitidez la distancia entre los contendientes. El Athletic ejerció la superioridad que debe plasmar en este tipo de viajes, hasta que se quedó en inferioridad. Es verdad que bajó el pistón antes, pero tampoco extrañó que adoptase un perfil más reservón con un 0-2 y ante la manifiesta impotencia del Las Palmas. Luego le tocó resistir frente a un equipo con buen manejo, virtud que contra diez y con el ánimo recuperado al marcar el 1-2 desarrolló con criterio para acariciar la igualada. Así transcurrieron una fase interminable, con el equipo de Valverde hundido en el área para soportar un auténtico asedio.

Por fortuna y gracias asimismo a la aplicación colectiva, liderada por un Vivian impresionante, los tres puntos volaron hacia Bilbao. Era imposible imaginar un desenlace distinto establecida la ventaja de dos goles, pero los errores gruesos suelen pasar factura. En este caso, el asunto no pasó a mayores, aunque es una pena que un duelo encauzado exija semejante desgaste.  

La fulgurante salida parecía indicar que el Athletic dejaba liquidado el compromiso. Intenso y vertical, desarboló al cuadro amarillo, paralizado ante su ambiciosa propuesta. Se asistió a media hora redonda, de fútbol fluido y profundo, con Sancet de jefe y el resto enchufado para morder, robar rápido y condenar a la UD a no salir de su terreno. Una puesta en escena que trajo a la memoria muchas de las actuaciones de la temporada anterior. 

No cabe obviar que los canarios fracasaron con su respuesta pues, aparte de no gozar en absoluto de la posesión, no supieron qué hacer para interrumpir la avalancha rojiblanca. Un dato significativo al respecto: la primera falta que les señaló el árbitro fue en el 23 y es que siempre llegaban tarde. Para entonces, el Athletic había fabricado cinco llegadas peligrosas. Una valió para que Sancet anotase su tercer gol del curso. La acción nació de un pase largo de De Marcos sobre la carrera de Iñaki Williams, que apuró para trazar un centro raso; Guruzeta dejó pasar, arrastrando consigo a dos defensas, y Sancet irrumpió para rematar a placer previo control que le asegurase la culminación.

Solo unos segundos antes, Las Palmas también amenazó con un doble remate de McBurnie y Kirian, que Agirrezabala acertó a desbaratar, el segundo en posición muy comprometida. Este lance pudo dar a entender que se registraría un intercambio de golpes, pero lo que vino a continuación fue un monólogo del visitante. El equipo venía de dos semanas limpias y registró cuatro variaciones, la mayoría previsibles: Paredes por el lesionado Yeray, De Marcos en lugar de Lekue y el añorado Galarreta por Herrera. Lo inesperado fue que Jauregizar supliese a Prados, ello supuso el estreno de una pareja en la media.

Todo funcionaba. La anticipación, las transiciones, la diversificación de los ataques, en suma, el Athletic se gustó y deleitó a su parroquia. El 0-2, gestado tras un envío largo de Paredes que obligó a Cillesen a abandonar el área, brindó una veloz pared entre los Williams que el pequeño resolvió con un toque sutil, una virguería. Las Palmas apretó los puños para salir del atolladero y Kirian rozó el gol, evitado al límite, sobre la línea, por Paredes. El aviso no fue a más, con el Athletic bien plantado.

Carrión trató de agitar con dos relevos a vuelta de vestuarios, pero el primer remate lo protagonizó, tras robo, Iñaki Williams. No se observaban señales que sugiriesen un vuelco, hasta que Jauregizar, que ya se había cargado con una amarilla estúpida, derribó a Sandro por la espalda. El árbitro le sacó roja, pero era evidente que la expulsión se la ganó a pulso. Valverde ya tenía preparado el ingreso de Prados, seguramente para dar respiro a un Galarreta muy cansado. No solo metió a Prados, también a Vesga y con el 1-2 en el marcador, pues el portero se tragó el pepinazo de Sandro. Entró por encima de su cabeza.

Comenzaba otro partido: Las Palmas se quedó con la pelota y cargó la mano con un segundo ariete. El panorama adquirió tintes preocupantes, el Athletic apenas se sostenía por acumulación de personal en torno al área, con el rival elaborando mucho cada ataque bajo la batuta de Kirian. Pudo empatar Fabio, luego Silva, replicado por Agirrezabala. Aquello tenía muy mala pinta. Valverde metió otro par de cambios con la idea de estirar el bloque y eludir un agobio permanente.

Una cabalgada del irreductible Yuri provocó un córner. Y el alivio pasajero se tradujo en un estallido de alegría: Prados abrió de nuevo a banda y Berenguer templó un centro precioso, Iñaki Williams conectó defectuosamente en boca de gol, pero el balón le cayó a Paredes, que solo tuvo que empujar. Aún hubo otro giro de guion cuando Kirian facilitó el cabezazo de Álex, beneficiado por la salida a destiempo del portero. El tesón del Athletic impidió que la UD dispusiera de más oportunidades y logró así certificar un desenlace feliz.