EN Joserra Martínez de Greño se concentran las lágrimas en los ojos; en Iñaki Mezo emerge una sonrisa inmensa; en Crescencio Asensio afloran los recuerdos y hasta aparta un poco esta emoción a raudales que lo invade todo para que la cabeza domine un poco el paso: “Voy a abrir los locales, por si alguien quiere venir a jugar a las cartas, que hay gustos para todo”. Son tres de los miembros de la asociación de jubilados de Altzaga, en Erandio, con sede en la carretera de la ría, que, si no fuera porque ayer aquello era un mogollón de gente, casi podían haber visto la gabarra desde ese palco. Joserra, Iñaki, Crescencio y sus compañeros de esta agrupación son de esos corazones privilegiados que latieron con lo vivido en 1983 y 1984. Sus retinas ya contenían para siempre ese momento negado, arrebatado y que parecía hasta gafado para las generaciones huérfanas hasta ayer. Por eso, sus ansias hervían algo más apaciguadas, pero poco, ¿eh? Porque una sensación tan inmensa no hay quien la rebaje tan fácilmente. Y como bromeaba Crescencio… “Cuando llegas a cierta edad no puedes hacer planes a largo plazo, vas año a año, como mucho, pero igual es la última gabarra que vemos…”, soltó. “¡Que te lo diga mi marcapasos después del partido del sábado! Yo creo que se paró en algún momento”, respondió con guasa (o no) Joserra. ¡Seguro que aún les quedan grandes gestas por saborear!

Crescencio Asensio, Iñaki Mezo y Joserra Martínez de Greño, tres jubilados que repitieron emociones. Marta Hernández

Ellos se mueven por los 70 y los 80 años. Fueron ayer testigos, de nuevo, de ese trayecto histórico e hiperbólico por la ría de la embarcación del Athletic en el que navegó la felicidad más extrema de todos los aficionados. En la escala de la alegría no hay nada más arriba. “Es algo muy grande; es un espectáculo de la leche”, constataron estos tres erandioztarras. Así que por la tarde grabaron un episodio más en sus vidas, que van acumulando títulos rojiblancos. “Es otra forma de contar. Oye, y tú: ¿cuántas gabarras has visto?”, reían. Será el 11 de abril de 2024 otra fecha clave e imborrable. Como el 3 de mayo de 1983 y el 7 de mayo de 1984. Instantes, capturas de momentos de aquellos años están ahí en sus memorias. “Me acuerdo de una avioneta pasando por debajo del puente de Rontegi y yo creo que hasta dio dos vueltas, ya le caería luego multa”, apuntó Iñaki. “¿Ya estaba el puente entonces?”, dudaba Crescencio. Sí, en efecto, justo se inauguró el 29 de abril de 1983. Precisamente en la actualidad se construye otro: el que unirá también Erandio y Barakaldo con una pasarela peatonal y ciclista. De hecho, las vallas para proteger las obras quitaron ayer espacio de visión de la gabarra desde primera línea.

La experiencia fue un grado para revivir el título de 1984. Borja Guerrero

“También me viene a la cabeza que los jugadores no paraban de abrir botellas de champán”, agregó Iñaki. Alguna que otra también caería ayer... Qué subidón transmitían los jugadores. Algunas de sus compañeras de este colectivo de jubilados de Altzaga se unían a la conversación. “Se me ha quedado grabado cómo sonaban las sirenas de toda la industria que había aquí cuando pasó la gabarra, fue algo impresionante”, comentaba una mujer. “Eso, esta vez, nada, claro, ya no tenemos”, añadía con cierta morriña. “Estaban todos los obreros con los buzos y con banderas”, apostilló Joserra. Retratos de una época. Aun así, los pelos se erizaron ayer cuando los leones aparecieron en el agua en torno a las 17.30 horas por este punto. “Aquí, en Erandio hay mucha pasión por el Athletic”, destacó Joserra. La multitud alzó su fervor hasta el infinito. “¡Esto es la gabarra, esto es la gabarra!”, indicaban los veteranos a los jóvenes (sí, los de 40 y pico de años también son jóvenes). Y qué gustazo. Además, iban, en otro barco de esta indescriptible comitiva triunfal, los campeones del 84. “Los nuestros”, sacaron pecho estos tres amigos.

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La fiesta de los campeones en la gabarra, desde dentro

Entonces y ahora tenían al lado a algún familiar con el que sellar este pedazo de la historia. Iñaki hace 40 años trabajaba a turnos y justo salió a las 14.00 horas, así que perfecto. “Ahora al no currar, sin problema”, afirmaba. Joserra repitió momento junto a su mujer. Podía haber compartido este día junto a sus seis nietos y sus tres hijas desde el balcón de una de ellas, pero había overbooking, porque tenían algún invitado más. “Como nosotros ya habíamos visto la gabarra, les hemos dejado el sitio y nosotros nos hemos venido a la calle, aunque estuviéramos peor”, confesó. “Yo también podía haberla visto desde casa, pero al final solo pillas un poco de recorrido, prefiero en la calle, que ya les ves aparecer a lo lejos, tienes una visión más general de todo, y les sigues un rato”, argumentó Iñaki.

Allí, en el asfalto erandioztarra, más cerca o más lejos de la ría, desde horas antes o desde más tarde, había más coetáneos. Más personas privilegiadas por ser repetidores entre la multitud agolpada, felicísima, desatada, eufórica, consciente de ser parte de la historia.