Para los de secano subirse a un barco es toda una experiencia. Algo que sucede muy pocas veces en la vida, incluso aunque alguien cercano tenga un bote en el que poder disfrutar de la brisa marina en verano. Imaginen entonces, para esa misma persona, lograr un hueco en una embarcación en un día tan señalado como el de este jueves: el día de la gabarra. Qué sensación de locura, cuánta alegría concentrada en unos pocos kilómetros, que parecieron eternos. 14.484 eternos días después de aquel 7 de mayo, 40 larguísimos años después, la gabarra volvió a llevar la locura a ambas orillas de la ría. Cuentan los más veteranos que en 1984 se dieron cita en ambos márgenes de la ría más de un millón de personas, el equivalente a casi toda Bizkaia; lo de este jueves, cuentan esos mismos, afortunados de nuevo, superó aquello. Y si no hubo más, si los cálculos aproximados no fueron los acertados, qué más da. La única certeza fue que la leyenda volvió a ser una realidad.
Cuántos relatos, cuántas narraciones, fotos y vídeos de aquel momento, que parecía un mito para dos generaciones enteras, a las que la gabarra poco más que les sonaba a cuento chino, por aquello de que el Athletic había caído una y otra vez, hasta en siete ocasiones, en distintas finales de Copa y Europa. Quizá por ello, por los numerosos golpes recibidos desde 1985 y hasta 2021, describir lo de este jueves con la palabra locura se puede quedar corto. Pero qué palabra mejor que locura para definir la subida de la ría. Ni un centímetro libre, personas a un lado y otro de las vallas, en balcones, ventanas, azoteas y en cualquier ladera. Pero también en lo alto de la cubierta de San Mamés; y más arriba, pues fueron varios los helicópteros, y hasta una avioneta, que acompañaron a los campeones.
Todo arrancó en el Real Club Marítimo del Abra, donde aguardaban casi dos centenares de embarcaciones y hasta un crucero, ajeno a toda la locura, pero un privilegiado, todo un espectador de lujo. Cualquier relato del pasado se queda corto con lo vivido en la tarde de este jueves en los poco más de trece kilómetros que separan el Real Club Marítimo del Abra y el Ayuntamiento de Bilbao. Ría arriba, desoyendo a la famosa copla: “Por el río Nervión bajaba una gabarra, rumba la rumba del cañón…”, la gabarra de los campeones, escoltada por una comitiva de otros 160 barcos, algunos de ellos de distintas fuerzas de seguridad, salvamento marítimo, Cruz Roja o bomberos, pero también 32 traineras, representando a todos los clubes de remo de Bizkaia, llenaron de colorido el recorrido de la ría. Eso sí, nada comparable a lo vivido a ambas orillas de la ría, donde resultaba imposible distinguir las caras de la gente en medio de tanto colorido rojo y blanco.
El olor a pólvora y a gasolina, como si de una ascensión al mítico Tourmalet se tratara, acompañó a la comitiva durante las casi tres horas de un estallido de júbilo continuo. No cabía un alfiler. Niñas, jóvenes, pero también adultos y ancianas que aguardaron al sol para no perder detalle. Pareció que el Athletic compró el buen tiempo en una jornada para la historia.
El esperado momento
Los primeros en subir a la gabarra fueron los miembros de la Junta Directiva, eufóricos, alegres. Contentos a más no poder. Como para no estarlo. También abordó la embarcación en cabeza Mikel González, el máximo responsable deportivo, que no dudó en tumbarse sobre la embarcación junto a Xabi Álvarez, uno de los directivos, para besar el suelo de la misma. Después llegó el turno para toda la plantilla, el cuerpo técnico, entre ellos Jon Aspiazu, la mano derecha de Ernesto Valverde, el único que ha estado en las dos últimas gabarras como campeón; y cómo no, el Txopo, José Ángel Iribar, la leyenda, que volvió a subir la ría sobre ella, como en 1984.
Con la peña Piratak del Athletic poniendo música a la espera arrancó, con cinco minutos de adelanto incluso, lo que pareció una carrera. El descontrol inicial dio paso a algo parecido, con embarcaciones chocando entre ellas en el reducido espacio de la ría. Nada grave. Trabajadores de Arcelor, con cascos y todo, encendieron las primeras bengalas en el muelle de la fábrica, una imagen icónica, y la llegada a San Mamés dio paso a uno de los momentos más emotivos de la tarde, el del lanzamiento de pétalos en recuerdo de los que estuvieron y ya no están. Para entonces, la gabarra ya había recorrido un puñado de metros por Bilbao, donde la fiesta náutica tocó a su fin, con el desembarco a orillas del Ayuntamiento y la posterior visita al Palacio Foral. 40 años después, la leyenda volvió a ser realidad.
LOS CAMPEONES DEL 84, PRESENTES
Formaron parte de la comitiva desde la ría. Entre las numerosas embarcaciones que acompañaron a los vigentes campeones de Copa en su subida ría arriba montados en la gabarra había una llena de ilustres exfutbolistas del Athletic. Los últimos campeones, o mejor dicho, los penúltimos campeones de Copa no quisieron perder detalle de la fiesta y siguieron a la gabarra a bordo de un gran barco en el que volvieron a revivir los sucedido hace 40 años. Clemente, Sarabia, los hermanos Salinas, De Andrés, Zubizarreta, Endika, Dani, Goikoetxea o Gallego, entre ellos, estuvieron acompañados por Gurpegi y David Aznar, técnico del primer equipo femenino en una tarde para la historia.