EL GLB es la nueva propuesta todoterreno de talla media que formula Mercedes-Benz. Aunque parezca encajar con calzador entre los todoterrenos de la estrella, el debutante hace sobrados méritos para ganarse un hueco en la plantilla. Se inserta justo por encima de un GLA a punto de renovación, casi solapado con un GLC que va a acusar su llegada. El GLB, que exhibe diferente hechura pero similar envergadura, oferta configuraciones de cabina con cinco y con siete plazas. Hereda motores diésel y gasolina de 150 a 306 CV, transmisión automática, tracción integral 4Matic y las tecnologías de vanguardia desarrolladas por la marca. Arranca desde 42.675 euros, cantidad en la que culminan las tarifas de los contados modelos equiparables con apellidos menos distinguidos.

Uno de cada tres automóviles producidos en la actualidad por Mercedes-Benz es un SUV; y uno de cada cuatro tiene proporciones compactas. No es extraño, por tanto, que el constructor germano explore todos los resquicios imaginables en este segmento comercial. Tal pesquisa depara el GLB, que no es más que la declinación SUV del proyecto que da vida al Clase B. Repite, por tanto, una receta poco evidente similar a la que emparenta el GLA con el Clase A, el GLC con el Clase C y el GLE con el Clase E.

El cometido asignado al debutante es llenar la insospechada fisura existente entre el GLA y el GLC. Se distingue de este último por una peculiar silueta de inspiración todoterreno, esculpida siguiendo líneas suaves y aplicando puntualmente trazos muy verticales, especialmente a popa. El GLB presenta voladizos inusualmente cortos y separa mucho sus ejes para sustentar un habitáculo bastante holgado. Su talla se aproxima a la del hermano mayor: mide 4,63 metros de largo, 1,66 de alto y 1,83 de ancho; longitud y altura son ligeramente inferiores, desventaja que aumenta en la anchura. El recién llegado destaca por su buena habitabilidad.

A diferencia del GLC, instala sus motores en posición transversal, lo que propicia un mejor aprovechamiento del volumen: presenta una batalla de 2,83 metros, 10 centímetros más que el Clase B. De este modo, aunque no puede competir en holgura con el modelo superior, consigue hacer sitio a una tercera línea opcional de asientos y genera más espacio para las piernas de los ocupantes.

El nuevo familiar con indumentaria y aptitudes camperas da a elegir dos distribuciones de cabina. Acompaña la convencional de cinco plazas, con posibilidad de abatir el asiento del copiloto, de otra dispuesta a acoger siete pasajeros. Ambas instalan una segunda fila de asientos con inclinación regulable del respaldo que, además, brinda la posibilidad de deslizar longitudinalmente la banqueta (14 cm.) para conceder más espacio a los ocupantes de una u otra línea o variar el volumen del portaequipaje. Este ofrece 570 litros en posición habitual y 760 con los asientos intermedios adelantados.

La variante con siete plazas, que tiene un sobreprecio de poco más de mil euros, adopta una tercera línea integrada por dos pequeñas butacas escamoteables. Dichos asientos solo son aptos para usuarios infantiles o adultos de poca altura (el fabricante fija el límite en 1,68 metros por seguridad) y mucha agilidad. Replegados en el cofre del piso del maletero liberan 500 litros, pero una vez extendidos conceden un exiguo hueco de 130 litros.

La concepción interior del GLB es coherente con el estilo que hace reconocibles los productos de la estrella. En concreto, su conjunto de salpicadero y cuadro de mandos repite fielmente la imagen mostrada por el Clase A y el Clase B. Lo presiden dos grandes pantallas táctiles, que muestran las constantes vitales del coche y permiten operar el avanzado e intuitivo sistema de infoentretenimiento MBUX (Mercedes-Benz User Experience), capaz de acatar órdenes de voz. Quien accede a bordo se enfrenta a un diseño moderno y refinado, pero nada recargado. Los materiales y los acabados son, como de costumbre en la firma, impecables. La política de equipamiento, cada vez más acorde al desembolso exigido, procura unas estimables dotaciones.

La oferta de recursos al alcance del modelo es ingente. Unos van incluidos de serie, pero otros son optativos y costosos. El GLB dispone prácticamente de los mismos sistemas al servicio del Clase S, el buque insignia de la flota Mercedes-Benz. Es el caso de las ayudas a la conducción, que incrementan el grado de autonomía en el funcionamiento del vehículo. Las mejoras implementadas en las cámaras y los radares que embarca permiten al GLB reconocer hasta 500 metros a su alrededor. Esos datos de esa exploración se contrastan con los de la cartografía para propiciar el avance semiautónomo en determinadas circunstancias. De este modo, el vehículo es capaz de adecuar su velocidad al aproximarse a curvas, rotondas o cruces. También puede frenar hasta detenerse por completo y reanudar la marcha en función del tráfico. Y, por supuesto, detecta huecos para estacionar y aparca por su cuenta.

Las variantes del GLB provistas de tracción integral inteligente 4Matic, que distribuye la energía entre ambos ejes siguiendo tres programas de funcionamiento para garantizar un avance preciso y seguro, disfrutan del paquete Offroad. Esta tecnología dosifica la energía del motor y gestiona la labor de los ABS y del sistema 4x4. Además, permite previsualizar en pantalla detalles del tramo a recorrer (pendiente, inclinación lateral y ajustes técnicos) para a preparar la maniobra. También incorpora el sistema semiautónomo de control descenso de cuestas (el conductor solo ha de ocuparse del volante).

La mayor parte de esas sofisticaciones deparadas por la tecnología punta tiene un molesto inconveniente: se pagan aparte. Y a menudo cuestan un ojo de la cara.