IJO en su primera página un periódico de ámbito y tirada nacional que "la ultraderecha se queda sola en la moción contra Sánchez". Es complicado diseñar titulares de prensa. En este caso, todo estaba cantado, porque Vox y sus dirigentes más señalados ni siquiera habían soñado con conquistar el gobierno ni el poder. De modo que el protagonismo del combatiente Abascal ya ha dado los frutos que buscaban los fachas de la ultraderecha, todos ellos adscritos a esa formación, e incluso algunos de ellos desperdigados por algunas otras. No obstante, el hecho de que haya sido Abascal el osado que ha puesto el cascabel al gato, a sabiendas de que el cascabel no iba a sonar lo más mínimo y, por tanto, no iba a provocar ningún maullido espectacular, no es óbice para afirmar que el intento ha provocado no pocas sorpresas.

¿Alguien había pensado que Vox deseaba el gobierno en las condiciones actuales? Lo que Abascal ha querido ha sido provocar e, incluso, incitar a que el rechazo de los demás hacia ellos les fortalezca en los ambientes que les son más favorables y propicios. Dar la espalda a Vox, y evitar debatir con ellos, es un recurso muy socorrido, pero no debe olvidarse que es la tercera formación en votos en España y que más de dos millones y medio de españoles no dudaron en elegir su papeleta de votación y depositarla en las urnas. Salvo quienes, tradicionalmente, han venido votando a las dos fuerzas mayoritarias (PSOE y PP), que se corresponden con las tradicionales opciones de izquierdas y derechas, ninguna otra formación de nueva creación -Podemos, Ciudadanos y demás- ha sido capaz de despegar con tanta fuerza como para atemorizar a las mayoritarias, en gran medida por el descarado oportunismo mostrado por sus líderes y el difuminado ideario político esgrimido, mucho más preocupados por quedar bien con los posibles electores que con resolver la difícil situación por la que atravesamos.

El mapa electoral español es un mosaico de difícil interpretación. Peor aún, más bien responde a la estructura de un collage, sin demasiado orden ni concierto, en el que cada líder elige a su antojo el lugar que desea ocupar, sin pensar que la única razón que les asiste para estar allí es la representación de la ciudadanía en general, por encima de los votos que cada cual haya recibido de los afines a su formación respectiva. Sin embargo, los portavoces se sienten en muchos casos inmiscuidos en una misión sublime que ejercen empeñados en ser más espectaculares que eficaces, en ser más complicados en sus posiciones y propuestas que lógicos. Lo cierto es que mientras los ciudadanos viven sumidos en incertidumbres, los líderes políticos no les ofrecen ni una sola seguridad. Pugnan por llamar la atención, por estar en los titulares periodísticos del día siguiente, aunque para ello deban improvisar alguna boutade que no aclare ninguna de las dudas de los ciudadanos.

La moción de censura también nos proporcionó motivos para debatir y criticar, incluso para sonreír o carcajearnos ante los exabruptos de los oradores. No obstante, ante una protesta tan extralimitada, a pesar de que casi todos los líderes hayan esbozado o anunciado su voto en contra, tampoco han faltado los que han querido sacar provecho y, aceptando la inutilidad de la proposición, han afirmado que el gobierno se merece un correctivo. La política, hoy, se ejerce desde la mezquindad y las ocurrencias que afloran de la boca de los oportunistas. Vean esta duda que esgrimió en su intervención el señor Rufián, que culpó al PSOE del crecimiento de Vox y, peor aún, se hizo la siguiente pregunta: "¿Qué diferencia hay entre Felipe González y Santiago Abascal?". Después de decir esta insensatez, debió entrar la cordura en su mente porque advirtió que "no se puede despreciar a un friki". Tenía razón. Y lo dijo porque él mismo progresó en el Congreso de los Diputados iniciándose con usos y costumbres propias de un friki.

No resulta fácil comprender que hubiera formaciones y líderes que aprovecharan la oportunidad para debilitar al gobierno (PSOE-UP) en lugar de responder a quien les había metido en tal entuerto, que no era otro que Abascal. El líder ultraderechista inició los trámites de la moción de censura a sabiendas de su fracaso, pero la extrema derecha sabe que su futuro va a responder mucho más a sus osadías y desvergüenzas que a su cordura, más que dudosa, así que Abascal ha cosechado todo tipo de calificativos y descalificaciones y los ha encajando con tranquilidad y serenidad. Habló de todo lo que se le antojó y se erigió en jefe o representante de un frente, muy por delante incluso del mismísimo Casado.

El presidente Sánchez puso demasiado énfasis en que dicha moción corría el riesgo de "sembrar el odio entre los españoles" y no le faltó razón, aunque el ultraderechista Abascal le provocó nombrando uno a uno a todos los asesinados por el terrorismo de ETA, como si mientras se producían los mortales atentados los socialistas (y otros) hubiéramos estado tan tranquilos. Cuando el presidente urgió al líder de la derecha, Casado, para que "regresara al sentido de Estado y rompiera con la ultraderecha porque no le bastaría con abstenerse", se arriesgó a que alguien le recordase que la relación del gobierno con los herederos del viejo terrorismo de ETA (EH-Bildu), aún no "democratizados" del todo, también exigía que cambiase algunos de sus posicionamientos.

Total, que la sesión fue tachada de "espectáculo circense" (Casado, PP), de "trasnochado" (C's), de "tragicomedia parlamentaria, grotesca y oportunista" (JXCat), de ser Abascal "el matón de la clase (Más País), de "pérdida de tiempo" (PRC), de "patochada" (PNV)€ y por si fuera poco diez partidos firmaron un manifiesto "por los derechos humanos" que incluso incluyó la firma de Bildu€ No estará de más acudir en el futuro a las reuniones con este documento firmado para reclamar a los herederos de ETA que condenen sin paliativos la violencia y las muertes que vitorearon y aplaudieron y que aún no han condenado. Todo esto, y algo más, es lo que dio de sí la moción de censura, que no tuno ningún espíritu constructivo ni resolvía nada. No obstante, la mera presentación de la moción ha reflejado y mostrado un síntoma de lo que aqueja a la política actual, herida como está seriamente por la intransigencia y la insensatez de quienes la ejercen irresponsablemente. Se ha convertido en el campo de aterrizaje de frikis y mediocres -salvo honrosas excepciones, léase Aitor Esteban y algunos otros discretos y respetuosos como él- que cultivan las intransigencias y las altisonancias como únicas estrategias para durar y permanecer. Es verdad que la juventud es, en algunas ocasiones, un valor importante, pero si es atrevida y es inexperta casi siempre desemboca en la procacidad y el atrevimiento excesivos. Ser atrevido no tiene por qué ser un defecto, ni siquiera un riesgo, pero cuando el atrevimiento se despoja de otros valores -ecuanimidad, templanza, discreción, moderación, etc.- termina por convertirse en insolencia y desvergüenza. Vivimos supeditados a una crisis de valores importante. El divino tesoro que constituye la juventud (según pregona el dicho popular) es tanto más valioso cuanto menos se encumbra en su propia idolatría.

Santiago Abascal ha propiciado una imagen dañosa para la política y para los políticos actuales, pero otros líderes actuales no le van a la zaga. Bisoños e inexpertos, pretenden extender la idea de que la audacia es muy importante en la política, pero si la política es "el arte, doctrina u opinión referente al gobierno de los Estados" -y añado yo: "Y de quienes los habitan"-, bueno será que nos dotemos de la debida experiencia para que nada nos sorprenda desentrenados.

Pero, ¿quién fue el ganador en la moción de censura? ¿Quién ha obtenido los réditos mejores? No es nada fácil dictaminar al respecto. En todo caso, ha habido un perdedor evidente, Santiago Abascal y su Vox, y quien ha ganado ha sido la democracia porque todas las formaciones políticas, menos la proponente, han dicho que no, que la política no debe convertir a nuestras instituciones en gallineros en los que gallos altaneros entonan, desgañitados y desordenadamente sus kikirikis€ (¡Ay, cuántas veces da esa impresión en el Congreso!). No es necesario establecer comparaciones entre los diferentes líderes: Todos contra uno, todos frente a uno... y ese "uno", empeñado en desacreditar a la democracia que todos los españoles hemos venido construyendo para desmantelar y hacer olvidar los cuarenta años de dictadura franquista.

No seré tiquismiquis: ha ganado la democracia. Hemos ganado los demócratas a quien (o a quienes) utilizan la democracia para que su tiranía y sus falsedades pasen, a ser posible, desapercibidas. Abascal debe abandonar la política y Vox debe convertirse en un mal recuerdo que es preciso olvidar.

* josumontalban@blogspot.com