De quién es propiedad el corazón que se agita cada vez que el Athletic entra en escena, ese teatro de los sueños en el que se convierte San Mamés cada vez que juegan los leones? Lo saben, lo sabemos, bien, toda la afición athleticzale: del pueblo que siente al equipo como algo propio, como una familia. Y fue la inmensa mayoría de ese pueblo la que dio respuesta al propósito de una parte de la Herri Harmaila que se postula como el guardián de las esencias, una legión de intolerantes que se siente discriminados, ofendidos, atacados. Declararon el estado de ánimos caídos para un puñado de partidos por sentirse agraviados, como si la grada popular fuese una fábrica en huelga. Y yendo un paso más allá, en el partido ante el Leganés se enfrentaron a quienes pretendieron animar, impidiéndoselo, en cierto modo.
En el último partido procuraron llevar al pueblo hacia sus tierras con el grito de “Herri Harmaila, aurrera!”, encontrándose con una respuesta firme y hostil de la inmensa mayoría de la afición.
La comparecencia de ayer del presidente del Athletic, Jon Uriarte, para explicar la postura oficial del club en este caso sonó a canto de respuesta. Como si viniesen a decir que el único canto posible en esta tierra sagrada de San Mamés es el del Athletic, aurrera! Sin apellidos ni propósitos distintos al de empujar al Athletic hacia la victoria. Vienen a decir que los trapos sucios, si es que los hubiese, se lavan en casa. Que no se puede abandonar al Athletic en medio de la batalla. Suena a un Never walk alone.