LA afición del Espanyol invadió el césped del RCDE Stadium presa de un entusiasmo considerable, llevaron en volandas a sus jugadores y les trataron como auténticos héroes. Más que la ansiedad por regresar a una competición europea aunque sea por la gatera (la séptima posición liguera) después de trece años de ausencia, a los hinchas pericos la efemérides les desbordó por el lado emocional. Debe ser duro que el club de tus amores se vaya a la mierda y que tenga que venir un chino caprichoso para sacarle de la ruina. Desde esta perspectiva, los pericos están encantados de la vida con el sucedido, chino incluido, después de tirarse una década pasándolas canutas para esquivar el descenso.

Se podría añadir en virtud del jaleo generado en la última jornada que el gran vencedor ha sido el Espanyol. Ernesto Valverde está a punto de lograr por segundo año consecutivo el doblete si el Barça se impone el próximo sábado al Valencia en la final de Copa y sin embargo tuvo que recordar ayer: “Parece que se olvida, pero somos campeones desde hace tiempo”. Y efectivamente, son campeones desde hace tanto tiempo que ya ni se nota. Ahora se cuestiona al técnico porque ni el estrepitoso fracaso del Real Madrid, su gran antagonista, puede mitigar la enorme frustración que desencadenó la derrota de Liverpool.

Por eso es tan importante la perspectiva. Ahora mismo, los pericos, con poca cosa, están exultantes, mientras sus prepotentes vecinos siguen deprimidos, hasta el punto de mirar con desgana la eventualidad de llevarse a la vitrina (quién la pillara) otra Copa. Por mucho que Valverde se esfuerce en recordar al pueblo que son los campeones, el pueblo responde que el Barça ya era virtualmente campeón allá por febrero. Y que de aquella dulce sensación ya no queda ni rastro. En cambio la sangría del Liverpool (el sueño azulgrana reventado) brota como un manantial inagotable.

Por mucho que se empeñe Aitor Elizegi en volver a la casilla de salida, es decir, al tiempo en el que tomó las riendas del club con el Athletic hecho unos zorros, el hincha se queda con lo más inmediato, la amargura de Sevilla, porque también se han generado expectativas distintas y la actitud del equipo rojiblanco en día tan señalado fue lamentable.

Es lógico que Elizegi se desgañite recordando de dónde veníamos, pero la desazón del descenso hace cinco meses que se difuminó en el ánimo del aficionado dando espacio a otra dimensión: la esperanza de clasificarse para Europa. Instalados en un nuevo mundo, no cabe otra sensación que la del fracaso.

Puestos a situar cual debe ser esa casilla de salida y luego analizar la trayectoria del Athletic, también podría tomarse como referencia el partido contra el Valencia, en la vigésimo sexta jornada. Ambos partían con los mismos puntos, 23. Doce encuentros después, el equipo levantino acabó cuarto, con 61 puntos y clasificado para la Champions, mientras el Athletic terminó octavo, con 53, y sin el premio europeo.

Claro que esta comparación puede tener trampa, y probablemente también sea cierto que el Valencia dispone de mejor plantilla, pero también tiene trampa usar la web oficial del club para realizar, precisamente ayer, un panegírico sobre Gaizka Garitano que si lo lee Bartomeu seguro que le ficha para ponerle al servicio de la causa azulgrana. “No hay que olvidar que el Athletic arrastraba una mala dinámica del año anterior: quedó el 16º con 43 puntos. Ahora, pese al lastre inicial (Berizzo mediante), ha subido ocho puestos y sumado diez puntos más”, glosa un escrito que, tras ponderar profusamente a “todo un líder”, concluye a modo de corolario: “El Athletic de Garitano sí ha merecido la Europa League, sus números dicen que ha sido el quinto en puntos, sólo por detrás de los cuatro primeros. Es todo un aval para el proyecto que se construye desde ya de cara a la próxima campaña”.

Una lástima que el líder no hubiera arengado a sus discípulos para que fueran decididos a por el partido en vez de especular con un empate que beneficiaba a ambos, y es mentira que el Athletic tirara una sola vez a puerta, pues Herrerín hizo un paradón a Dani García en la génesis del primer gol sevillista; génesis a su vez de otro episodio de impotencia rojiblanca que ya no tiene remedio.