Anueve puntos del descenso, se puede decir que ya no existe temor a que ocurra la catástrofe, porque además hay ocho equipos por debajo. A seis puntos de la zona europea, que ahora marca el Sevilla con 40 puntos, parece que la posibilidad de luchar por las plazas de arriba toma trazas de entelequia. Ni estamos para pasarlas canutas ni tampoco para cantar aleluyas. El hincha del Athletic ya no está para casi nada, lo cual es un horror a falta de once jornadas para acabar el campeonato. Y mira que advirtió Gaizka Garitano a los periodistas: cuidado con dar riendas suelta a las ilusiones, que esto es muy largo, y luego pasa lo que pasa. Mira que lo advirtió Gaizka Garitano...

Resulta que todo ha cambiado en un puñado de días. ¿Recuerdan las vísperas del Valencia?, un equipo que entonces tenía los mismos puntos y llegaba muy exigido físicamente a causa de un calendario que apenas le daba tregua y tres jornadas después de la dura eliminatoria copera frente al Betis. Una semana y dos partidos más tarde, el Valencia está a un solo punto de Europa. Es decir, cuando el Athletic llevaba el viento de cara, sus jugadores habían recobrado la autoestima y la afición recuperado la ilusión, todo se viene abajo.

Ahora mismo, el único reto factible que asoma en el horizonte rojiblanco consiste en no acabar como último clasificado entre los equipos vascos, posición que ostenta, o en su defecto tomar buena nota de los cálculos de José Luis Mendilibar. El otro día, en vísperas del derbi vasco frente al portentoso Alavés, le preguntaron sobre si creía factible el reto europeo, a lo que contestó, mostrando una irónica sonrisa: con dos victorias más, estamos salvados.

En esas debería estar el Athletic ahora, y con más razón incluso, pero juro que si el próximo sábado las huestes de Garitano vencen en San Mamés al Atlético de Madrid volveré sobre el mismo asunto, porque sin emociones el fútbol no merece la pena y el Athletic tampoco tiene otra razón de ser.

A la espera de respuestas, es hora de rebuscar en las entrañas del equipo para saber si Garitano ofrece algo más que la rudimentaria propuesta de lanzar balones a la olla en plan a mí el pelotón que los arrollo, fórmula arcaica como todos ustedes saben, que restaña sin embargo ahora con fulgor, como un mantra tibetano.

Después de trece jornadas al mando, el técnico ha sabido calibrar el fundamento defensivo, tan necesario para tapar la sangría de goles en contra, pero el equipo no juega ni un pimiento. Quitar a Williams en el descanso es toda una declaración de principios. La estrella del equipo no servía porque lo suyo no es precisamente cazar pelotazos al vuelo. ¡Ay si tuviera a mano Fernando Llorente!, lo cual me lleva a pensar que si finalmente renueva Garitano, y eso sugiere Rafa Alkorta que pasará, el desafecto delantero pamplonés podría regresar al redil a sus 34 años (otro veterano más) dada su condición de bigardo. Eso sí, escasamente desgastado, dado lo poco que juega en el Tottenham inglés.

Así que, en ausencia de Aduriz, Raúl García probablemente hará de ariete por mor del guion de Garitano, aunque sobre todo tenga fútbol de quilates, como lo tienen Muniain, Ibai, Susaeta o Williams, pero para eso hay que tratar el balón de forma considerada. Pasados los agobios clasificatorios, ¿acaso no merece la pena intentarlo? Cincuenta centros al área del Espanyol se tradujeron en un raquítico gol, que al menos sirvió para evitar la derrota.

La liga enfila su recta final con pocas certidumbres (el Barça campeón), alguna sorpresa (Getafe, Alavés), mucha igualdad y bastante irregularidad. No conviene descartar nada aún. Resultan chispeantes las tribulaciones del Real Madrid, que anoche pasó miedo en Valladolid. Hay cuchilladas. Caza de brujas tras la catástrofe deportiva. Y es una pena que Mikel Oyarzabal no se pudiera llevar el balón firmado tras marcarle tres goles al Sevilla. Al parecer, el anotado en propia meta no computa a los efectos.