TRAS el rodaje, durante los últimos días del reciente año consumido, donde Termibus, ese espacio con nombre de personaje espacial de la década de los 80 se transformó en Bilbao Intermodal, algo mucho más internacional y fresco, acorde a los usos y disfrutes de la modernidad, puede decirse que ya está preparado uno de los nuevos escenarios de 2020. Baste con decir que ya está recogido como Estación de Bilbao Intermodal en la gran enciclopedia de nuestra era, Wikipedia, para consagrar el cambio, para certificar su nueva carta de naturaleza.

No es costumbre mirar por los retrovisores para hablar del futuro, pero todavía quedan con vida un puñado de hombres y mujeres que conocieron el antiguo campo de fútbol de Garellano, tierra donde hoy se levanta este moderno ingenio. Ahora se cantarán sus nuevas capacidades para invocar, alrededor de esa hoguera, a los grandes jefes de las diversas tribus del transporte público en Bilbao. El intercambiador logra que se encadene un viaje tras otro, un transbordo tras otro. Son las nuevas formas de desplazarse y Bilbao, una de las grandes capitales de la transformaciones urbanas en este tiempo de entresiglos, precisaba algo así.

La primera tentación es valorarlo todo en números. Tantos usuarios y tantos vehículos. No sé cuál frecuencia y no sé qué manual de uso. Poco a poco la ciudadanía irá dándole el uso que se ajuste a sus necesidades. Será entonces, cuando todo se asiente y las vigas maestras se claven bien en las costumbres de la gente, cuando se hablará de este espacio como del salón de casa. Sucedió lo mismo con Metro Bilbao, ¿se acuerdan? Al principio todo eran números y cifras y con el paso de los años acabamos hablando de él como de uno de los grandes ingenios de la ciudad hasta que hoy no somos capaces de imaginar Bilbao, Bizkaia, sin su existencia. Ya sin números.