LA semana pasada se hizo pública una carta en un diario de Madrid titulada “Desde la izquierda”. Podía haberse llamado “Por el nacionalismo constitucional” o, directamente, “Contra los demás nacionalismos” a tenor de su contenido pero, cuando uno empieza afirmando que escribe “desde nuestras posiciones de izquierda y progresistas” se obliga a una cierta contención en las formas, aunque su naturaleza se revele con nitidez en los fondos. El texto es una defensa de la conveniencia de un pacto entre partidos que califica de constitucionalistas y que, lejos del concepto jurídico/político del constitucionalismo -entendido como la organización de los poderes públicos en base a un marco normativo general que los define y, en su caso, modere su actuación- lo que propone es la supremacía de una determinada interpretación del texto español del 78, uno y trino además de infalible. Suscrito por una docena de intelectuales a los que se les otorga la vitola de progresistas, la verdad es que varios de ellos muestran una evolución política que les ha permitido transitar desde la izquierda postcomunista hasta emblemas políticos como UPyD o Ciudadanos y, a otros, a proclamar su convicción de españolidad como principio político. Curiosamente, pese a la incuestionable cualidad intelectual y docente de la docena de firmantes, no hay un solo argumento de este ámbito y sí el posicionamiento ideológico de una sola idea: la política española debe hacerse vetando la participación de lo que califican de populistas y nacionalistas identitarios. Todo en nombre de una convivencia jacobina en paz y libertad donde el disidente es enemigo. La proclama cosechó aplausos en los medios de la derecha. Toma progreso.