Anoeta (ahora, Reale Arena) acoge la que para muchos de los habituales en sus gradas está marcada como la cita cumbre de la temporada. La rivalidad suscitada por la presencia del Athletic genera un ambiente singular, alienta un comportamiento distinto del público, en ocasiones excesivamente agrio, aunque equiparable al que se crea en otros estadios que visitan los rojiblancos. Las cifras de los decibelios suelen depender del momento. De por sí son altas, pero se disparan si el local se encuentra necesitado en la tabla o en el partido. Esta vez, ambos disfrutan de una posición cómoda, separados por solo dos puntos. Margen mínimo que en caso de victoria guipuzcoana voltearía el orden en la tabla, circunstancia de relativa trascendencia a estas alturas del campeonato.

Si ganase el Athletic, después de seis intentos baldíos, el resultado adquiriría mayor trascendencia, pero sin exagerar. Cinco puntos de ventaja son una renta jugosa incluso a finales de septiembre. Y, para qué negarlo, el pique vecinal también se vive con pasión en el entorno del club propietario de San Mamés. Pero parafraseando a Ernesto Valverde, el valor de un triunfo esta noche radica en disfrutar de la sensación que produce ir dando pasos hacia adelante. En el apartado anecdótico serviría para igualar el gran registro de la campaña anterior: 17 puntos en ocho jornadas, que no es moco de pavo.

El comienzo del curso refleja una puesta a punto más engrasada en el Athletic. Asimilado el revés del debut ante el Madrid, rival contra el que también cedió la Real, la imagen de los rojiblancos experimentó una transformación inmediata alimentando una expectativa optimista. Mejoría en el rendimiento en casa, pese al accidentado tropiezo con el Getafe, y un balance envidiable a domicilio, donde mantiene su portería virgen tras pasar por Iruñea, Gasteiz y Palma de Mallorca. Por el contrario, los problemas se le han acumulado al conjunto de Imanol Alguacil en su feudo: dos empates y dos victorias recibiendo tres goles en cada de estas.

Se diría que la Real ha acusado la marcha de Sorloth, el hecho de que Oyarzabal continúe alejado del nivel que tuvo antes de su grave lesión y, sin duda, el súbito adiós de David Silva. La magia del canario realzaba las prestaciones del grupo, era el alma, el guía. Las estadísticas con él y sin él justifican plenamente que se le catalogase como un fuera de serie. Imanol conserva el grueso del bloque, pero le falta un referente arriba y los rivales han tomado nota de su librillo, donde el gusto por la combinación a ras de césped se complementa con una presión agresiva y el uso constante de las faltas denominadas tácticas tras pérdida.

Tampoco el estilo del Athletic constituye un secreto, aunque sea palmario que ha elevado el índice de eficacia en las dos áreas. Unai Simón e Iñaki Williams se erigen en las piezas diferenciales de un colectivo que no regatea una gota de sudor y hace gala de un enorme convencimiento en sus posibilidades.

De cara al derbi de esta noche, resulta imposible sustraerse a los criterios empleados por los entrenadores en la gestión de los encuentros concentrados en la semana. El agua y el vino. Imanol dio descanso el miércoles a siete de los titulares del domingo previo, mientras que Valverde solo introdujo una variante, obligado por la lesión de Galarreta. Con el agravante de que la Real jugó contra diez en Mestalla medio partido y el Athletic con diez frente al Getafe otro medio.

Además, está la expulsión de Sancet, cuyo peso específico no es preciso mentar. El regreso de Nico Williams podía ser una compensación, pero no tiene pinta de que el entrenador esté por la labor de arriesgar con el joven extremo. Por mucho que Valverde eludiera ayer anticipar cambios después de “la paliza” física acumulada, se esperan novedades en todas las líneas.

Más allá de la broma de que Agirrezabala está “igual de preparado” que Simón para actuar esta noche, se antoja muy probable que entren Yeray, Dani García o Muniain y Villalibre, sin descartar otras apariciones. El equipo acabó fundido el miércoles, factor que aparte de mediatizar el fútbol que desarrolla el Athletic multiplica el riesgo de lesión. El desgaste que arrastra no soporta la más mínima comparación con el grado de frescura del que, en teoría, gozará el anfitrión. Para equilibrar esto cuentan asimismo los cinco cambios permitidos sobre la marcha, pero se trata de no conceder ventajas desde el preciso instante en que el árbitro ordene que la pelota ruede.