bilbao - Un hecho descontextualizado pierde su trascendencia. Para comprender la importancia del despertar de esta nueva era de Jon Fernández, cabe describir el contexto, las circunstancias que rodean a un éxito como el de la pelea que se disputó la madrugada del sábado.

“Llevo una temporada en la que no estoy nada motivado”. El pasado julio, apenas unos días después de proclamarse campeón de la Unión Europea -K.O. para Tuomo Eronen en apenas 20 segundos-, Jonfer confesó que atravesaba un túnel. Crudas palabras después del reciente logro continental. La oscuridad se encendía. El estado anímico estaba fundido por la falta de nuevos retos, y porque el chico también ha sufrido un año complicado. Al poco de amanecer el 2019, un virus intestinal le bajó de los rings, y esto, para “esa ambición de querer ir deprisa” que atesora El Rey de la tarima, fue un apagón.

Pero, tal y como expresó aquel día en que en su canal de Youtube, quiso confesar al mundo su estado para el que lo quisiera comprender. Las mayores inquietudes del púgil de Etxebarri procedían, según relató, de la renuncia de cantidad de rivales a medirse con sus guantes y del surgir de un sector crítico que cuestiona su trayectoria profesional; que si los rivales son de medio pelo, que si esquiva a determinados contendientes... “Lo que quiero son peleas disputadas y peleas guapas. Después, en el cuadrilátero, se puede ganar o perder, pero lo que me llena es intentar combatir contra los mejores”, zanjó para este periódico. Entiende Jonfer que este es el camino que debe seguir el boxeo para crecer como deporte en cuanto a interés mediático.

El reto que perseguía lo ha traído su primer combate en el peso ligero, una vez puesto en el retrovisor su paso por la categoría superpluma, donde amasó 18 victorias, 16 antes del tiempo pactado, y una derrota. Sin pisar el ring, Jonfer se destapaba en el Top 10 del ranking europeo de su nuevo límite.

El motivo del cambio fue la transformación de su complexión por el paso de los años y la prevención para su afección estomacal, que propició que estuviera seis meses sin pelear, hasta que se midió a Eronen. “Psicológicamente estaba notando que (pelear en superpluma) se estaba convirtiendo en algo demasiado exigente, ya que tenía que bajar de peso y exprimirme mucho; por otro lado, para los problemas estomacales que he tenido no era nada positivo bajar tanto”, explicó. Aparecía por tanto una luminaria, un reto con el que nutrir su motivación en cada entrenamiento, porque, metódico como es, llegó a plantearse si el esfuerzo estajanovista merece la pena.

En el horizonte, un pleito con el aliciente de ser además un debate por el cinturón Latino del Consejo Mundial de Boxeo (CMB). En Ponferrada, donde reside e imparte clases sobre el noble arte este bilbaino de 24 años, se hacía la luz.

La encarnación del desafío de Jonfer, el astro que alumbraba su porvenir, era el mexicano Miguel Enrique Arévalo Mejía, El Bravis, de 34 años. Los números con los que se presentaba el oponente al pleito no estaban nada mal: 17-1-1, 5 K.O. Aunque vista la solvencia de Jonfer, estará quien dude de la calidad del rival.

dueño del ensogado El etxebarritarra auguraba un combate de ritmo elevado como propuesta de El Bravis, azteca de origen y de escuela pugilística. Pero el dominio del ensogado fue del bilbaino, que mandó desde la distancia, evitando el cuerpo a cuerpo. Rey del cuadrilátero, se despegó de Arévalo a conveniencia, con intensidad, sin concesiones, y conectó potentes y precisos rectos. Una escuela del dolor. La jerarquía del ring pronto se hizo evidente. El mexicano buscó aire sin coartada, viendo recortados los espacios. La confianza de Jonfer bullía. El discípulo de Tinín Rodríguez estaba asentado, firme de pies, imponiendo su estilo autoritario y selectivo en el golpeo.

En el segundo asalto Jonfer mandó a la lona al mexicano, salvado por la campana. El tañido concedió a Arévalo la oportunidad de proseguir un combate que desde su esquina proponían rehusar con el ondear de la toalla. El amor propio devolvió a El Bravo a la pelea. El impulso del orgullo. Corazón de boxeador.

En el tercer round la situación se tornó irreversible. El espíritu guerrero de Arévalo se quedó huérfano, insuficiente para prolongar el pleito. Cumplido medio minuto del tercer capítulo, El Bravo recibió asistencia médica en su ojo derecho. El árbitro dio el beneplácito para continuar la batalla. Al reanudarse, el azteca sufrió un chaparrón sin paraguas ni chubasquero. Jonfer era la tormenta. El foráneo, acorralado, se hizo permeable ante la lluvia de golpes y el réferi detuvo el combate. No había vuelta atrás y sí peligro.

Título para Jon Fernández, el quinto para su palmarés (campeón del mundo júnior del CMB, en 2016; campeón de España, en 2017; campeón Silver del CMB, en 2017; campeón de la Unión Europea, en 2019, y ahora campeón Latino del CMB). Ha ganado peso en el ligero para encarar nuevos y motivadores retos. Ahora viaja con plomo en el ligero.

jhon jader, segunda victoria En la misma velada, el bilbaino Jhon Jader logró su segunda victoria profesional en otros tantos combates. Se impuso a Miguel Aguilar por decisión unánime de los jueces.