Hijo de la lluvia, Pello Bilbao se pintó las pinturas de guerra entre curvas y carreteras estrechas, lejos de los grandes escenarios del Giro. En un terreno abrupto, incómodo, el gernikarra, decidido y valiente, interpretó de maravilla las corrientes internas de la carrera para agitar el Giro, de por sí con el pulso tembloroso. Pello Bilbao observó que una carrera loca, nada mejor que ser un rebelde. Sin el paso marcial de los equipos poderosos capaces de controlar cada palmo de terreno, se trataba de guerrilla urbana. Bilbao, un colibrí, se ató a la locura y al arrebato. Piel de campeón, apostó por su dorsal. Diga 33. Enmascarado, camuflado en cierto anonimato, Bilbao sorprendió al resto, más pendientes de pasar el día sin caerse, pensando en el fin de semana donde aguarda una crono y la cima de Piancavallo. El de Gernika quería vestirse de rosa en Tortoreto. Era su misión. No estaba dispuesto a esperar. "Tenía que intetarlo", dijo el gernikarra cuando radiografió las penurias en los rostros del resto de favoritos en los descensos. El miedo deambulaba en la tormenta.

Con esa idea fija, Pello Bilbao se jugó el gaznate en cada curva mientras por detrás no encontraban respuesta a su arrojo. El vizcaino trazó con riesgo y subió obstinado, fuerte, formidable. Pello Bilbao se colgó de los fugados en un recorrido repleto de repechos. A todos los sobrepasó en ese paisaje, salvo a Peter Sagan. Entre los jerarcas, se movió Almeida para defender su casaca. Kelderman le midió antes. Nibali y Fuglsang, se miraron. Después, el danés pinchó y se quedó varado. Al arcén. El perdedor de la jonada. Fuglsang se dejó más de un minuto. Se le pincha la corsa rosa. El Giro era una clásica maravillosa. Bendita locura. Danza de la lluvia. Una montaña rusa de sensaciones. Sagan, que ya no gana al esprint, se estrenó tras una fuga en un curso escarpado para él. En paralelo, Pello Bilbao se lanzó de cabeza hacia el Giro. No le alcanzó con su arrojo, pero subrayó su nombre. Saben quién es. Pello Bilbao sigue siendo tercero, pero mira con descaro la maglia rosa. El gernikarra no tiene miedo.

Eso es cosa de la organización del Giro, cuya tramoya se sostiene con las piernas trémulas. La carrera es un boxeador sonado que no sabe si caer o seguir adelante. De momento, en precario equilibrio, está dispuesto a agotar otro asalto. El directo al mentón que recibió la carrera durante la mañana, deja al Giro seriamente perjudicado, no solo en el aquí y ahora, sino también en el futuro más próximo. Los test PCR realizados durante la jornada de descanso han herido profundamente a la prueba. Steven Kruijswijk y Michael Matthews dieron positivo por coronavirus. Además, cuatro miembros del staff del Mitchelton, además de uno del AG2R y otro del Ineos también se contagiaron de covid-19. Ante esa realidad, el neerlandés y el australiano tuvieron que abandonar la corsa rosa. El Mitchelton decidió dejar la carrera en bloque, opción que también adoptó el Jumbo. De un plumazo, el Giro vio cómo su estructura temblaba de punta a punta.

¿La burbuja se pincha?

Kruijswijk, uno de los favoritos de la carrera, expuso que no sabía cómo podía haberse infectado. "Yo me siento bien. No puedo entender que lo haya contraído. Es una enorme decepción recibir esta noticia. Tomamos muchas medidas dentro del equipo y es una pena que tenga que dejar el Giro de esta manera", expuso el líder del Jumbo. Ante la imposibilidad de que Kruijswijk pudiera continuar, los mandatarios del equipo neerlandés anunciaron que todo el equipo decía adiós al Giro. Probablemente la clave de esa decisión se encontraba en las declaraciones realizadas por Jos van Emden, compañero de Kruijswijk, en cyclingpodcast.

El ciclista vino a decir que la burbuja del Giro es muy porosa, demasiados agujeros por los que se puede colar un virus que apenas necesita nada para arrasarlo todo. Puso como ejemplo la convivencia en los hoteles donde además de que pernoctaran varios equipos juntos, "hasta cuatro o cinco", también coincidían con el personal del coche neutro o con agentes motorizados que siguen la carrera, además de clientes de los hoteles. "Personas completamente ajenas a la carrera" que, según la versión de Van Emden, compartían espacio en el buffet de los hoteles con el resto de los equipos, lo que facilitaba la trasmisión del virus. El otro Giro.