L paso del tiempo que escribe sobre los renglones del cuaderno de historia, los efectos de la madre naturaleza y la habilidad de la mano del hombre y sus ideas. Con semejante materiales fue creado Zulo beltzen geometria (Geometry of the black holes) (2019), una instalación surgida de una intervención que Ibon Aranberri (Itziar-Deba, 1969) llevó a cabo en 2003. Tras una larga exploración por su territorio más próximo, Aranberri acabó cerrando indefinidamente el acceso a una cueva prehistórica. Veinte años después casi, Aranberri desmonta aquella estructura, dando por concluido su ciclo vital. Mermados por el paso del tiempo y con las señales de su anterior vida a la intemperie, los módulos de acero que antes aislaban la gruta conforman ahora una obra autónoma recientemente incorporada a la colección del Museo de Bellas Artes de Bilbao.

La obra se exhibe en el Hall Chillida, desligada de la que fue su función inicial, pero heredera, a la vez, de su evolución cultural, social y simbólica. Con motivo de la adquisición de la obra, su autor analizó en una charla el proceso de creación, acompañándose para la ocasión por una ilustración audiovisual, fruto del vídeo que grabó el artista del interior de la cueva, una vez que estuvo obligado a dejar un espacio para que pudiesen entrar en la caverna los murciélagos, inquilinos habituales. Aranberri ha dejado rastros de su trabajo en exposiciones, casi siempre colectivas, que ha consolidado un prestigio internacional a base de proyectos en los que historia y naturaleza se relevan como material artístico de primera mano y máxima calidad. Hasta tal punto que su proyección internacional es indiscutible, sobre todo, tal y como aseguró ayer el director del Museo de Bellas Artes de Bilbao, Miguel Zugaza, a partir de su participación en la Documenta 12 de Kassel en 2007. La pieza, constituida por módulos de acero, como dije, parte de una acción que el artista guipuzcoano llevó a cabo en una cueva prehistórica. Formado entre la tradición formalista y el conceptualismo, Ibon Aranberri tiene obra expuesta en los museos de arte moderno más prestigiosos, como el Guggenheim, el Reina Sofía, Artium o el Macba, entre otros.

Entremos en detalles más técnicos si cabe. El proyecto -que marcó la trayectoria de Aranberri y recibió el reconocimiento de la crítica- adoptó como nombre (Ir. T. nº 513) zuloa, que se corresponde con el código científico asignado en las cartas arqueológicas a dicha cueva. Se trató de un trabajo próximo al movimiento land art que consistió en cerrar el acceso a la gruta con una estructura modular plana y opaca -de unos seis metros de diámetro-, como consecuencia de un largo proceso en el que, alejándose temporalmente del ámbito urbano, Aranberri exploró cuevas prehistóricas de la geografía cercana. La silueta de este cerramiento reproducía la morfología exacta de la boca de la cueva y en su superficie se abrían orificios y huecos que permitían la entrada y salida de especies que allí habitaban o tenían refugio.

Testigos de todo cuanto dijo ayer el artista en la conferencia pronunciada en el propio museo fueron Alicia Fernández, directora de la sala Rekalde; la conservadora de Arte Moderno y Contemporáneo del museo, Miriam Alzuri; Miquel Ponce, Jon Ander Terroba, Miguel Alejo y Roberto Corominas, el escultor Txomin Badiola, Edouard Mayoral, director del Instituto Francés en Bilbao; Laura Casell y Elvira Montesinos, del departamento de Restauración del museo; Saioa Elejoste, mujer de marketing del museo; María Amezaga, encargada de Comunicación; Edu López, Ana Román, Susana Talayero, Gerardo Tiedemann, Raquel Díaz de Tudanca, María Jiménez, Iskander Rementeria, Marisa Mardomingo y un buen número de gente con interés por la creación singular.

'Zulo beltzen geometria (Geometry of the black holes)' (2019) surge de una acción de Ibon Aranberri en 2003 en una cueva

El artista, que ha colocado su obra en el hall del Museo de Bellas Artes, ofreció ayer una conferencia con una ilustración audiovisual