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Begoña Etxebarria: siempre rodeada de sus animales

Nacida en Serantes, Begoña se muestra orgullosa de su vida en mitad del monte con sus ovejas, sus cabras y sus gallinas

Begoña Etxebarria: siempre rodeada de sus animalesMarkel Fernández

En los caseríos de Bizkaia, enclavados entre montes verdes y valles húmedos, muchas mujeres han crecido rodeadas de animales y ligadas a un modo de vida que combina tradición, esfuerzo y una profunda conexión con la tierra. Entre ellas destacan las cabreras y pastoras, que durante generaciones han cuidado rebaños de cabras y ovejas, convirtiendo esa tarea en una forma de vida que trasciende el mero trabajo: es identidad, herencia y sustento.

Es el caso y la vida de Begoña Etxebarria que, desde que era una niña, aprendió el oficio de sus abuelos y sus padres. No había separación entre la infancia y las responsabilidades: el ordeño al amanecer, la limpieza de los establos, la alimentación de las crías recién nacidas eran tareas que se asumían con naturalidad. Crecer en un caserío significaba interiorizar un ritmo marcado por las estaciones y por las necesidades del ganado.

Nunca me ha dado pereza madrugar, ni cuando era una niña, ni trabajar cada día sin descanso ni vacaciones desde las 6 de la mañana”, nos cuenta orgullosa Begoña de un modo de vida que repetiría con los ojos cerrados a pesar de que en su oficio no hay horarios ni existen los fines de semana.

“Siempre me ha encantado lo que he hecho y lo que sigo haciendo y la única pena es que no me deja mucho tiempo para coser que es otra de mis pasiones”, nos explica una jovial Begoña que, como su misma hija dice, se morirá allí arriba entre sus animales tan feliz

El trabajo de las cabreras era, y sigue siendo en muchos casos, duro y constante. El ordeño de las cabras y ovejas exigía fuerza en las manos y paciencia. Con la leche se elaboraban quesos, cuajadas y otros productos que en el caso de nuestra protagonista siempre han sido para consumo familiar o para regalar a amigos. 

La economía del caserío dependía en gran medida de ese trabajo invisible, realizado en su mayor parte por mujeres que combinaban las tareas del campo con el cuidado de la casa y de la familia. Ellas eran el eje que sostenía la vida rural, aunque durante mucho tiempo no se les reconociera ese papel.

A pesar de las dificultades, muchas mujeres, y entre ellas Begoña, recuerdan esa vida con orgullo. El trabajo entre animales no solo era una obligación, también generaba un vínculo profundo con el caserío, con la familia y con la tierra. Una tierra donde ella tiene todo lo que necesita, enseñando ahora a sus nietos todo lo que ella aprendió. “A mí no me digas que vaya a ver un piso nuevo que te has comprado, no me interesa; pero si me dices que vamos a una feria de ganado te acompaño la primera”, comenta riéndose.