Begoña Rouret abría su comercio de 10.00 a 20.00 horas hasta que el ruido se lo permitió. “Ahora cierro al mediodía porque no aguanto diez horas”, afirma esta comerciante que tiene su negocio en Colón de Larreategui de Bilbao. “Incluso para vender, hay momentos en los que no se puede hablar”, añade esta zapatera, que se niega a cerrar la puerta, a pesar de que el sonido de la excavación es “insoportable”.
“Lo que más prejuicio nos causa es el tema del parking. La obra no me afecta directamente en la acera, pero la gente no tiene dónde aparcar y se va a otras zonas comerciales de la ciudad”, considera Rouret, quien lleva casi 20 años y, en este tiempo, ha percibido que el volumen comercial se ha reducido constantemente por el cierre de las oficinas de alrededor.
Menos compradores
Mantiene a la clientela de siempre, pero el flujo de otros compradores se ha reducido. “Antes llegaba gente con esta frase: ‘Acabamos de salir del parking y ya estamos comprando’. La obra del aparcamiento me ha hecho mucho daño porque cuando se quemó también lo sufrí”, expone en relación al fuego ocurrido en la Navidad de 2012.
Con el objetivo de paliar los efectos negativos de las obras, Begoña Rouret reconoce que se han llevado a cabo varias reuniones con el Ayuntamiento de Bilbao. “Propuse un Bono Denda para la zona afectada y también se habló de bajar la contribución u otros impuestos, pero no prosperó”, revela. A nivel personal, al menos, “de tanto lucharlo”, ha conseguido que el propietario le reduzca el precio del alquiler del local.