El pitido final del árbitro fue una especie de liberación para el Athletic. Un motivo de celebración después de tantas desgracias acumuladas en forma de derrotas. Tantas como tres de manera consecutiva, una victoria ante el Qarabag en Champions y un empate contra el Elche habían dibujado el periodo entre parones de los rojiblancos, que pareció también de entreguerras por las penurias, especialmente en forma de lesión. Pero el Athletic se desquitó con un triunfo igual de merecido que insuficiente contra un Oviedo que no está para muchos trotes y que no es colista de casualidad. Sirvan los pitos y la desesperación de sus aficionados en San Mamés, ante la pasividad de su equipo en los minutos finales como ejemplo del momento por el que atraviesan.
Claro que esa desesperación de los visitantes se vio reflejada de otra manera entre la parroquia local. El miedo a perder lo conseguido, esa sensación de que podría llegar uno de esos muchos errores en defensa que le están penalizando sobremanera en las últimas semanas se les pasó a muchos por la cabeza. Y este llegó, con Dani Vivian como protagonista en un mal despeje hacia atrás, pero en esta ocasión Unai Simón, que se jugó el tipo ante Fede Viñas, llegó a tiempo para desbaratar el peligro con un gran cabezazo y poner fin a ese instante de enorme tensión que, para colmo, sucedió en el minuto 89 del encuentro.
Claro que el mero hecho de haber llegado a esas alturas de partido con una pobre renta de un solo gol es un fiel reflejo de la situación actual del Athletic. No suele ser un buen augurio que exista una necesidad tan grande de ganar al colista como la hubo ayer, pues en condiciones normales y más aún jugando en San Mamés, serían tres puntos con los que se contarían de antemano. Pero como este equipo viene de donde viene, el primer paso es nutrirse de pequeñas alegrías como las de ayer.
La cifra
17
El Athletic llega al tercer parón liguero de la temporada, el último hasta Navidad, con 17 puntos en su casillero de 36 posibles, fruto de cinco victorias, dos empates y cinco derrotas. Apuntar que a estas alturas del curso, tras doce jornadas, los rojiblancos suman solo dos puntos menos que la pasada campaña.
Algo es algo, que diría aquel. Y si el Oviedo no dio para más, especialmente en la segunda mitad, también habrá que poner en valor el trabajo realizado por el Athletic. La presión alta volvió a dar sus frutos, pero lo que le cuesta marcar al equipo hace tiempo que dejó de ser noticia. Quizá ayer no se fallaron ocasiones tan claras como en otros encuentros, con mención especial a la visita del Qarabag, pero los leones hicieron méritos más que suficientes como para haber obtenido una mayor renta y haber vivido con más tranquilidad los minutos finales.
De hecho, Ernesto Valverde pareció estar también con la mosca detrás de la oreja, hasta el punto de que en el minuto 84 del partido realizó un doble cambio con el que lanzó un mensaje claro a su equipo de que la cosa iba de amarrar el resultado. Mikel Vesga sustituyó a Gorka Guruzeta para reforzar el centro del campo y jugar con un trivote, y Nico Serrano ocupó el sitio del desfondado Alex Berenguer. Así, Unai Gómez ocupó la posición de delantero centro y sin un nueve específico, a pesar de contar con Urko Izeta y Asier Hierro en el banquillo.
El cambio funcionó. Al menos en cuanto al fin del mismo: ganar. El Athletic, a excepción de la jugada aislada del mal despeje de Vivian, no pasó ningún apuro. Cubrirse las espaldas le salió bien y los tres puntos se quedaron en Bilbao. De paso, después de cuatro partidos encajando, el Athletic volvió a dejar su portería a cero.
Una victoria que deja al equipo a las puertas de Europa, con solo dos puntos menos que el curso pasado a estas mismas alturas del curso, y que sirvió para que San Mamés viera en acción al joven Selton Sued Sánchez. Un futbolista distinto, atrevido, que jugó con un enorme desparpajo, hasta el punto de que se lució con una rabona, y que está llamado a quedarse en el primer equipo. El Athletic, con el joven descarado y Nico marcando las diferencias, recuperó la sonrisa. Ya era hora.
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