Alguien debía avisarle al Athletic de que las vacaciones de Navidad acabaron hace tiempo. Que el nuevo año ha empezado ya y que lo ha hecho, además, con partidos de enjundia. En concreto, tres citas a cara o cruz, a todo o nada, ante la UD Logroñés, el Barcelona y Osasuna. Y fue este último quien despertó a los leones de su letargo. Eso sí, le costó lo suyo al Athletic, hasta el punto de que concedió dos goles en la primera mitad. Pero como parece que este equipo tiene más vidas que un gato, llegó a tiempo para reaccionar, hasta el punto de que empató la eliminatoria y generó suficientes llegadas como para haber remontado el encuentro, pero la fría tarde acabó en pesadilla, de nuevo con Osasuna como antagonista. Tal y como sucedió dos temporadas atrás, claro que aquello resultó más doloroso porque el premio para el ganador era llegar a una final. El desenlace fue el mismo: alegría entre la afición rojilla desplazada a Bilbao y caras largas entre la parroquia local.

Ahora, el conjunto rojiblanco se despide de la Copa, de la que no podrá defender el trono conquistado en abril y en la que ha caído prácticamente a las primeras de cambio. Y, lo que es peor, lo ha hecho con una sensación muy amarga. La fortuna que le sonrió en la tanda de penaltis ante la UD Logroñés en su estreno en la competición le fue totalmente esquiva ayer. Claro que algunos de sus futbolistas pusieron mucho de su parte para que así fuera. Y claro, cuando uno regala dos goles, encaja un tercero y pese a marcar dos parece que dispara con balas de fogueo... el resultado, por lo general, acaba siendo negativo.

Al Athletic le faltó intensidad en la primera mitad, que no fue vistosa por ninguna de las dos partes, lo que pareció favorecer a los visitantes, que se encontraron con dos goles a favor en solo cuatro minutos. El segundo, tras una pésima cesión de Aitor Paredes a un Julen Agirrezabala que tampoco midió bien y, en lugar de frenarse, se llevó por delante a Aimar Oroz.

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Después, en la última acción del primer acto, llegó el tanto de Nico Williams y una reacción alocada de los locales a la vuelta de vestuarios. A base de ritmo, claridad de ideas y mucha intensidad encerraron a Osasuna en su área y lograron el empate. Pero entonces llegaron las dudas. Ernesto Valverde movió el banquillo –ya había introducido a Yeray Álvarez en el descanso por el desacertado Paredes–, pero lejos de reforzar al equipo, este empeoró. Especialmente difícil de entender resulta la sustitución de Óscar de Marcos, autor del segundo gol, cuando mejor estaba.

Para colmo, aún quedaba un nuevo error grosero. Agirrezabala dejó muerto en el área pequeña un balón y Budimir no perdonó. Osasuna volvió a tomar ventaja en la eliminatoria con 20 minutos por disputarse, pero esta vez no concedió lo más mínimo a su rival, que siguió coleccionando remates, en su mayoría fuera de los tres palos, de escasa calidad.

Valverde siguió empeñado en no acertar tampoco con los cambios. Nada le funcionó. Álvaro Djaló desperdició una nueva oportunidad para demostrar que puede ser útil mientras Javier Martón, el otro delantero centro del equipo, no tuvo ni un solo minuto. Si no va a jugar nunca, ni ayer, cuando tocaba remontar, ¿qué hace en la plantilla?

El consuelo es que si alguien soñaba con ganar esta Copa, basta con mirar a la entidad de los equipos que siguen en liza, con Barcelona y Atlético, pero también la Real Sociedad, como para imaginar que no sería nada sencilla la empresa. Mucho menos con esta ruptura entre la grada de animación y el club. Por el bien de todos, urge una rápida solución al problema.

La cifra

258

Son los minutos que ha necesitado el Athletic para estrenar su casillero de goles en este 2025. Los rojiblancos no vieron portería ante la UD Logroñés en los 120 minutos disputados, tampoco en los 90 del choque ante el Barça en la semifinal de la Supercopa y ayer necesitó 48 minutos para acabar con su sequía.