El Athletic se despide de la Copa por la vía rápida. Después de superar la primera ronda por penaltis en Las Gaunas no pudo con Osasuna, que acertó a manejar sus bazas y tuvo la dosis de fortuna suficiente para salir airoso de San Mamés. Cabe describir la noche de ayer como aciaga para el vigente campeón. Más allá de que su rendimiento dejase bastante que desear, no puede obviarse que su enorme esfuerzo no se vio premiado. Concentró sus mejores minutos en la segunda mitad, durante media hora agobió al conjunto navarro, equilibró el marcador y optó a consumar la remontada, con incontables llegadas. Sin embargo, no supo culminar y Osasuna, como ya sucediera antes del descanso, rentabilizó al máximo sus escasos ataques para establecer un 2-3 que protegió frente a un bloque derrengado y huérfano de inspiración.

La justicia del desenlace es susceptible de discusión, pues dentro del tono irregular que caracterizó la actuación de los hombres de Ernesto Valverde, el simple cómputo de las oportunidades generadas le podría haber servido para seguir adelante. Ello no quita para que se deba reconocer que durante varias fases del partido, Osasuna demostró mayor empaque y desnaturalizó la versión de los locales. Si a ello se agrega el impresionante índice de puntería de los rojillos, es posible entender que saliese vencedor.

Confiaba el Athletic en el factor campo y en su contundencia en esta clase de citas; sin embargo, estuvo por debajo del nivel que requería un duelo de tanta envergadura. Le costó horrores plasmar el tipo de fútbol que le hace temible y cuando elevó sus prestaciones, atosigó a Osasuna y coleccionó situaciones propicias para darle la puntilla, no halló el remate definitivo, permitió que Osasuna se sacudiese por un instante su ofensiva a tumba abierta y Budimir dejó su sello. Fue como si su destino en la presente edición del torneo estuviese escrito de antemano.

El pleito ya arrancó torcido. Sorprendió Osasuna con la disposición táctica de Vicente Moreno, quien cargó la mano en la zona ancha, donde reunió hasta cinco piezas. Esta disposición otorgaba una superioridad evidente, pues Valverde alineaba solo dos medios específicos, asumiendo Berenguer, un punta, la función de enlace. Faltaba por comprobar con el balón en movimiento cuál sería el reflejo de lo que decía la pizarra. Y sucedió que desde el inicio el visitante dejó claro que no le interesaba ceder la iniciativa, quería posesión y la tuvo, lo que impidió al Athletic expresarse como suele en casa.

Osasuna combinaba mejor y sin amenazar arriba, logró incomodar muchísimo a los rojiblancos, varios de los cuales anduvieron al garete o no se conectaron a la pelea. Berenguer y Guruzeta intervinieron poco, la pareja Galarreta-Jauregizar acusó la desventaja numérica, Paredes estuvo muy impreciso, los laterales no avanzaban en exceso porque el rival mostraba cierta soltura en las transiciones y Nico Williams, sencillamente, no podía con el furor de un Areso que, además, se erigió en el mejor estilete rojillo. Pese al panorama adverso, las únicas noticias de área correspondieron al Athletic, con un Iñaki Williams muy activo.

Al fútbol del Athletic le faltaba gracia y continuidad. No se soltaba. Por más que Jauregizar acelerase, no podía, era un tuteo en toda regla que se rompió de manera inopinada cerca del descanso. Acababa Herrera de evitar el gol de Iñaki Williams tras pared con Berenguer y Osasuna montó una contra de tres toques: apertura de Moncayola a Areso, sin marca, y el centro de este lo clava en una escuadra Oroz. Golpe tremendo y ampliado cuatro minutos más tarde. De nuevo arrancó Areso, imparable para Nico Williams, Paredes acudió a cerrar y su calamitosa cesión concluyó con el derribo de Agirrezabala a Budimir.

Penalti de libro convertido por el ariete y en pleno desbarajuste, Iñaki Williams, el único valor sólido en ataque, puso un centro, rozó Guruzeta y Nico se sacó un obús a bote inglés que ayudó a digerir el bocadillo del intermedio. A la vuelta, surgió el Athletic avasallador que tanto se había añorado. A Osasuna le entró el tembleque y la igualada no se demoró. De Marcos se metió en la cocina y soltó un chut cruzado tras recibir un pase de Jauregizar que pilló a toda la zaga mirando.

Parecía que lo más complicado ya estaba hecho, era cuestión de insistir, de aprovechar la inercia. No fue por ausencia de ocasiones, aunque Budimir merodeó el gol en una jugada aislada, abortada por Vivian cerca de la línea. No hubo tino, cada intento y fueron unos cuantos se perdió en la grada. Irrupciones en el área, dos de Jauregizar, pases de la muerte sin destinatario, cabezazos en córners… En fin, material de sobra para cambiar el signo a la eliminatoria. 

Pero Osasuna se rehizo, Moreno metió un tercer central y enfrente se apreciaron los primeros síntomas de cansancio. Jugar a la tremenda pasa factura y si encima Osasuna, en su segunda y última llegada de este período saca petróleo, el objetivo se convierte en una misión imposible. Rubén García chutó en el área, un defensa modificó la dirección, Agirrezabala tuvo que rectificar y por ello no sujetó el balón, que dejó muerto. Caído en el suelo no pudiese detener el leve toque de Budimir.

Todavía se registró algún lance peligroso en el área opuesta, pero para entonces se asistía a un empuje desesperado, impreciso. Al Athletic no le alcanzó con el alma ante un bloque totalmente replegado. Aitor Fernández frustró con una pierna el postrero remate en el área chica de Nico Serrano en el 97. Así concluyó la aventura rojiblanca en su competición favorita, dejando la sensación de que en la vigente edición ha carecido del empaque y la pericia que le condujeron al título.