Era pronto, muy pronto, demasiado incluso como para activar un estado de emergencia. La luz roja de aviso, eso sí, estaba próxima a encenderse; una mano inocente amagaba con apretar su interruptor. La paciencia en el fútbol es corta, demasiado en ocasiones, ya lo saben. Quizá por ello, el propio Ernesto Valverde lanzó un mensaje tranquilizador en la previa del encuentro ante el Valencia. Defendió a su equipo, al que le había mandado algún recado antes y después de los dos primeros partidos. Algo no le había gustado, y con razón, al técnico, que quiso calmar las aguas. Claro que entre la afición revoloteaban las dudas, lógicas tras lo visto en las dos jornadas iniciales. Pero el Athletic resucitó al tercer día.
Contra un Valencia que llegó como colista a San Mamés y que se volvió a casa en la misma posición, el conjunto rojiblanco demostró una mejoría evidente. Eso sí, estuvo lejos aún de su techo, de ese que enamoró por su vistosidad y alegría en muchos momentos del curso pasado, pero bastante más cerca de él que frente al Getafe y el Barcelona. Se vieron otras intenciones, un dinamismo desconocido hasta entonces en el arranque y un trabajo coral en defensa, sin duda alguna la parcela que más había sufrido en las dos citas previas.
En un ejercicio que se verá obligado a repetir en muchas ocasiones a lo largo del curso, Valverde realizó hasta seis sustituciones con respecto al partido en Montjuic. Dos cambios por línea y el portero, toda vez que Julen Agirrezabala, recuperado ya por completo y con varios entrenamientos completados, cogió el testigo del sorprendente Alex Padilla. Debutaron Adama Boiro, que dejó buenas impresiones y una valentía que no siempre acompaña a los primerizos; y Álvaro Djaló, que quiso pero no pudo, salvo en una gran cabalgada por banda izquierda. Se topó con un imperial Foulquier, al que no se le recuerda un mal partido frente al Athletic.
Pero las modificaciones más significativas y trascendentales tuvieron lugar en el centro del campo y en la banda derecha. Pese a que todo apuntaba a la primera titularidad del curso para Ander Herrera, pues al equipo le habían faltado muchas ideas en la creación y ritmo en el juego para hacer daño al rival, el técnico apostó por el joven Mikel Jauregizar, que se encargó de tirar él solo la puerta abajo. Recordó a la mejor versión del añorado Iñigo Ruiz de Galarreta. Estuvo omnipresente: fino en la creación y esforzado sin balón.
De sus botas nacieron varias acciones de peligro, de sus buenas asociaciones con Oihan Sancet, estelar ante el Valencia, y un Iñaki Williams que agradeció como el que más volver a la banda derecha. Valverde se empeñó ante el Barcelona en ubicarle en la punta del ataque, una fórmula que no termina de funcionar desde hace tiempo, y ayer volvió a quedar demostrado que el bilbaino donde le es más útil al equipo es en el costado. Ahí es un jugador diferencial.
La segunda parte del Athletic fue bastante más plana. El hecho de haberse adelantado en el marcador a las puertas del descanso con un gran gol de Beñat Prados, que se estrenó en esas lides, unido a la necesidad de lograr la victoria, le hizo arriesgar menos con el firme objetivo de mantener el botín obtenido.
Esta vez sí, los cambios introducidos por Valverde dieron sus frutos, aportaron, que es lo mínimo que se espera, más aún en este fútbol con hasta cinco sustituciones. Nico estuvo cerca de marcar y volvió a demostrar que es diferencial; Vesga aportó pausa y trabajo; Unai Gómez supo darles otra marcha más a las jugadas y Martón trabajó a destajo en su debut. El Athletic resucitó en la tercera jornada, se reencontró por momentos con su mejor versión y ya hace más de un año que no pierde en San Mamés. Muy buenas noticias para celebrar los 400 partidos de Ernesto Valverde en el banquillo rojiblanco.
La cifra
400
Ernesto Valverde dirigó ayer su partido número 400 como técnico del Athletic. El de Viandar de la Vera, el entrenador con más encuentros al frente de la entidad rojiblanca, superó hace tiempo a Javier Clemente (289) y maneja el siguiente balance: 186 victorias, 91 empates y 123 derrotas.