La vida sigue igual en Son Moix. Nueva temporada, pero idéntico argumento y el mismo desenlace. Mallorca y Athletic sumaron un puntito cuyo valor se desconoce a estas alturas de la competición, pero que pareció dejar satisfechos a ambos. Es posible que camino de la ducha hasta tuviesen cierta sensación de alivio, unos y otros, porque después del mediocre espectáculo brindado la derrota sí que hubiese escocido. Más entre los rojiblancos, superiores durante amplias fases, pero que incapaces de plasmarlo cuando tuvieron totalmente dominado al oponente también pasaron sus apurillos en el último tramo.

La diferencia de nivel quedó clara, salvo en el marcador. El Athletic gobernó dos terceras partes del encuentro, a ratos con una comodidad impensable en casa ajena. Sin embargo, le faltó una pizca de puntería y bastante convencimiento para dar continuidad a sus victorias recientes. La ocasión se antojó propicia para ubicarse más arriba en la tabla, aunque solo mientras Sancet, los Williams y un activo Galarreta tuvieron combustible en su depósito, se acarició el éxito. Luego, el equipo se fue difuminando, los cambios apenas aportaron, percibiéndose una actitud más conservadora según el cronómetro se aproximaba a la conclusión.

Cierto es que la aspereza del Mallorca requiere un notable esfuerzo físico y constancia de ánimo. Javier Aguirre, que ahora se atreve a poner dos puntas de salida, prácticamente no ha retocado su idea principal, que consiste en implicar a todos sus hombres, empezando por el ariete Muriqi, a defender con uñas y dientes en su terreno. Patadas a seguir, duelos de verdad, una copiosa ración de dureza y enorme voluntad para no decaer, a la espera de pillar al rival en una acción aislada, que siempre acaba llegando.

Frente a un conjunto así, que no asume ni el más mínimo riesgo y se protege sin remilgos muy atrás, cuesta generar en ataque, pero el Athletic, con paciencia y la inspiración de los citados anteriormente estuvo en condiciones de liquidar la contienda, especialmente una vez se asentó y se adueñó de la pelota. Previamente, lo dicho, una insufrible sucesión de melonazos, de un lado al otro y al revés, que pusieron a prueba la paciencia del espectador. No del local que está acostumbrado y asume que es lo que hay, pero el del Athletic tuvo que esperar un rato para ver algo que le permitiese identificar a los suyos.

Por una mera cuestión de centímetros, pues en los remates cruzados a cargo de Sancet y Nico Williams se vio a Rajkovic haciendo la estatua, resignado a su suerte, no logró el Athletic orientar favorablemente un choque que pedía a gritos eso, un acierto que pusiera la contienda muy cuesta arriba, casi imposible para este Mallorca de piñón fijo. No llegó ese gol que el desarrollo del juego auguraba y en la segunda mitad las fuerzas tendieron a equilibrarse.

Hasta el descanso, Simón se había tirado la tarde contemplando desde la distancia. Cabe que el gol nacido de un remate de Muriqi que Vesga desvió a la red influyese más de lo deseable. El lance, nada más regresar del intermedio, fue invalidado por posición incorrecta del ídolo isleño, pero en adelante dejó de verse al Athletic dinámico. Poco a poco fue adoptando una versión menos lucida, contagiado del estilo de rompe y rasga que gasta el Mallorca. Por un instante, la incorporación de Muniain trajo unas dosis de vivacidad, él mismo dispuso de dos balones peligrosos en el área que el portero desbarató, el segundo con más aparatosidad que dificultad real.

Fue una impresión pasajera, pues el fútbol, el poco fútbol, se fue trasladando a zonas más cercanas a Simón. Vivian, particularmente, y sus compañeros siguieron firmes repeliendo y cortando todas las jugadas de empuje, de escasa precisión, que exigían su participación y que iban alimentando el deseo de un Mallorca que se había tirado una hora de reloj a expensas de la propuesta visitante y de repente se sentía más suelto. Sin exagerar, pero acaso percibió síntomas de debilidad enfrente.

Fruto del cambio de guion se registraron las dos únicas oportunidades del cuadro mallorquín. En un mismo minuto, Muriqi se las arregló para efectuar dos intentos: uno facilitado por un error de colocación de Prados, que rompía el fuera de juego, y el otro con la defensa en actitud contemplativa. Primero, Vivian desvió al límite el derechazo del ariete, con Simón vendido, y luego Iñaki Williams impidió que el cabezazo del gigante se colase en la red, con Simón superado.

Dos sustos que empujaron a Valverde a agotar el cupo de sustituciones. Dani García y Berenguer y un ratito después Raúl García. Nada que rindiese beneficios. Estaba ya el Athletic más pensando en que aquello terminase cuanto antes que en recuperar el gobierno de un partido que derivaba en un correcalles inquietante. Esa clase de descontrol del que suele sacar tajada quien menos méritos ha acumulado.

Todavía contó el Athletic con una situación estupenda para resolver, a raíz de un centro templado con gusto por Berenguer y apenas rozado por el capitán, que se hallaba en una posición idónea para batir a Rajkovic. Una gota de agua en el desierto. Entre faltas, golpes e interrupciones discurrieron los instantes finales. Ni el añadido animó a los equipos a lanzarse al asalto. Era tarde para heroicidades. No las hubo antes y los protagonistas recordaron lo de pájaro en mano. Un punto más en el casillero no era mal negocio visto lo visto. Ello no obsta para que desde la perspectiva del Athletic, que demostró ser superior, se devaluase un tanto el botín logrado en Son Moix.