Inmerso en aguas revueltas, el Athletic va a jugar uno de los compromisos trascendentales de la temporada. Una semifinal de Copa no es cualquier cosa, aunque en los últimos tiempos se haya convertido en un evento habitual en su agenda. La posibilidad de opositar al título que ha forjado la leyenda rojiblanca activa a la totalidad de los estamentos del club, especialmente a una afición predispuesta a arropar en masa al equipo. Pero en la antesala del partido de ida que acogerá El Sadar, se diría que las sensaciones positivas que siguieron al anuncio del emparejamiento con Osasuna se han desvanecido.

El Athletic no atraviesa un buen momento. El juego y los resultados han dejado de acompañarle. No es un tema reciente, solo que con el discurrir de las semanas las sensaciones negativas han desplazado a las positivas y cuesta encontrar aspectos que equilibren la balanza. Después del Mundial, casi lo único rescatable es la trayectoria descrita en la Copa, puesto que en Liga los marcadores registrados hablan de dos triunfos, dos empates y cinco derrotas. Una tendencia culminada el pasado domingo con uno de los peores espectáculos presenciados en San Mamés.

Tampoco puede obviarse el capítulo de bajas que, a falta de información más exhaustiva del servicio médico, podría afectar a casi un tercio del plantel: Unai Simón, Yeray, Iñigo Martínez, Herrera, Raúl García, Nico Williams y Morcillo. Este asunto, con ser inoportuno, acaso no posea la relevancia que se deriva de la imagen que transmite el grupo. Es posible que la irregularidad haya sido la característica principal del rendimiento en otras fases de la temporada, pero se trataba normalmente de altibajos llevaderos; sin embargo, lo de ahora está adoptando la dimensión de algo más grave.

Ni una sola de las cinco derrotas sufridas puede catalogarse de injusta: Real Sociedad, Madrid, Celta, Atlético y Girona fueron mejores que el Athletic. O si se prefiere, el Athletic careció de argumentos o entereza para aspirar a un final distinto. Cierto que mereció más en el empate sin goles con Osasuna, pero si se analizan las victorias logradas se comprueba que el funcionamiento del equipo en absoluto fue satisfactorio. Tuvo bastantes más problemas de los previstos para imponer su ley.

Suelen decir los profesionales que el resultado siempre condiciona la valoración del partido. En lo que se refiere a los cruces con el Cádiz y el Valencia, resulta obvio que no se extrajo lección alguna de lo ocurrido. En ambas jornadas, ante adversarios metidos en serios apuros clasificatorios, el Athletic halló en la inspiración de alguno de sus jugadores la solución a las limitaciones que ofreció en el plano colectivo. Si acabó por resolver ambos compromisos fue en gran medida por las aportaciones estelares de Sancet y Unai Simón, respectivamente. El uno con sus tres goles y el otro con una serie de intervenciones de enorme complejidad, compensaron unas deficiencias que, casualmente, son idénticas a la que afloraron contra el Girona. La diferencia radica en que esta vez ni las grandes paradas de Simón y Agirrezabala valieron para maquillar unas deficiencias que sobre todo se localizan en la contención.

El Athletic ha extraviado la firmeza defensiva, cualquier contrario le genera dolores de cabeza. No los potentes, da igual el Cádiz que el Celta, el Girona o el Valencia. El origen de los males no será único, pero sin duda influye el hecho de que Valverde esté emperrado en alinear un centro del campo inconsistente para efectuar la doble tarea de construir y sujetar. Las consecuencias saltan a la vista.

Carencias en la contención

Tiempo atrás probó otras fórmulas, con desigual éxito y presumiblemente porque entendió la conveniencia de armar más la estructura, pero de repente decidió regresar a lo anterior: Vesga, Sancet y Muniain. Un lujo porque ninguno de los tres sobresale por sus cualidades sin pelota. Vesga abarca mucho terreno, pero no es un fajador para la disputa, un medio de cierre para ejercer de hombre escoba por delante de la defensa. Vamos, que no es como Dani García, por ejemplo. Los otros dos, además de estorbarse a menudo en la creación, jamás podrán desempeñar con mínimas garantías el trabajo sucio que se exige en la zona ancha.

A estas alturas del curso, cuando toca apretar a fin de buscar una colocación que permita acercarse a los objetivos, insistir en esta apuesta a la vista de cómo se comporta el conjunto, de los desajustes que padece, de cuánto le cuesta gobernar los encuentros, de lo expuesto que queda ante todo rival que muestre convicción para buscarle las cosquillas, resulta difícil de asimilar.

Ahí está la trayectoria de estos meses para confirmar que el Athletic protagoniza un frenazo. Sus números han dejado de ser propios de un candidato a plaza europea. Y está desperdiciando una excelente oportunidad, lo demuestra que no esté descartado aún a pesar de que viene de sumar ocho puntos de veintisiete. El nivel general de la categoría es el que es, pero mañana miércoles toca Copa. Hará falta una versión más sólida para una correcta gestión del trance.

A la espera

¿Cuántas bajas?

lHerrera e Iñigo Martínez apuntan a la Copa. Tanto el centrocampista como el central se entrenaron ayer con aparente normalidad y podrían recibir el alta médica y entrar en la convocatoria ante Osasuna. Con Unai Simón y Jon Morcillo descartados, está por ver si Yeray Álvarez y Nico Williams llegan a tiempo. El central tiene molestias en el adductor y el extremo, al que se le diagnóstico un esguince en el ligamento lateral interno de su rodilla derecha, no fue descartado por Valverde. Raúl García, por su parte, sufre un esguince en el hombro izquierdo.