La derrota con el colista, la quinta en ocho jornadas, podía haber sido la gota que colmase el vaso de la paciencia, pero la directiva del Aitor Elizegi ha optado por eludir la adopción de medidas drásticas y prefiere mantener a Gaizka Garitano en su puesto. El técnico se sentará en el banquillo de San Mamés el 23 de noviembre, fecha del próximo compromiso del Athletic, que ese día recibe al Betis. Se trata de una decisión muy controvertida, posiblemente inesperada e incluso desconcertante en un momento de crisis profunda, cuando en la calle, entre los aficionados, se palpa una enorme decepción y las redes sociales no echan humo sino fuego, principalmente contra Garitano, así como contra los jugadores. Tampoco los responsables de la entidad salen bien parados, pero estos por ahora prefieren aguardar.

Es una incógnita el contenido de los argumentos que sustentan la postura institucional, que según se están sucediendo los acontecimientos no deja de ser un mero aplazamiento, pero se veía venir tras comprobar la ausencia de noticias a la conclusión del partido de Valladolid y durante la jornada del lunes. La competición vuelve a parar y quedan quince días para el siguiente encuentro, por lo que de haberlo tenido claro en Ibaigane a nadie hubiera extrañado la inmediata destitución del entrenador, en la idea de facilitar el aterrizaje a su sustituto.

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Caras serias en el entrenamiento del Athletic tras la derrota en Valladolid

Descartada esta posibilidad, la pregunta que se impone es qué sucederá en la hipótesis de que se registre un resultado adverso frente al Betis y el rendimiento del equipo vaya en la línea de lo presenciado desde septiembre. Es decir, cuál es el sentido de retrasar lo que a ojos de mucha gente ya estaría plenamente justificado en la actual coyuntura; cuando además, de no mediar una notoria transformación en el comportamiento del equipo, es más que probable que se deba dar el paso más adelante, quizá el 23 de este mes.Con ocasión del anterior paréntesis liguero, en el seno de la directiva se planteó la conveniencia de prescindir de Garitano. No se trataba de una opinión mayoritaria o estaríamos hablando de cosas diferentes, pero había quien creía que no merecía la pena conceder más crédito a un proyecto que parece estancado. Sucedió entonces que el Athletic reaccionó, ganó bien al Levante en la que fue su tarde más convincente del vigente curso. El problema volvió a suscitarse a raíz de la derrota en El Sadar, donde el equipo brindó otra ración de fútbol deficiente y encajó un nuevo revés.

Así las cosas, Garitano se presentó el día del Sevilla con la soga en el cuello. De haber perdido ante el cuadro andaluz, su continuidad hubiera sido insostenible. De hecho, en el descanso de este partido, el míster estaba fuera, en la calle, pero en la segunda mitad se gestó el milagro: el equipo le dio la vuelta a la tortilla y se quedó con los tres puntos en juego. Luego, la esperanza de que el Nuevo José Zorrilla alumbrase de una maldita vez el despegue, de que el Athletic enlazase otro triunfo para aparcar la sensación de vulnerabilidad que le ha acompañado casi en cada cita, se fue al traste.

O sea, que cabría afirmar que estamos donde estábamos, con el agravante de que se ha recorrido un buen trecho del calendario, casi una cuarta parte, sin que afloren síntomas que permitan confiar en que el equipo enderezará el rumbo. Se suceden los errores del tipo de los que cuestan partidos y el funcionamiento colectivo es claramente pobre en todo lo relativo a la creación y remate. Presenciar los partidos de los rojiblancos se ha convertido en un ejercicio que nadie recomendaría a un amigo. Jornada a jornada se asiste a una rutina marcada por el bajo nivel de un buen número de titulares que Garitano se empeña en alinear, mientras que bastantes jugadores no pasan de acumular minutos en el banquillo o son llamados al frente en las peores circunstancias, sin tiempo para expresarse o con desventaja en el marcador.

sin público

Como no puede ser de otro modo, han empezado a sonar nombres de posibles relevos para Garitano. Se desconoce si Rafa Alkorta ha efectuado algún movimiento, aunque sería impensable que no estuviese activo con la que está cayendo. Por si acaso, no faltan agentes que se han apresurado a contactar con el club para promocionar a su representado. El clima invita a ello, la verdad. Con el equipo incapaz de reaccionar, cada partido puede servir de desencadenante del relevo.

Por ahora, toca esperar. Otro par de semanas. Las singulares condiciones que rodean al fútbol sin duda están influyendo en el proceder de Elizegi, que desde fuera cabe calificar de peligrosa indefinición. Al margen del tema de la Asamblea Ordinaria pendiente, un foro siempre mediatizado por la marcha del primer equipo y que este año viene con un orden del día cargadito en el plano económico por culpa de la pandemia y en el social por el delicado asunto de la grada de animación, no puede obviarse que el escenario sería muy diferente si el socio pudiera ocupar su localidad en San Mamés. A estas alturas de la película, cuesta imaginar siquiera que en Ibaigane estuviesen elucubrando con qué hacer con el entrenador estando el equipo como está. Quizá la directiva se aferra a que el Athletic se halla a tres puntos del descenso, pero también a tres de la séptima plaza. Justo la que ocupa el Betis. Quizá, pero ¿serviría este dato para apaciguar el sentir de la grada?