Primer fin de semana completo sin restricciones de movilidad y sin toques de queda. Los vascos se van y algunos visitantes regresan a nuestras calles. "Es como volver a la vida", resume una joven cargada con una mochila y preparada para pasar fuera un par de días junto a sus amigos. Este sábado el centro de la capital vizcaina rebosaba actividad, pero sus protagonistas mayoritarios eran los propios bilbainos o personas llegadas desde otras comarcas de Bizkaia.

En las zonas más tradicionales de poteo, las terrazas llenas y los aforos de hostelería completos daban una imagen casi prepandémica. En las áreas comerciales, solo las colas en la calle frente a la entrada de algunas cadenas textiles indicaban que la normalidad no es total y hay que mantener algunas medidas de prevención. Entre los numerosos grupos que abarrotaban calles y plazas también se veían familias extensas al completo alrededor de niños y niñas de primera comunión.

Y junto a las personas en tránsito hacia los lugares de celebración, mucho paseante y mucho comprador. En algunos puntos de la ciudad sí se podía notar que han sido más los vizcainos que han aprovechado el levantamiento del cierre perimetral para marcharse a sus segundas residencias que los turistas que se han acercado hasta Bilbao. Incluso con los miles de vascos que han aprovechado el fin del estado de alarma para hacer estrenar las escapadas de fin de semana o para verificar el estado de sus casas de veraneo, hoy la presencia de ciudadanos autóctonos en las calles bilbainas superaba con creces a la de alóctonos.

DICOTOMÍA

Se podría decir que ahora la sociedad se divide entre quienes ya viven como si no hubiera pandemia y los que saben que el coronavirus aún está entre nosotros y, aunque podrían hacerlo, restringen sus movimientos y reuniones. "Como podemos salir, viajar y entrar a los bares el espejismo de normalidad parece absolutamente real" reflexionaba ayer una ciudadana preocupada por la concentración de personas en las aceras.

En los alrededores del Museo de Bellas Artes se respiraba el ambiente eminentemente familiar, de expansión infantil y canina, que es habitual en un fin de semana. Algún runner, pero nada de turistas. Sin embargo, a unas decenas de metros en dirección noreste, en la explanada frente al Guggenheim ya podían verse de nuevo los posados individuales o en grupo y los selfies con Puppy de fondo fotográfico. Parejas y pequeños grupos de turistas, del Estado español en su mayoría, alternaban los imprescindibles y obligados recuerdos gráficos con flores o con titanio antes de iniciar la visita a las colecciones artísticas.

En los accesos al museo se podía oir algún diálogo en francés, pero aún no se ha recuperado aquel escenario 'torre de Babel' que eran los exteriores del Guggenheim antes de que el SARS-Cov2 nos visitara. En las dos oficinas de turismo de Bilbao tampoco se veía actividad, porque todavía hay pocos países totalmente abiertos y habrá que esperar un tiempo para recibir llegadas internacionales.

RESERVAS DE ÚLTIMA HORA

Los sectores que viven del turismo argumentan que la exigencia de PCR negativas o de confinamientos preventivos son bazas que juegan en contra. De hecho, gran parte de las visitas recibidas entre este viernes y mañana han sido decididas en el último momento, aprovechando que el despegue de la actividad hotelera y de transporte está propiciando buenas ofertas. Con todo, aunque las reservas y las pernoctaciones están en suave y lento incremento, sigue habiendo hoteles y alojamientos cerrados.

Este fin de semana se podía apreciar que el hecho de que en Madrid la festividad de San Isidro no haya generado un puente ha reducido mucho las visitas desde esa comunidad. Para ver a ciudadanos tirando de trolley había que llegar hasta la estación Intermodal, donde después de un viernes de mucha actividad y numerosas salidas hacia comunidades vecinas, aún quedaba gente adquiriendo billetes para Cantabria, Asturias, Aragón y Madrid.