- Jorge Alberto Francisco Valdano destacó como pelotero en el Newells Old Boys de Rosario, de donde pasó al Deportivo Alavés para concluir su carrera en el Real Madrid. Todos conocemos a quien afirma, quizá en broma, que Valdano fue degenerando.

En cualquier caso, se trata de una personalidad cotizada, no solo por haberse coronado campeón del mundo con Argentina o campeón de Liga con el Royal Madrí, sino por sus reconocidas virtudes como pensador y comentarista, que le han llevado a publicar numerosos libros. Hombre de verbo más fácil que el regate, carece de facilidad rematadora del discurso, lo que le obliga a entregarse a la larga distancia en la oratoria. Es un runner de la palabra. Valdano es a la charla lo que Martín Fiz al concepto "dar una vueltita". Puede que se trate de la pura casualidad, pero por Newells pasó también otro gran personaje amante de las respuestas infinitas matizadas hasta la extenuación: Marcelo Bielsa. Qué tendrá el agua de Rosario, se preguntan incluso en Argentina.

Muchas gracias por atendernos, señor Valdano. Es usted muy amable. ¿Qué tal le va?

—Veo que no se andan ustedes con rodeos. La primera cuestión y ya aborda un fundamento complejo, trascendente, lleno de aristas que deben atacarse desde numerosas y complementarias perspectivas para no perder los requisitos mínimos de la fidelidad a los sentimientos propios, por un lado, y a la realidad, que es múltiple e inabarcable, por otro. Le diré que como ser humano me va mal: me hallo arrasado por la omnipresencia de la pandemia y sus devastadores efectos en la vida de millones de personas; desorientado por las contradictorias decisiones que toman los poderes públicos, urgidos por las masas sociales que demandan soluciones de presente, pero insuficientemente dotados de datos por los científicos que aún carecen del tiempo experimental suficiente para contar con resultados sólidos y contrastados, aunque confío en que la extensión del proceso de vacunación proporcione alivio al planeta, en particular para aquellas zonas y comunidades previamente castigadas por una crisis económica que suprimió dotaciones asistenciales en este momento requeridas. Dejando eso a un lado, como varón tránsito por un periodo de acusada andropausia, debido a que ya me acerco a las 66 primaveras, que trato de paliar dando rienda suelta a mi fértil imaginación y recurriendo a la ayuda puntual de suplementos químicos que nos facilitan gozosas veladas a mi señora y a quien les habla; cierto es que me cuido, me mantengo como todo un Tarzán a resultas de unas completísimas tablas de ejercicios que ejecuto sin excepción todas las mañanas, sigo, asimismo, una dieta rigurosa baja en grasas, y nado tres veces por semana; tampoco puedo quejarme de las analíticas, siempre fabulosas, ni del mantenimientos de mis articulaciones, aspecto este del que sufren la mayoría de mis excompañeros de profesión, me refiero, naturalmente, a la de futbolista, y no a la de conferenciante; antes de pasar al siguiente punto, quisiera destacar este pelazo rizado que conservo tapando todo el cartón, no es baladí, supongo que a Voro, quien tuve a mis órdenes en el Valencia, se ha gastado un dineral en tapizarse la azotea, eso que me ahorro. Bien, en mi vertiente de madridista me encuentro un poco ansioso ante el riesgo cierto de que el club pueda completar una temporada sin títulos, lo que nunca acarrea buenas consecuencias en el palco del Bernabéu, si bien es cierto que, matemáticamente, existe una posibilidad de levantar el trofeo que acredita la Liga tras un trayectoria de meses de juego irregular, resultados frustrantes y fracaso de las estrellas fichadas a golpe de talonario. Algo similar podría afirmar de mi parte alavesista puesto que el Glorioso se juega la categoría en los minutos que restan; tras haber vagado por la cola de la tabla como un equipo condenado al descenso a última hora ha reaccionado y mantiene viva la esperanza como aquellos héroes de El Álamo pero en versión San Prudencio. Mi yo blanquillo padece angustias y sudores fríos puesto que el Zaragoza deambula por la Segunda División con severo riesgo de despeñarse a lo que sería una categoría amateur si fracasa en los compromisos restantes. Como argentino me ha resultado frustrante el desempeño de Lionel Messi en el Fútbol Club Barcelona desde que mandara el dichoso burofax; Leo no está, se lo aprecia melancólico en lugar de invadido por el exhuberante juego que siempre lo caracterizó; sin embargo, el brutal exitazo de Diego Simeone al timón del Atlético de Madrid alivia mi ardor argentino; el Cholo cambió el destino colchonero que en este momento emboca a un triunfo en la Champions el día menos pensado. Podría extenderme aún más analizando el modo en que me influyen el Papu Gómez, el éxito electoral de Ayuso, el peinado del doctor Iglesias, la reciente caída del satélite chino y el implacable cambio climático, pero no abordaré nada de eso. Concluyó aquí esta mi primera respuesta de la entrevista por rendir un humilde homenaje a Fidel Castro, de quien siempre admire la brevedad y concisión de sus discursos. ¿Oiga? ¿Me escucha?

Perdone. ¿Dónde estoy? ¿Qué hora es?

—Vaya entrevista más rara. Pero, de acuerdo, vayamos por partes. El lugar del estado del yo y el tiempo son puntos abordados por distintos intelectuales de peso. Empezando por...