Después de 17 años presentando El tiempo en Antena 3, Roberto Brasero (Talavera de la Reina, 1971) es en la actualidad uno de los hombres del tiempo más veteranos de la televisión y más reconocibles, gracias a su particular estilo a la hora de hablar de anticiclones y frentes. La didáctica ha sido siempre su leitmotiv y lo seguirá siendo en Mundo Brasero, su nuevo programa, que se estrena hoy domingo.

Un nuevo formato de actualidad y entretenimiento que se emitirá todos los domingos por la tarde en Antena 3 y que estará muy centrado en las cuestiones sociales, con una amplia cobertura a las temáticas vinculadas al consumo, la salud, la economía, la naturaleza, la España vaciada y, por supuesto, el tiempo.

En una entrevista con Efe, Brasero, que en sus ratos libres se ocupa también del blog orientado a fenómenos meteorológicos llamado Las historias del Brasero. habla sobre este "nuevo reto" profesional que afronta con ilusión y sobre la meteorología, una ciencia por la que siente pasión y que dibuja no solo el día que hará mañana, sino el mundo futuro en el que la humanidad se desenvolverá.

¿Es hoy más necesaria que nunca una televisión divulgativa?

—Lo que me gusta hacer a mí como profesional es contar algo que sea provechoso o que acabe enseñándote algo. Ahora sí se da más valor a comprender a través de la tele el mundo en que vivimos.

El tiempo va mucho más allá de si mañana lloverá o hará sol...

—El tiempo que va a hacer al día siguiente es muy importante, pero estamos en un mundo en el que miramos más allá y ya no hablamos solo del tiempo sino del clima. El clima dibuja el escenario en el que se desarrolla la vida. Ahora estamos condicionando ese clima y por lo tanto estamos modificando el escenario sobre el que se va a desarrollar esa función que llamamos la vida. Saber de eso a medio o largo plazo es apasionante, casi tanto como saber si mañana va a llover o te vas a poner manga corta. Tenemos la parte protagonista, lo estamos haciendo. ¿Cómo no estar pendientes del modelo energético que tenemos, de cómo vamos a conducir por las carreteras, de cómo van a ser las casas...? Todo esto también tiene que ver mucho con el tiempo y el clima porque esta condicionado por ello. Queremos estar ahí y saber cómo va a ser nuestro mundo futuro porque está pasando por delante de nuestros ojos.

¿Ha visto la película argentina de 'Granizo' (Netflix)?

— ¡No! Tenía los deberes de verla antes de estrenar el programa, pero no sé si quiero porque tenemos muchas similitudes...

¿A usted también le pasa que le echan en cara en la calle si se equivoca?

—Sí, sí. Yo he vivido la cara y la cruz, por ejemplo, con las nevadas en Madrid. Hubo una que nos la comimos, que no aparecía en las previsiones y acabó nevando en la M-40, hubo problemas en el aeropuerto y le costó un disgusto a la que entonces era la ministra de Fomento. Tuvimos que dar explicaciones los hombres del tiempo porque yo casi que me enteré de la nevada cuando levanté la persiana de mi casa. Pero, a cambio, el pasado invierno tuvimos la otra versión que es avisar de una nevada que venía y que fue mucho más gorda, Filomena. En ese caso pudimos disponer de una previsión que funcionó y de una manera de contarlo que fue efectiva. Luego ya hubo los problemas que generó que se te acumulen 20 metros de nieve, pero por lo menos en mi caso pude resarcirme de aquella otra que no vimos venir.

Con tanta tecnología, ¿no es cada día más complicado equivocarse?

—Aquí se dio una situación en la que sí, pasaba la cota de nieve, pero no llegaba la precipitación. Tú tienes que tener frío y lluvia para que se convierta en nieve. ¿Por qué se pueden equivocar las previsiones? Primero porque hemos avanzado tanto que creemos que son infalibles. Ahora las veces que se falla son pocas y por eso llaman mucho la atención. Hemos pasado de que el hombre del tiempo siempre se equivoca a que el hombre del tiempo nunca falla. Y las dos cosas no son correctas. ¿Qué paso aquella vez? En zonas altas de la atmósfera una variación de unos metros, unos grados del viento, hizo que cuando hubo las nubes que tenían que pasar por Cuenca se desviaron a la comunidad de Madrid y la lluvia se convirtió en nieve.