Recientes investigaciones señalan que puede tener consecuencias negativas para la salud física y mental. Expertos advierten que esta práctica interrumpe el ritmo circadiano, el reloj interno que regula el sueño, la vigilia y múltiples funciones del organismo, generando un impacto que va más allá del cansancio puntual.
Efectos comprobados en la salud
El ajuste horario rompe temporalmente la sincronía natural del cuerpo con la luz solar, alterando la producción de melatonina, la hormona que regula el sueño. Esto se traduce en síntomas como insomnio, cansancio, irritabilidad, disminución de la concentración y problemas del estado de ánimo.
Los primeros días tras el cambio, sobre todo el de primavera, suelen ser los más críticos. Mayores, adolescentes, personas con trastornos del sueño y pacientes con afecciones cardiovasculares son los grupos más vulnerables. Estudios recientes muestran un aumento de infartos, accidentes cerebrovasculares y fallos de atención justo después del cambio horario. Además, los efectos no siempre duran uno o dos días: en algunos casos se prolongan semanas.
Algunos investigadores defienden que el horario de invierno permanente sería la opción más equilibrada. Según sus estudios, el horario de verano provoca un impacto biológico negativo al alterar de forma más abrupta los ciclos naturales de luz y oscuridad. Cada vez más científicos coinciden en que los supuestos beneficios energéticos del cambio de hora no compensan los riesgos para la salud.
Las posibles alternativas
El debate sobre eliminar el cambio de hora no se limita al Estado. En la Unión Europea se ha planteado la posibilidad de mantener un horario fijo, tras recopilar evidencias de los efectos adversos. Países como Francia y Alemania estudian la cronodisrupción (la desincronización del reloj biológico) derivada de estos ajustes.
En otros lugares se han tomado decisiones más firmes: Ucrania dejó de cambiar la hora en 2024, citando motivos de salud pública. En América del Norte, varios estados han optado por prohibir los cambios estacionales o solicitar exenciones. También en Canadá y en regiones de Australia se aplican restricciones similares.
Entre las alternativas que se plantean destacan la de mantener siempre el horario de invierno, adoptar un tiempo único todo el año o introducir ajustes graduales para reducir el impacto. A la luz de los datos, parece claro que el cambio de hora tiene efectos adversos que no deben ignorarse. Mantener horarios constantes, en especial el de invierno, es la medida más segura según el consenso científico.
Mientras tanto, los especialistas recomiendan ajustar gradualmente los horarios de sueño, exponerse a la luz natural durante la mañana, mantener rutinas de descanso regulares y evitar pantallas o comidas copiosas antes de dormir. Estos hábitos ayudan a que el salto del reloj pese mucho menos en nuestro organismo.