Las células madre extraídas de la médula ósea o de la sangre de una persona pueden ralentizar de forma segura la progresión de la forma más común de la enfermedad autoinmune esclerosis múltiple (EM), según un estudio publicado en la edición electrónica del 'Journal of Neurology Neurosurgery & Psychiatry.'

El trasplante autólogo de células madre hematopoyéticas (TCMHa) se suele utilizar para tratar los cánceres de la sangre y consiste en extraer células madre de la médula ósea o la sangre del propio paciente, seguido de quimioterapia y tratamiento con anticuerpos.

Los últimos datos indican que es adecuado para tratar la EM recurrente-remitente, caracterizada por distintos episodios inflamatorios que causan diversos grados de discapacidad residual. Pero el TCMHa aún no se ha incluido en la mayoría de las directrices clínicas nacionales.

Por ello, los investigadores quisieron evaluar su seguridad y eficacia cuando se utiliza en la asistencia sanitaria habitual y no en condiciones de ensayo clínico.

Identificaron a 231 pacientes con EM remitente-recurrente, 174 de los cuales habían sido tratados con aHSCT antes de 2020: en 2004 fue cuando se trató al primero de estos pacientes con aHSCT. Su edad media en el momento del tratamiento era de 31 años, y casi dos tercios (64%) eran mujeres.

La eficacia del TCMH se evaluó analizando los datos recogidos en el registro sueco de EM. Y su seguridad se evaluó examinando las historias clínicas electrónicas de los pacientes durante los 100 días siguientes al procedimiento.

Por término medio, los pacientes llevaban más de 3 años con la enfermedad y habían recibido una media de 2 lotes de tratamiento estándar (fármacos modificadores de la enfermedad) antes del TCMHa; 23 no habían recibido ningún tratamiento.

Alrededor de casi 3 años, de media, después de someterse a un TCMHa, 20 pacientes (11%) recibieron un fármaco modificador de la enfermedad.

Este estudio demostró que no había indicios de actividad de la enfermedad en casi 3 de cada 4 (73%) de las personas tratadas después de 5 años y en casi dos tercios (65%) después de 10 años.

Entre los 149 pacientes con EM que presentaban alguna discapacidad al principio, más de la mitad (54%;80) mejoraron, algo más de un tercio (37%; 55) permanecieron estables y alrededor de 1 de cada 10 (9%;14) empeoraron.

La tasa de recaída anualizada fue de 1,7 el año anterior al TCMH y de 0,035 durante el periodo de seguimiento, que fue de 5,5 años de media. O dicho de otro modo, por término medio, un paciente tuvo 1,7 recaídas en el año anterior al tratamiento con aHSCT, y 1 recaída cada treinta años después del tratamiento con aHSCT.

Cinco pacientes necesitaron cuidados intensivos y 61 desarrollaron una infección bacteriana en los 100 días posteriores al tratamiento. La neutropenia febril (recuento bajo de glóbulos blancos acompañado de fiebre alta) fue el efecto secundario más frecuente, afectando al 68% de los pacientes.

Se verificaron otras infecciones víricas en 23 pacientes (13%). En 3 se documentó una reactivación del herpes zóster y en 3 se confirmó una infección fúngica localizada. Ninguno falleció como consecuencia del tratamiento.

Se trata de un estudio observacional, sin grupo comparativo, lo que impide extraer conclusiones definitivas, reconocen los investigadores. No obstante, destacan que estos resultados "demuestran que el TCMHa para la [EM remitente-recurrente] es factible dentro de la asistencia sanitaria habitual y puede realizarse sin comprometer la seguridad".

"Nuestro estudio corrobora los resultados observados en el único ensayo controlado aleatorizado realizado hasta la fecha --añaden--. Creemos que el TCMHa podría beneficiar a un mayor número de pacientes con EM y debería incluirse como tratamiento estándar para la EM muy activa".