“Mi querido amigo:
Le puse unas líneas el otro día remitiéndole los documentos del Congreso de Bad-Ems, con José Mari Lasarte. En ellas le anunciaba esta carta en la que quiero darle unas impresiones sobre esa reunión. Desde el punto de vista, doctrinal, el Congreso ha supuesto, a mi juicio, un avance sobre el anterior, el de Sorrento, que se caracterizó por su inocuidad. Poco a poco se va perfilando una doctrina de democracia cristiana con aplicaciones prácticas. Hasta creo que en la conciencia de estas gentes se trata de salir de la esterilidad de un anticomunismo sistemático en que se habían sumido todos los movimientos europeos. Creo que se empieza a discurrir por cuenta propia y que nos vamos liberando de las coacciones que imponía el peligro soviético. Donde avanza la democracia cristiana es en lo social. Acaso no posea todavía fórmulas originales pero se advierte en sus dirigentes la necesidad de un franco avance en ese terreno como el mejor modo de prestigiar la doctrina y de defenderse del marxismo.
Las conclusiones del Congreso son flojas. Son un avance sobre lo anterior pero denotan el miedo a comprometerse. Cierto es que las conclusiones de todas estas asambleas suelen ser siempre intranscendentes. Es difícil, por otra parte, resumir grados distintos de temperatura cristiana y democrática. No son iguales en este aspecto los austríacos y los franceses o los suizos y los belgas. Los alemanes, tal vez por timidez o por cálculo, me han parecido excesivamente “clásicos”. Hemos estado, como siempre, abrumados por las gentes del Este y con sus problemas actuales ciertamente pavorosos. Es difícil que nosotros conservemos la atención de las gentes cuando hablamos de decenas de compatriotas desterrados a Cuenca o a Cáceres; ellos hablan de millares confinados en Siberia. Cuando un lituano me pedía la cifra de los muertos vascos en nuestra guerra, él, sin ánimo de competición, me hablaba de ochocientos mil compatriotas suyos desaparecidos sobre una población de dos millones y medio. Y, de lo que no hay duda para nadie, Stalin es un peligro evidente y Franco solo es un fantoche. Claro es que no dejamos de sentar nuestros puntos de vista y a eso respondió la intervención del Lendakari en la Asamblea y en el Comité ejecutivo, consiguiendo que se rectificase la condena que solo afectaba a los países del Este, al totalitarismo soviético. Hay que recordarlo a todas horas porque se advierte una marcada tendencia a olvidarlo. Me refiero a la peligrosidad de la dictadura cristiana. Lástima que ese peligro no sea más explícitamente condenado por quien debió y todavía debiera hacerlo, el Vaticano, y por el Departamento de Estado. Cuesta mucho hacer creer a las gentes que esas dos instituciones no tienen nada de franquistas. Y son precisamente ellas las que hoy gobiernan el mundo, al menos este mundo espiritualista occidental. El mal ejemplo político de la Iglesia sigue siendo funesto. Acheson puede disculparse con los senadores algodoneros y trigueros y con las necesidades estratégicas. El Vaticano no tiene disculpa acaso porque, en definitiva, lo que prefiere es que haya en todos los países gobiernos como el franquista. Eso es más cómodo, si no para ganar la vida eterna, para el paso por ésta de los cardenales y de los nuncios.
La lucha, pues, se nos hace dura y la argumentación difícil, en estos medios cristianos donde tampoco los demócratas son excesivos ni en número ni en fervor. Creo que habrá que ir pensando seriamente en orientar la propaganda del Partido hacia el exterior, haciéndola regular y objetiva. Aún hay mucha gente que no sabe y otra mucha que no cree que Franco mató dieciséis curas vascos y que persigue muchas actividades espirituales. Un rumano que ha pasado un mes en Euzkadi me aseguraba seriamente que los nombres de las calles vascas están escritos en castellano y en euskera, por decisión oficial.
Fuimos invitados a la recepción oficial de Adenauer, y esto ya supone algo. Nuestro lendakari fue muy distinguido y siempre se le considera como presidente en ejercicio. Pero debemos evitar que esto pase a ser solo una cortesía, muy usual en estas reuniones. Adenauer cambio con nosotros unas frases amables. Y un breve diálogo con el Lendakari. No había olvidado como lo vimos hace tres años en el Congreso de Luxemburgo, el primero a que se invitaba a los alemanes. Entonces no creía en ser tan pronto canciller y ahora tiene prisa por serlo sin control aliado. Asistimos al acto en que comunicó al pueblo la transformación del estatuto de ocupación. El acto no fue emocionante sino impresionante. Aparte de algunos ancianos que lagrimeaban, cada figura era una esfinge, un enigma. Hablando con un alemán amigo, antinazi muy perseguido, nos dijo que el pueblo alemán no irá con el Este pero tampoco con el Oeste. Presumen, aun los enemigos de Hitler, de haber sido muy mal tratados. No recuerdan cómo trataron ellos a los demás. Lo que sí creo que hay en esta Alemania federal es un sentimiento marcadamente europeo. Solo eso puede salvar a Alemania y salvamos a nosotros del peligro alemán. No estuvimos en zona industrial pero vimos como se reconstruye y como están inundados de tráfico comercial el Rhin, los ferrocarriles y las carreteras. No encontramos ninguna restricción en restaurantes y en comercios. La gente viste bien y da la impresión de fortaleza física, pero dicen que hay mucha miseria en los centros fabriles. Se ve mucho mutilado de guerra y son los que más impresión dan de pobreza. Eso alimenta, sin duda, el renacer de las organizaciones militaristas. Yo no encuentro en este lado del continente ningún pueblo que tenga la capacidad de trabajo y la mística patriótica del pueblo alemán. Es de esperar que las democracias lo cuiden para que no se alíe, como ha de tener tendencia, con los restos de las dictaduras occidentales.
Aparte lo turístico, que ha sido espléndido, eso es todo lo que resume nuestro viaje a Alemania. Creo que no solo debemos permanecer en N.E.I., sino intensificar nuestra presencia y nuestra penetración. Nos falta gente, nos falta tiempo, nos falta dinero. Pero no debemos renunciar a esa plataforma interesante hoy e indispensable en nuestro futuro. Por correo separado le envío un artículo que me pidió y ha publicado La Quinzaine, una revista católica de París que parece muy progresista y está decididamente de nuestro lado. Preparo para Alderdi un artículo sobre el pobre Doroteo Ziaurritz (G.B.) Nada más por hoy”.